UNA REFLEXIÓN / Una propuesta bibliotecaria tomando en cuenta la edad de los libros

Por Miguel Collado       

Desde nuestra triple condición de bibliógrafo, bibliófilo y editor ―y basándonos en casi 40 años de experiencia hurgando en bibliotecas y archivos dentro y fuera de República Dominicana― hemos reflexionado en estos días en torno a las denominaciones dadas al libro en el mundo bibliotecario tomando en cuenta el tiempo transcurrido desde el momento de su impresión, es decir, tomando en cuenta su edad editorial: libro incunable, libro post-incunable, libro antiguo, reliquia bibliográfica, libro valioso por su antigüedad, etc. Es común confundir estos términos.

Pero vayamos por parte. Está universalmente aceptado que un libro incunable es el que ha sido impreso en el período comprendido entre el momento de la invención de la imprenta con tipos móviles ―alrededor del 1460 por el orfebre alemán Johannes Gutenberg― y el 31 de diciembre del año 1500: los libros impresos durante los últimos 40 años del siglo XV son incunables. El primero de ellos, impreso en la ciudad alemana de Maguncia en 1460, fue el diccionario de latín Summa grammaticalis (Catholicon), compilado en 1286 por el fraile dominico Johannes Balbus. Dos años después, también en Maguncia, Gutenberg imprime la Biblia, el incunable de mayor trascendencia en la historia bibliográfica mundial. (1) Existe en esa ciudad, como atracción turística, el Museo Gutenberg, donde se exhiben dos ejemplares de esa edición de la obra cristiana.  

Algunos especialistas del tema consideran como libro post-incunable a todo libro impreso durante la primera mitad del siglo XVI, es decir, entre 1501 y 1550, debido a que sus características físicas ―en países donde había llegado tarde la imprenta― eran parecidas a las de los incunables.(2)  Por esa misma razón proponemos que sean considerados libros postincunables a los impresos durante todo el siglo XVI: del 1 de enero de 1501 al 31 de diciembre de 1600.

Entre las décadas del 60 y del 70 del siglo XV la imprenta comienza a difundirse por toda Europa, siendo Italia el primer país en instalar talleres tipográficos, específicamente en Venecia en 1464. Los franceses comenzaron a imprimir incunables en 1470; los españoles en 1472 y los británicos en 1476. En la América hispánica la imprenta hizo su entrada en la primera mitad del siglo XVI: en 1539 en México y en 1576 en Perú. Es por esos años cuando se imprimen los primeros post-incunables hispanoamericanos.

(Más de dos siglos después de su llegada a Lima, Perú, la imprenta de Gutenberg arriba a  la isla La Española en 1783, durante el dominio español. Treinta y un años después, en 1814, tiene lugar, en la ciudad de Santo Domingo, la impresión del primer libro: Tratado de Lógica, del académico y pensador Andrés López de Medrano, quien había nacido en la ciudad de Santiago de los Caballeros a finales del siglo XVII, alrededor de 1780, es decir, poco antes de haber cedido España a Francia su colonia más preciada, lo cual fue el resultado del Tratado de Basilea firmado entre ambas naciones europeas el 22 de julio de 1795.)

Refirámonos al libro antiguo y a la reliquia bibliográfica. Sobre el primero ya nadie discute que es aquel que tiene 100 o más años de edad editorial, pero posterior al 1550. Ahora bien, ¿a partir de qué fecha calcular esos 100 años? A partir del año 1551 hasta llegar al 1918, proponemos nosotros; mientras que a partir del 1919, y hasta el 1988, todos los libros publicados en ese lapso serían considerados reliquias bibliográficas, es decir, libros viejos de gran valor histórico-documental, pero que aún no alcanzan la categoría de un  libro antiguo, ya que sus edades oscilan entre 30 y 99 años, conforme a nuestra propuesta de clasificación descrita más abajo.

Nuestra propuesta de clasificación de los libros en base a la edad de los mismos es con el fin de que exista, en el mundo bibliotecario dominicano, una unificación de criterios que evite el uso de denominaciones que podrían confundir a los bibliotecarios con poca experiencia y a los usuarios también. Por consiguiente, partiendo de ese criterio proponemos la siguiente clasificación:

  • Incunables: libros impresos desde el momento de la invención de la imprenta alrededor de 1440, con tipos móviles, hasta el 1500 (siglo XV).
  • Post-incunables: libros impresos durante el siglo XVI (1501-1600). Para algunos países donde llegó tarde la imprenta de Gutenberg, todavía hasta la primera mitad del siglo XVII eran impresos libros con estas características.
  • Antiguos: los libros impresos a partir del 1601 hasta el 1918 (con un siglo o más de edad editorial). Estos parámetros irán cambiando, en la fecha de cierre, con el transcurrir del tiempo: 1919, 1920, etc.
  • Reliquias bibliográficas: libros entre 30 y 99 años de edad editorial.

Es importante decir que en la actualidad ―debido al auge de las ediciones limitadas en formato físico (entre 300 y 500 ejemplares), producto de la competencia de las ediciones electrónicas y publicaciones virtuales―  30 años es tiempo considerable para un libro físico. Y todo parece indicar que cada vez serán más escasas las impresiones bajo el sistema inventado por el célebre y legendario Johannes Gutenberg.  Si el avance tecnológico continua incidiendo como hasta ahora en la producción del libro, dentro de poco tiempo un libro físico de 30 años no será considerado una reliquia bibliográfica, sino un libro raro.

Las demás denominaciones, como códice,  libro raro, libro becerro, ya responden a otros criterios, los cuales no contemplan el elemento tiempo ―o edad del libro― como el factor determinante de la clasificación.

Aspiramos a que nuestra propuesta sea comprendida, que sea asumida como la solución a un problema real, que se presenta a diario en la vida de las bibliotecas dominicanas y de algunas partes del mundo. Lo hemos comprobado en múltiples ocasiones durante las consultas hechas durante décadas a esos centros de acopio y preservación de acervo bibliográfico de indudable importancia en la construcción de la memoria histórico-cultural de los pueblos. Sí, es alto el número de bibliotecarios que tienden a tergiversar cualquiera de las categorías indicadas en la clasificación que estamos proponiendo.

Queda, pues, nuestra propuesta sujeta al libre juego de las ideas, no considerándonos, de ninguna manera, amos de la última palabra.

Notas:

(1)Ver: Julián Martín Abad.  Catálogo bibliográfico de la colección de incunables de la Biblioteca Nacional de España. Madrid, España:  Biblioteca Nacional de España, 2010. 2 vols.

(2)Las características de los incunables son muy semejantes a las de los manuscritos, ya que la intención de los primeros impresores era imitar todo lo posible el libro manuscrito. Los tipos de letra más utilizadas son gótica y romana. Miguel Ángel Fernández. «Historia viva. Invención de la imprenta». Internet: http://www.islabahia.com/arenaycal/2010/170_abril/miguel_a_fernandez170.asp (Consultado: 26-01-18).