Se suele afirmar que el éxito de un partido de gobierno radica en que haya ganado varias contiendas electorales, sean consecutivas o no. Sobre lo indicado, ciertamente es difícil negar que tenga mucho de lógica y verdad; sin embargo, si queremos ser más exigente con el fundamento de lo asegurado, tendríamos que ir hacia la ponderación de los resultados de una gestión de gobierno y apreciar si éstos han beneficiado a la población.
En países donde la política se ejerce con mucho acento clientelar, habría que despejar los factores asociados a las dádivas gubernamentales, que permiten conectarla con los electores, los que normalmente tienen una visión cortoplacista, convirtiéndolos a un tipo de fidelidad inducida y pasajera con el partido de gobierno, de los resultados realmente positivos de la gestión gubernamental, que son los que verdaderamente recibe la población y legitima el éxito compartido.
Entonces, de lo que se trata es, que para poder explicar y entender si un partido en el ejercicio gubernamental ha sido verdaderamente exitoso, tendríamos que examinar si la impronta gubernamental ha sido compartida con la población y si las gestiones que la suceden, han logrado darle continuidad a aquello que ha traído resultados tangibles, especialmente en materia económica, social e institucional.
La argumentación del éxito compartido, implica apreciar el acierto como un camino de doble vía, donde por un lado, en la población se produce progreso económico y social, al margen de la filantropía y por el otro, el partido de gobierno ha ganado, al ser legitimado con la votación de los electores dentro de un ejercicio esencialmente democrático y competitivo.
Desde al menos del 1994 a la fecha, cuatro han sido los presidentes que han manejado los destinos del país y por lo tanto, cuatro también, han sido las transiciones presidenciales que ha vivido la democracia dominicana. La primera, acontecida en el 1996, cuando el Dr. Leonel Fernández, heredó el gobierno de manos del Dr. Joaquín Balaguer -que encabezó la presidencia durante el periodo 1994-1996; la segunda, la del Dr. Fernández al Ing. Hipólito Mejía en el 2000, la tercera, la del Ing. Mejía al Dr. Fernández en el 2004 y en el 2012, la del Dr. Fernández al Lic. Danilo Medina, desde ese año no ha habido sucesión presidencial.
Las transiciones presidenciales descrita precedentemente, sugieren de algún modo que han compartido el éxito de sus gestiones gubernamentales y que además ha habido continuidad, a excepción de un periodo, que explica el cambio de partido de gobierno y de presidente de la República.
En el caso de la primera transición presidencial, la economía a septiembre del 1996 creció en un 6.4 %, continuó expandiéndose en 1997 con un 8.9 %, más adelante, a septiembre del 2000 la economía creció en un 5.7 % y con el nuevo presidente y gobierno del 2000, el PIB se desaceleró en su ritmo de crecimiento en el 2001, al registrar un 2.5 %. Para el cambio presidencial del 2004, la economía crecía a tan solo 1.7 %; mientras que, un año después, para el 2005 el PIB aumento en un 9.4 % y para el relevo presidencial, aunque no de partido de gobierno, a septiembre del 2012, el PIB se expandió en un 2.8 %, en medio de la continuación de la crisis financiera internacional y altos precios del petróleo; mientras que, al año siguiente se elevó en un 4.9 % y para el 2018 en un 7.0 %.
A nivel del comportamiento de los precios de la economía dominicana, la tasa de inflación al cerrar el 1996 fue de un 3.95 % y para el próximo año de un 8.37 %; para el cambio de gobierno del 2000, a septiembre, la inflación era de un 7.03 %; en contraposición, para el septiembre del 2004 con el nuevo cambio de gobierno fue la más alta, con un 31.11 %; mientras que, con el nuevo gobierno a diciembre del 2005 era de un 7.44 % y a septiembre de 2012 era de un 3.57 %, manteniéndose a la baja hasta concluir el 2018 con un 1.17 %.
Por el lado del tipo de cambio del peso por el dólar estadounidense, la tasa de cambio a agosto del 1996 era de RD$ 12.87, luego para el mismo mes del 2000 era de RD$ 16.05; cuatro años más tarde, esto es, a agosto del 2004 se disparó a RD$ 42.10, luego, un año después y para el mismo mes del 2005 era de RD$ 29.13; cerrando en agosto del 2012 en RD$ 39.29 y para marzo de 2019 en RD$ 50.54.
Respecto a la tasa de desempleo ampliada, al concluir el 1996 la desocupación alcanzaba el 16.9 %, disminuyendo a un 13.8 % al cierre del 2000, luego para el 2004 aumento a un 18.4 %, volviendo a disminuir al finalizar el 2012 a un 14.8 % y al termino del 2018 ronda el 13.0 %.
En cuando al nivel de la pobreza general, al 2000 se situaba en un 31.8 %, luego al 2004 aumento a un 49.5 %; a partir de entonces, la tendencia general fue a la disminución, al colocarse en 2008 en 43.2 %, después en el 2012 a un 39.6 % y la más reciente, entre el 2017 y 2018 se ubica en un 25.5 %.
Como ha podido apreciarse, los resultados económicos y social, medido por el comportamiento del PIB, la tasa de inflación, el tipo de cambio, la tasa de desempleo ampliada y el nivel de pobreza general, descrito precedentemente, muestran progresos positivos y significativos, que permiten concluir, que el éxito compartido en distintas gestiones gubernamentales ha beneficiado a la sociedad y al partido de gobierno.
La interrupción registrada en los referidos indicadores para los años 2003 y 2004 no fueron suficientes para convencer al gobernante de turno que continuar en la administración pública, agravada por la reforma constitucional del 2002, le hacía daño a la macroeconomía del país y a la microeconomía de los ciudadanos, siendo solo los resultados electorales del 2004 la mejor respuesta a la aventura que ocasionó costos innecesarios sobre el país.
Para el 2012, con resultados económicos mejores que los del 2003/2004 y ante la petición de la gran mayoría de la matrícula del Congreso Nacional, el presidente de turno se hizo de oídos sordos y no modificó la Constitución, dando paso a unas elecciones democráticas, a compartir el éxito de su gestión y a una transición presidencial que ha continuado cosechando logros para beneficio de la sociedad dominicana.
De manera que, en la continuación del éxito compartido, la presente gestión gubernamental tiene la oportunidad de propiciar el fortalecimiento de la estabilidad, precondición necesaria para la profundización del progreso y el combate a los desafíos que aún tiene la República Dominicana, los que podrían colapsar y verse interrumpido, de trastornar la vida nacional con iniciativas que atenten la naturaleza de permanencia de la Carta Magna, presta solo para modificarse en ocasión de hacer que las instituciones se fortalezcan y para nuevas conquistas de la población y no para un interés particular.