«Tener más, tener más, tener más… te lleva a la idolatría, ¡destruye tu relación con los demás! No el dinero en sí, sino el comportamiento, que se llama codicia.» Papa Francisco
A juicio del filósofo francés Juan Jacobo Rosseau «el dinero es semilla del dinero». Y es verdad: el dinero, cuando se invierte y se administra bien, se reproduce y crece, se multiplica. Pero muchos son los seres humanos que sólo se preocupan por regar esa semilla, olvidándose de abonar la otra, la del espíritu, creyendo acaso que lo más transcendental en la vida es el dinero.
Lo anterior podría parecer lugar común, pero es que se ha convertido en algo tan común que la gente sólo piense ―casi siempre― en el dinero, que causa espanto la manera en que los valores espirituales y morales son considerados como artículos pasados de moda, incompatibles con la postmodernidad tecnológica que a diario nos asalta.
Es como si la parte más oscura del hombre se estuviera haciendo dueña de todo: «!Oh, miseria humana, a cuántas cosas te sometes por el dinero!», dice el genio italiano de Leonardo de Vinci, el mismo de La Gioconda.
Sorprende lo que es capaz de hacer el hombre por acumular riquezas materiales. La historia registra casos espantosos y dramáticos de crímenes horrendos motivados por el dinero. Los insaciables, los codiciosos, los temerosos de sí mismos, son los perseguidores más implacables del dinero. Parafraseando al escritor y médico francés Edme-Pierre Beauchene, esos son los que opinan que el dinero todo lo puede, por lo que «están dispuestos a todo por el dinero.»
Hay que admitir que el dinero es muy importante. Tan importante es que un altísimo porcentaje de las acciones humanas están vinculadas a él. Quizá por esta razón es que, erróneamente, muchos piensan que el dinero lo puede todo. Pero contrario a lo que dice Moliere ―que el dinero «es la llave que abre todas las puertas»―, con frecuencia observamos, en el vivir cotidiano, que el amor y la felicidad son puertas que no se abren cuando toca don Dinero. ¿Y qué decir de esa puerta con cerrojos impenetrables que es la honestidad de muchos hombres y mujeres del mundo?
Sí estamos de acuerdo con Alejandro Dumas –no el autor de La dama de las camelias, sino el de Los tres mosqueteros― cuando aconseja: «No estimes el dinero en más o menos de lo que vale, porque es buen servidor y mal amo.»
Ese de Dumas es un pensamiento sabio, pues nos sugiere que seamos prudentes al valorar el dinero, no haciendo lo que la mayoría de las personas hace: exagerar su importancia colocándolo por encima de las demás cosas de la vida, inclusive de aquellas tan esenciales para la existencia humana como la amistad y la solidaridad.
Nos agrada bastante una expresión norteamericana que los hispanos radicados en los Estados Unidos de América han hecho suya: «Money is never enough; it always helps» («El dinero nunca está demás; siempre ayuda.»). Y así es que debe verse, como un recurso que te ayuda a sobrevivir, a alcanzar cosas que son imprescindibles para la subsistencia: alimento, salud, vivienda y, entre otras cosas, vestimenta para protegerte del frío atroz o del tórrido verano.
En síntesis: no debemos dejarnos ahogar por el afán de acumular fortuna, pues entonces podríamos correr el riesgo de no vivir y de olvidar que la principal fortuna en la vida es la vida misma y que el dinero ―como ya lo dijo Dumas― «es buen servidor y mal amo.»