Las negociaciones con la Unión Europea están en «un momento crítico», afirmó el jueves la primera ministra británica, Theresa May, prometiendo que no permitirá que pongan en peligro «la soberanía británica de Gibraltar», que el gobierno español reclama desde hace años.
Londres y Bruselas anunciaron por la mañana haber alcanzado un acuerdo provisional sobre la futura relación entre Reino Unido y la Unión Europea tras el Brexit, previsto para el próximo 29 de marzo, con un periodo de transición hasta finales de 2020 que puede ser ampliado dos años más.
Esta debe aún ser validada, junto al proyecto de Acuerdo de Salida anunciado la semana pasada, en una cumbre europea extraordinaria convocada el domingo en Bruselas.
Pero ese visto bueno sigue en vilo por la cuestión de Gibraltar y por los futuros derechos de pesca de los europeos en aguas británicas.
«Las negociaciones están en un momento crítico», dijo May ante la Cámara de los Comunes en Londres. «Todos nuestros esfuerzos deben concentrarse en la colaboración con nuestros socios europeos para llevar este proceso a buen puerto», agregó.
En los últimos días, Madrid expresó sus reparos a ambos textos argumentando que no blindan su derecho de veto en las negociaciones futuras que han de definir en detalle la relación entre España y Gibraltar, enclave británico situado en el extremo sur de la península ibérica.
El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, que el jueves emprendió un viaje de dos días a Cuba, había insistido la víspera en que impondría su veto en la cumbre del domingo si no se satisfacen sus demandas.
«Hemos trabajado de forma constructiva con los gobiernos de España y Gibraltar en las negociaciones sobre el Acuerdo de Salida y queremos que este trabajo continúe en la futura relación», afirmó May.
Pero, en una conversación telefónica con Sánchez, «fui absolutamente clara en que la soberanía británica de Gibraltar se protegerá», agregó.
El jefe del gobierno gibraltareño, Fabian Picardo, dijo ante su propio parlamento: «España no necesita un veto para sentarnos en una mesa» de negociación.
Madrid reclama desde hace décadas la soberanía de ese próspero enclave cedido a la Corona británica en 1713 y siempre ha insistido en negociar cualquier asunto que le afecte directamente con Londres y no con Gibraltar, al que considera una colonia británica.
Tras 17 meses de negociación, Londres y Bruselas lograron cerrar el jueves un borrador sobre la declaración política que acompañará al acuerdo de divorcio y que «establece los parámetros para una asociación ambiciosa, amplia, profunda y flexible» tras el Brexit.
El documento prevé una «zona de libre comercio» y promete que Reino Unido recuperará una política comercial independiente, en la medida que la futura relación lo permita.
«Este es el acuerdo correcto para el Reino Unido», había dicho ante los medios May, declarándose «determinada a llevarlo a cabo», antes de reunirse en Londres con el canciller austriaco Sebastian Kurz, cuyo país tiene la presidencia de turno de la UE.
«Existen ahora algunas cuestiones relativas a Gibraltar con España, pero espero que podamos preservar la unidad de los 27» países de la UE, afirmó por su parte Kurz.
El portavoz de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, reconoció que «Gibraltar y la pesca son cuestiones que todavía deben abordarse y solucionarse», subrayando que corresponde ahora a los países de la UE resolver ambos escollos.
Madrid quiere negro sobre blanco en los textos negociados entre Londres y la Comisión Europea el principio, aceptado por sus socios en abril de 2017, de que tras el Brexit «ningún acuerdo entre la UE y Reino Unido podrá aplicarse al territorio de Gibraltar sin el acuerdo» de España.
«Si esto no se resuelve de aquí al domingo, España desgraciadamente (…) tendrá que votar no [al acuerdo del Brexit], y ejercer su capacidad de veto», dijo Sánchez el miércoles.
Respecto a la pesca, los europeos quieren garantizar el acceso de su flota pesquera a las aguas británicas al término del período de transición, una cuestión que representó un catalizador del voto a favor del Brexit durante el referéndum de junio de 2016.
Un traspiés de aquí al domingo podría dificultar el proceso de ratificación y acercar de nuevo los nubarrones de un temido divorcio sin acuerdo entre Reino Unido y la UE, contra el que han advertido instituciones como el Fondo Monetario Internacional.
Y si todo sale bien en Bruselas, May deberá aún salvar las reticencias de gran parte del parlamento británico, que tendrá la última palabra en un voto de ratificación probablemente antes de finales de año.