Por JUAN CARLOS SANZ
Las encuestas a pie de urna apuntan a un virtual empate entre la derecha y el centro que condicionará la gobernabilidad
“Salid del agua y votadme”, fue el mensaje que había lanzado el primer ministro a quienes sacaban partido de la semifestiva jornada electoral en una playa de Netanya, al norte de Tel Aviv. El líder del Likud prosiguió incansable su campaña hasta el último minuto. “Si queréis que sigamos gobernando el Likud y yo tenéis que ir a los colegios electorales antes de venir a la playa”, recriminó a los bañistas, “o mañana os despertaréis con un primer ministro de izquierda”.
Con las escuelas, fábricas y oficinas cerradas, muchos israelíes se dirigieron hacia las playas en uno de los primeros días cálidos y soleados tras un invierno inusualmente largo en Oriente Próximo. La participación, que a las 18.00, cuatro horas antes del cierre de los colegios electorales, era del 52% de los 6,3 millones de electores censados, ha sido casi tres puntos inferior a la de las legislativas de 2015, en las que la tasa de afluencia final a las urnas rozó el 72%.
ENCUESTA A PIE DE URNA DEL REPARTO DE ESCAÑOS
Según el Canal 13 (televisión israelí)
Gesher (centro), Zehut (ultraderecha libertaria) y Balad (Lista árabe) no lograrían escaño al no superar el 3,25% de los votos nacionales.
Fuente: Canal 13 EL PAÍS
Netanyahu, de 69 años, en el poder de forma ininterrumpida desde 2009 y acosado por los escándalos de corrupción, regresó a primera hora de la tarde a Jerusalén y reunió a su equipo de crisis electoral. Luego dio su habitual campanada de la jornada de votación para movilizar a los indecisos de la derecha. Si en 2015 la voz de alarma fue el mensaje de que los árabes estaban votando “en manadas” frente a la abstención de los judíos, esta vez el grito de aviso ha sido la predicción de un vuelco izquierdista en favor del principal candidato de la oposición.
El exjefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, el teniente general Benny Gantz, de 59 años, no es el izquierdista que describió Netanyahu en sus mensajes de campaña, sino un centrista moderado, partidario de una negociación con los palestinos que apenas altere el statu quo de la ocupación y poseedor de una cierta conciencia económica y social, frente al neoliberalismo que caracteriza al Likud. Mientras el primer ministro parece contar en principio con el apoyo de más de 60 diputados para forjar una coalición gubernamental, su rival centrista no alcanza la mayoría absoluta.
En un fragmentado futuro Parlamento, con una docena de partidos disputándose el poder —la mayoría de ellos por debajo del 5% de los votos nacionales—-, y en el que las dos formaciones mayoritarias rondan el 30% de los sufragios, las combinaciones posibles para gobernar se convierten en toda una cábala. En la tierra de tradición mística judía, este arcano parece superar a todos los institutos demoscópicos, que se han curado en salud durante la campaña en sus cautelosas predicciones.
El bloque de centroizquierda, que ahora lidera la alianza centrista Azul y Blanco del exgeneral Gantz, agrupa a laboristas, una fuerza venida a menos que va encaminada a obtener una tercera parte de los escaños que recibió en 2015, en una catástrofe política en toda regla que cabe atribuir a su último líder, Avi Gabbay. También incluye a la izquierda pacifista de Meretz, que parece tener garantizada su presencia en la Kneset y sobrevive, con apenas cinco escaños, al límite de la irrelevancia.
La oposición sionista de centroizquierda no aceptará en ningún caso formar Gobierno con los partidos árabes —Haddas-Taal (siete escaños) y Balad (al filo de la exclusión)—, que cuestionan el carácter judío del Estado, pero sí puede aceptar su apoyo externo, sobre todo después de haber contribuido a bloquear una eventual investidura de Netanyahu. La tasa de participación en los municipios con mayoría de población árabe se situaba al filo del cierre de los colegios en mínimos históricos, según la prensa hebrea, tras alcanzar su máximo en 2015, con dos terceras partes de los censados.
Desde Cisjordania, el secretario general de la Organización para Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, consideró que los sondeos mostraban que «los israelíes han dicho no a la paz y sí a la ocupación», ya que «solo 18 de los 120 diputados de la nueva Cámara respaldan la solución de los dos Estados», es decir, un Estado palestino independiente.
Varios son los elementos desestabilizadores que comprometen la formación de Gobierno tras los comicios. La fragmentación de las coaliciones posibles apunta a que las exigencias de los partidos minoritarios se tornen disparatadas, tanto en carteras como en presupuestos, muy por encima de su representación real. La alternativa, de la que nadie quiere hablar por ahora en Israel, es una gran coalición según el modelo alemán entre Netanyahu y Gantz.
El bloque conservador, encabezado por el Likud de Netanyahu, congrega a media docena de partidos ultraderechistas, nacionalistas religiosos, colonos acérrimos defensores de la ocupación y píos ultraortodoxos. La previsión de chantaje político continuado es particularmente creíble en el campo de la derecha, donde los partidos ultraortodoxos —Unión por la Torá y el Judaísmo (judío askenazi, siete escaños) y Shas (sefardí u oriental, siete diputados)— suelen succionar fondos para sus instituciones religiosas y centros educativos. El partido Israel, Nuestra Casa también rozaba la exclusión. Liderado por el exministro de Defensa y Exteriores Avigdor Lieberman, defiende solo los intereses de la comunidad de origen ruso, laica pero ultraconservadora. La Unión de Partidos de Derecha (cinco escaños), mientras tanto, en la que priman los colonos religiosos de Cisjordania, ha incorporado a la formación Fuerza Judía, heredera del partido racista Kach, proscrito hace tres décadas y caracterizado por la violencia hacia los palestinos que propugnaba su jefe de filas, el rabino Meir Kahane.
El partido Nueva Derecha —codirigido por el ministro de Educación, Naftali Bennett, y la titular de Justicia, Ayelet Shaked, ambos antiguos dirigentes del Likud— entrará sin reparos en la coalición gubernamental si supera el umbral del 3,25% de los votos. Ese no es el caso de los centristas moderados y reformistas de Kulanu (cuatro escaños), cuyo líder, el ministro de Finanzas, Moshe Kahlon, puede oscilar entre el bloque conservador y el de centroizquierda, en función de las contrapartidas que obtenga a cambio de su apoyo.
Kahlon, procedente también del Likud, previsiblemente se inclinará por repetir su actual alianza con Netanyahu. La gran incógnita era la del líder de Zehut, Moshe Feiglin, que finalmente fue expulsado de la carrera por no superar el umbral mínimo. El dirigente de Zehut se había decantado después por un ultraliberalismo económico rayano en la supresión del Estado. Además de la despenalización del consumo de marihuana, había exigido durante la campaña el Ministerio de Finanzas como condiciones sine qua non para brindar su apoyo en la coalición gubernamental, que puede ser clave para la formación de Gobierno. La mitad de la población reconoce haber fumado derivados del cannabis al menos una vez en su vida pese a estar prohibido y sancionado.
Fuente: El País