Por Padre Luis Rosario
Santo Domingo (D.N.), República Dominicana.- A nuestras autoridades les está resultando difícil meter gato por liebre en lo de la Ideología de Género. El peor entendedor no necesita hacer mucho esfuerzo para saber de qué lado están.
Allí vemos el Código Penal, estancado por la insistencia del número uno en despenalizar el Aborto, un asunto acariciado por quienes se fajan con cualquiera para defender la Ideología de Género. Una comparsa de comunicadores pintados de modernistas, les hacen coro a las autoridades, tildando de fanáticos a quienes se oponen al desorden en materia sexual.
Según ellos, la postura recalcitrante de las iglesias las condena a su desaparición, a la buena o a la mala; porque “la religión es el opio del pueblo”, dijo en 1845 el olvidado Carlos Marx. Los marxistas que conquistaron el poder, lucharon por esa desaparición mediante represión despiadada. Les salió el tiro por la culata.
Otro tema, parte del paquete actualmente en silencio táctico, debido al cambio de mando en el gobierno del norte, es el sueño de la legación diplomática gringa, anterior de pintar este país color arcoíris, con respaldo oficial. Parece que se les acabó la pintura. La pava ya no pone donde ponía.
Ahora está al bate el MINERD que, en otras ocasiones y en el mismo asunto, se ponchó o no pudo batear. Con su Orden Departamental le ha puesto la tapa al pomo. Para muchos que hacen de bocina esa disposición es inofensiva, pues busca sólo enseñarles a los niños que hombres y mujeres deben respetarse con equidad. ¡Inocente mariposa!
Donde la botaron de ‘foul’ fue sacando por las greñas asesores para trazar los criterios de esa nueva forma de (mal) educar. Hablemos o no hablemos de los integrantes de ese Comité Externo es claro que, son conocidos. Y para que no quepa duda de la intención, les dieron una patada a las iglesias, gente incómoda, retrógrada, conservadora, atrasada y otras malas palabras perfumadas con amoníaco.
Hasta los más brutos son capaces de descubrir que lo malo de la Orden Departamental no está en lo que dijo, sino en lo que dejó de decir. “Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras.” Termino, porque la cosa está que arde.