Las opiniones son diversas acerca el papel que juega la confianza sobre la economía: desde quienes le atribuyen un rol clave hasta quienes cuestionan su incidencia. Al margen de las discusiones, en la acepción que argumenta lo difícil que es medirla, como la que indica la importancia del componente psicológico en la conducta de los inversores y del público en general, descartar su rol en forma absoluta sería despreciable.
Cuando los ciudadanos y agentes económicos de un país tienen la convicción acerca de que las políticas públicas y sus ejecutores son coherentes y certeros, deviene en algo que se denomina «reputación», lo que permite en forma hipotética apreciar por parte de ellos la conducta futura de los responsables de la administración pública y por ese conducto, las decisiones de invertir y de consumir se realizan en un marco de confianza; lo contrario implica incertidumbre pero incluso, como en la actividad económica el riesgo es inherente, así también lo es un cierto grado de incertidumbre que el clima de confianza ayuda a mitigar.
Desde hace poco tiempo se han estado aplicando dos encuestas en República Dominicana, con la finalidad de medir los niveles de confianza empresarial y del consumidor. La primera se realiza en forma sistemática desde el tercer trimestre del 2011, auspiciada por la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD) y la segunda, desde octubre del 2009, por parte del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD).
El Índice de Confianza Empresarial (ÍCE), a lo largo del periodo 2011-2018 que ha venido midiendo las encuestas, revela datos disimiles que denotan las distintas conductas de los inversores sobre la actividad económica. Los estudios de campo indican que la más baja valoración la alcanzó el tercer trimestre de 2011 con un 48.5% y la más alta en el primer trimestre del 2015 con un 61.8%. El más reciente estudio fue en agosto de 2018 con un 59.9%.
Asimismo, el Índice de Confianza del Consumidor (ÍCC) ha mostrado un comportamiento zigzagueante, típico de estos tipos de índices; el nivel más bajo de la serie de años 2008-2018 lo registró mayo de 2009 con un 59.5% y el más elevado mayo de 2014 con un 88.5%: para la escala de 0 a 200 puntos, siendo 200 la mejor puntuación. El dato más actualizado corresponde a junio de 2018 con un 73.6%.
Considerando que la confianza representa un activo intangible y clave para la economía: “habría espacio para inferir que la misma resulta ser escasa y difícil de preservar en economías en vías de desarrollo como la dominicana, que presenta debilidades institucionales que superar, por aquello de la transparencia, la seguridad jurídica, la seguridad de la información, entre otros aspectos”.
Los dos casos de confianza más recientes que pueden ser citados son el de Nicaragua y Argentina. El primero resultó a consecuencia de un intento de reforma a la seguridad social, la que no fue percibida por los trabajadores como un intento serio para asegurar un mejor futuro para el tiempo del retiro, dada la poca credibilidad de los actores públicos, lo que produjo un estallido social con varios centenares de pérdidas humanas y de gobernabilidad.
El segundo caso fue el argentino, cuya economía actual se encuentra en una de sus peores crisis contemporáneas, teniendo entre sus principales causales los problemas fiscales, la poca credibilidad de la política económica y de sus actores, generando una incertidumbre generalizada en la población, que solo confía en el dólar como moneda de refugio para proteger el poder adquisitivo del ahorro y la liquidez.
El gran interés en Argentina por el dólar, es la razón que explica que pese a que su precio es cada vez más alto, el ciudadano y el empresario continúen demandándolo, produciendo casi un desafío a la lógica microeconómica de la Teoría de la Demanda que señala: “que a mayor precio, menor cantidad demandada”, incluso, considerando la de tipo inelástica. La depreciación del peso argentino en lo que va del año, al cierre de agosto de 2018, supera el 53% y la tasa de interés de su Banco Central se ha fijado en un tope histórico del 60%.
En el país, un caso que sustenta la importancia del factor confianza sobre la economía aconteció con la divisa norteamericana, a partir de los primeros meses del 2003, haciendo que la cotización en el tipo de cambio se situara para mayo de 2004 en RD$48 por cada dólar. Sin embargo, desde que se conocieron los resultados de las elecciones nacionales y el anuncio de un cambio presidencial, se inició una tendencia hacia la disminución, el que para septiembre de 2004 se colocó en RD$37.62 y para diciembre continuó su descenso al situarse en RD$29.49.
Desde la perspectiva macroeconómica para los agentes económicos y el público en general, el papel que juega el resultado de las políticas fiscal y monetaria es clave para alcanzar y preservar la confianza, así como el estado nirvana: “suposición de que un estado de perfección es posible en el mundo real, y que como el mercado no logra llevarnos a ese punto, seguramente el Estado sí puede”.
Un resultado fiscal deficitario en forma permanente origina el endeudamiento público, así como más impuestos, los que son apreciados como las variables que amenazan el clima de confianza en el país. Mayores impuestos podrían disminuir la competitividad empresarial y el dinamismo de la demanda interna.
De igual manera, un mayor endeudamiento también podría implicar un problema monetario por el lado de una mayor base monetaria, la que si no es respondida por la autoridad monetaria para restringirla, amenazaría la tasa de inflación; la que a su vez se trasladaría a las tasas de interés nominal bancaria y al tipo de cambio nominal y, en consecuencia, se constituye en un factor perturbador para el clima de confianza empresarial y de los consumidores, alejándolos del estado nirvana aspirado que le confiere la estabilidad económica.
Al ser la confianza un activo intangible, pasa a constituirse en un recurso que genera valor en el presente y en el futuro de la economía, contrario a la incertidumbre, que origina un pasivo a corto y largo plazo, por el hecho de tener que contraer obligaciones y deudas que se constituyen en una especie de círculo vicioso perjudicial para las finanzas del país.