Por César David Santana
I. Preámbulo
En el mes de julio de este año, en vísperas del anunciado discurso que –finalmente- pronunció el Presidente Danilo Medina, desistiendo de cualquier tentativa de Reforma Constitucional, con miras a habilitarlo para un eventual tercer período gubernamental consecutivo, tuvimos realizar un llamado a la reflexión, bajo el título “A propósito de la problemática interna del PLD”, el cual vio la luz a través del periódico digital “Olympus”.
En aquella oportunidad, encontrándose el país en ascuas, en virtud de las implicancias que podía tener aquella alocución, en caso de una postura contraria, aprovechamos para centrar el análisis en las derivaciones de las crisis internas de las organizaciones políticas mayoritarias, aún estando en el poder. De hecho, utilizando como símil histórico las conocidas disputas al interior del PRD, en los albores de su segundo ascenso al gobierno, luego de los 12 años de Balaguer, hasta el momento de su división final, a propósito de las elecciones de 2012, procuramos establecer un eventual paralelo entre aquello y lo que podría sobrevenir, en el actual Partido de Gobierno, habida cuenta de algunas semejanzas entre ambos, en términos de ideología y composición social.
En esta ocasión, ya en la víspera del proceso comicial interno –las primarias del próximo domingo, 6 de octubre-, nos parece más que oportuno retomar la reflexión, dado el hecho del ambiente de particular tensión que se vive entre los parciales de uno y otro de los bandos enfrentados, el cual se ha extendido a la población, en general.
II. La vista de largo plazo: la evolución del Partido desde fuerza testimonial a plataforma electoral
Aún cuando, a primera vista, pudiere parecer exagerado denominar al PLD de antaño como “fuerza testimonial”, lo cierto es que, por su discurso difusamente cuestionador del sistema, y su escasa voluntad de poder manifiesta, en el marco del electoralismo dominicano, es dable afirmar que hasta la mitad de los noventa el Partido de la Liberación Dominicana fue un fenómeno único en la historia política dominicana.
En la medida que era una organización de carácter doctrinal, fuera del “establishment”, y que funcionaba en base a una estructura de cuadros y militantes, propia de los partidos de izquierda, pero sin un programa ni una táctica revolucionarias, constituía, más bien, una especie de opción “centro-izquierdista”.
Dicha situación dio un giro importante, desde mediados de los noventa, concomitantemente con las crisis post -electoral de 1994 –Peña Gómez vs. Balaguer- y el desenlace favorable al PLD, que se resume en el acortamiento de dos años al último período gubernamental reformista y la convocatoria a elecciones presidenciales en 1996, bajo un nuevo esquema de doble vuelta. Dicha situación, a su vez, propició el ascenso al poder del partido de Bosch; sólo que ahora bajo la conducción de un equipo de relevo generacional, cuyo vocero y estandarte principal –en su condición de candidato presidencial- lo fue el Dr. Leonel Fernández.
En la medida que dicha victoria electoral se produjo sobre la base de una alianza formal con el caudillo reformista, a propósito de la segunda vuelta electoral, -el denominado “Frente Patriótico- el gobierno resultante, el del “nuevo camino”, surgió con una especie de “legitimidad a medias”, que pavimentó la vía para una aplastante victoria del Partido Revolucionario Dominicano, ya muerto su “líder histórico”, tanto en las elecciones legislativas de 1998, como en las presidenciales de 2000, en las que “coronaron”, llevando a Hipólito Mejía al poder, sin necesidad de segunda vuelta, pese a que –realmente- no llegó a sumar el 50% más uno del voto popular, como establecía la nueva Constitución.
III. La salida del poder en las elecciones del 2000 y sus consecuencias
Una de las consecuencias que tuvo para el PLD la derrota sufrida en esas dos elecciones, además de la pérdida correspondiente del poder, en todos los niveles, fue una especie de “shock”, de trauma, que llevó a la nueva “jerarquía” partidaria, y particularmente, a la “tríada” conformada –además del expresidente Fernández- por el candidato presidencial “derrotado” –Danilo Medina- y por el principal “estratega” político, -y vocero económico- Temístocles Montás, a plantearse un rediseño de la estructura –y la filosofía política misma- de la organización, como condición indispensable para poder seguir disputando el poder del Estado a la principal maquinaria electoral de entonces: el PRD.
Ciertamente, abandonando la antigua estructura de cuadros, la organización se “abrió” a quienes quisiesen “pasar”, se abolieron los rígidos requerimientos de entrada, vigentes en otras épocas, y el PLD, en poco tiempo, terminó convertido en un partido de masas, con una formidable capacidad de convocatoria, en calidad de fuerza política aglutinadora, la cual puso a prueba, exitosamente, a propósito de las elecciones de 2004, cuando, sobre la base de la reedición del conocido “frente”, derrotó, holgadamente, a un PRD desgastado por la crisis económica, de origen bancario, y por las pugnas a su interior.
Con dicha victoria se abrió un nuevo ciclo en la política dominicana, marcado por el predominio del partido morado, hasta hoy en el gobierno. Concomitantemente, también se inicia un proceso de “diferenciación” a su interior, que culmina una lucha abierta por el control del aparato estatal –y consecuentemente- de la maquinaria partidaria, con francos visos de fragmentación, de cara a las primarias del próximo domingo 6 de octubre.
IV. Las elecciones de 2008 y el surgimiento del “mesianismo” en el PLD
En esa línea de pensamiento, cabe destacar, como uno de los hitos más importantes en esta nueva ruta del Partido hacia su conversión, desde una fuerza “redentora”, con “veleidades castristas”, hasta una organización “centrista”, garantizadora de un dinámico proceso de modernización estatal, en el marco de una economía abierta y dependientemente inserta en la globalización, el proceso eleccionario de 2008, en tanto constituyó el primer ejercicio de reelección de un presidente peledeísta.
Como se recordará, entonces se dio un ríspido enfrentamiento entre el Presidente en reelección y quien pretendía sucederle como candidato, -alegando la necesaria “circulación de las élites”- quien, al final, cuestionó la legitimidad del resultado final, bajo la ya famosa expresión “me derrotó el Estado”; con lo cual sugirió el uso abusivo de los recursos del poder, de parte de su adversario. En aquella oportunidad, el candidato-Presidente, no sólo cuestionó la pertinencia misma de pretender sustituír a un gobernante exitoso, sino que –incluso- amenazó con sacar del Partido a su oponente. Diríamos que ese momento sentó las bases para la desafección hoy existente entre ambos dirigentes, al tiempo que decantó dos propuestas de liderazgo en torno a las cuales hoy se debate el futuro de la organización.
V. 2012, la “encrucijada del Presidente” y la “solución institucional”: la llegada al poder de Danilo Medina.
La coyuntura electoral de 2012 encuentra al PLD en una situación compleja. Por una parte, un Presidente con dos ejercicios consecutivos que no luce del todo “listo” para resignar el poder y que, invocando un liderazgo indiscutible, encamina esfuerzos para escoger al próximo candidato de su organización. Recuérdese la recolección de los dos millones de firmas, en su apoyo, como los aprestos de lanzamiento de su esposa –la Primera Dama- quien llegó a producir una alocución televisiva, de nivel nacional, en un claro intento de “sondeo” de la favorabilidad de su proyecto, el cual encontró una férrea oposición al interior del estamento partidario.
En esa tesitura, y dada la imposibilidad de una segunda reelección consecutiva, en virtud de los cambios negociados con una parte de la oposición, a propósito de la Reforma Constitucional que el Presidente Fernández logra votar en el 2010, queda despejado el camino para la presentación de una candidatura, verdaderamente alternativa, a lo interno de la organización, la cual recae –finalmente- en la persona de Danilo Medina, quien, aún por estrecho margen, logra parar en las urnas el vertiginoso regreso de Hipólito Mejía, quien, luego de numerosos avatares, se hace con la candidatura del PRD, en el marco de una visible hostilidad con el entonces Presidente de esa organización y anterior candidato a la Primera Magistratura de la Nación, el Ingeniero Miguel Vargas Maldonado, hoy Canciller de la República.
Así las cosas, comienza una verdadera “redefinición” del poder, al interior del PLD, desde los predios de Fernández hacia los de Medina, el cual, acorde al primero, es ahora quien “entrega los sobrecitos”, en una clara referencia al poder económico del Presidente de la República. El punto de cambio en esa situación se produce a propósito de la proximidad del proceso comicial de 2016, cuando el nuevo Presidente se lanza en busca de la reelección.
IV. 2016: el cambio en la correlación de fuerzas y el “choque de jefaturas”.
Efectivamente, al aproximarse el proceso comicial de ese año, el actual mandatario reúne al Comité Político de la Organización en busca de apoyo para la reelección, con la desaprobación del expresidente de la República y Presidente del Partido quien, luego de varios escarceos, ante un balance de fuerzas claramente desfavorable, decide “batirse en retirada”, no sin antes lograr la firma de un pacto que consagraba la no elegibilidad futura para el cargo, de Danilo Medina, así como una cuota de las candidaturas a senadurías, la rotación de figuras de ambos bandos en la Presidencia de la Cámara de Diputados, y –sobre todo- la continuidad constitucional de la presencia de su familia en el Palacio Nacional, a través de la reserva de la nominación vice-presidencial para su esposa, Margarita Cedeño de Fernández.
Medina, por su parte, además de la modificación constitucional que abre paso a su reelección, consolida su poder al interior del Partido, con una aplastante victoria en dichos comicios, fruto de una votación histórica –por vez primera- de más del 60% de los sufragios, emitidos en primera vuelta.
En términos generales, no obstante, si bien se aprecia la profundización de la “diferenciación” entre ambos bandos -con un componente de “desafección personal” cada vez más visible-, sobre la base de la observancia, en casi todos los puntos, del pacto de convivencia establecido en el 2016, el PLD ha logrado fortalecerse como organización exitosa en el poder, al punto que el actual Presidente sigue gozando de niveles importantes de aceptación entre la población.
VII. 2020: la conversión de la “grieta” en “zanja” con el rechazo de una nueva reforma constitucional y la admisión formal de la división en el Partido.
Llegados a este punto, las contradicciones por el control del Estado –y de la maquinaria partidaria- se han dimensionado en virtud del fracaso de la tentativa de una nueva reforma constitucional consecutiva, de parte del Presidente Medina, en busca de su habilitación como eventual candidato, incluso, para el mismo 2020. En la medida que dicha pretensión fue reconocida por él, en su ya famosa alocución al país, de julio pasado, no hace faltan otros comentarios al respecto.
Lo que sí es importante resaltar que, dado que dicha prohibición trasciende los próximos comicios presidenciales y –de hecho- se proyecta como una situación indefinida, la misma se convierte en caldo de cultivo para que el “objetado” pueda insuflar en su “grey” la disposición de luchar, a brazo partido, contra cualquier pretensión del expresidente Fernández de ostentar, por cuarta vez, la candidatura presidencial del PLD, habida cuenta del protagonismo que este exhibió en contra de la iniciativa. De hecho, en el discurso aludido, Medina, descalificando dicha aspiración, la cual atribuyó a un “sector minoritario del Partido”, se decantó por cualesquiera otros de los proyectos, a los cuales –en una generalización que se ha tenido cierta “pegada mercadológica”-, ha englobado bajo la denominación “sangre nueva”.
Efectivamente, en un principio, se constituyó una especie de “bloque”, integrado por todos los demás aspirantes allegados al llamado “Danilismo”, a excepción de Gonzalo Castillo, antiguo Ministro de Obras Públicas, quien, no obstante, al ser “baloteado” con los demás aspirantes, mostró el nivel más alto de aceptación, de parte de los electores, con lo cual logró ser declarado candidato “oficial”, no sin generar resquemores –al menos- en otros dos participantes, que se retiraron de la “contienda”, alegando favoritismo, por parte del Gobierno.
Así las cosas, hemos llegado al punto más álgido de la campaña electoral “interna”, con un PLD visiblemente escindido en dos propuestas principales: Leonel Fernández, quien, al decir de uno de los candidatos descartados, representa el “retornismo”, y el Ingeniero Castillo, visto por sus opositores como “valido” del Presidente Medina, quien, estaría medrando a la “sombra” de los favores del poder palaciego. Hasta aquí los “hechos”. Toca ahora, algunas reflexiones en torno a lo que podrían representar ambos proyectos.
VIII. Octubre 6, 2019 y los dos bloques enfrentados: la propuesta “mesiánica” contra la “orgánica”. Leonelismo vs. Gonalo-danilismo.
Aún cuando el epígrafe superior parece justificar la necesidad de una “entrega” adicional de este escrito, exclusivamente, para tratar eso de las implicancias de uno u otro proyecto; habida cuenta de que estamos a las puertas del día “D” (las primarias), urge decir algo al respecto. Antes de hablar, sin embargo, de lo que las distingue, es preciso señalar los lugares comunes de ambas propuestas.
Al respecto, siguiendo el hilo de todo lo antes apuntado, lógico es concluir que, en la medida que el PLD experimenta una apreciable “metamorfosis” hacia un partido –plenamente- del sistema, depositario de una formidable maquinaria electoral, y detentante de una clara mayoría en todos los órganos del poder político en R.D., es casi imposible encontrar una diferencia radical entre los bandos en disputa, cimentada en una real diferencia doctrinaria.
Por el contrario, ambos entornos han sufrido los efectos del paso del tiempo. Sus líderes y dirigentes superiores han dejado de lado originarias inclinaciones “izquierdosas” y hoy se encuentran –plenamente- incorporados al denominado sistema democrático. Ambos, igualmente, han trillado la senda de la movilidad social ascendente que facilita la política ejercida desde el poder. En los casos de los cabezas reales de ambos bandos –Leonel y Danilo-, trátase de profesionales procedentes de los estratos bajos de la clase media que se han convertido en verdaderas figuras, conocidas –uno más que otro- allende los mares.
En la medida que han construido liderazgos pro-sistema, han tenido que adaptarse a las reglas de juego de la política, aceptando, sino como buenos y válidos, al menos, como aceptables, ciertas “rémoras” que invaden a los partidos otrora “cuestionadores”, una vez se tornan en fraguas de poder; dígase, el clientelismo y el corporativismo o, si se prefiere, la sutil y envolvente “madeja” que suele resultar de la combinación de ambos: el corporativismo clientelar. El partido, como puerta a la posición pública, deja de ser “Ara”, para convertirse en “pedestal”, y en esa “empresa”, todos nos comprometemos, con diferentes niveles de responsabilidad, en aras de la participación de todos.
Lo anterior para nada equivale a renegar de los progresos que ha experimentado el país en todos estos años de gobiernos peledeístas. Una cosa es que los “morados” se hayan beneficiado más que los que han permanecido fuera del poder; otra cosa es negar el avance la nación y la sociedad dominicana. En tal sentido, ahí están todas las estadísticas de los organismos internacionales, que no nos dejan mentir. No sólo ha habido “crecimiento” económico, sino también “derrame”. Las cifras de crecimiento del ingreso, combinadas con las de reducción de la pobreza, son suficientes para respaldar la afirmación anterior.
El progreso comenzó desde el primer gobierno, de Leonel Fernández, en 1996 y no se ha detenido, por el contrario, se ha mantenido y se ha “cualificado” durante las administraciones de Danilo. Qué significa esto último? Que los frutos del crecimiento se han repartido más, impactando más a los más desfavorecidos. También en este punto podríamos mostrar datos elocuentes. Pero, más que las cifras, está el razonamiento económico. En la medida que se ha ido produciendo un vuelco favorable hacia el gasto social, en esa medida resulta lógico que se haya acelerado la reducción de la pobreza, el aumento de las prestaciones a la Ciudadanía, de parte del Estado: Tanda extendida, Estancias infantiles, Centros de Atención a la discapacidad, 911, República Digital, crédito colectivo estatalmente patrocinado (visitas sorpresas), etc., para sólo señalar las iniciativas más señeras; todas las cuales, tienen un denominador común: su potencial de cubrir a sectores cada vez más amplios de la población, propiciando con ello mayores niveles de “inclusión social”.
Para sólo avalar nuestras afirmaciones con lo dicho por una de estas fuentes internacionales señaladas, reproducimos un par de señalamientos vertidos por el Director para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional, el economista Alejandro Werner, en el contexto de una entrevista publicada en la prensa matutina de hoy.
¿Cuál considera usted es el actual desempeño de la economía dominicana en un contexto pre-electoral local y de incertidumbre global?
Antes que nada, quisiera señalar que el rápido crecimiento registrado por República Dominicana en los cinco últimos años es notable: la economía se expandió en promedio 6Ω% en ese período y el crecimiento alcanzó un máximo de 7% en 2018. Esa es la tasa más alta de América Latina y el Caribe y la novena más rápida del mundo. Gracias a la expansión económica y a la política social en que se centró el gobierno, se han creado muchos empleos nuevos, el ingreso real ha aumentado, y la pobreza y la desigualdad han disminuido significativamente. (1)
A decir verdad, lo anterior parece la clave para entender cómo un partido, pese a los males ancestrales propios del “subdesarrollo”, no sólo ha podido “reciclarse” en el poder, con más de un presidente, sino cómo –lejos de disminuir- ha ampliado su ventaja electoral en cada certamen.
Llegado a este punto, cabe preguntarse a qué atribuir este desempeño mejorado del actual gobierno. Podrían señalarse varios factores. Dada la necesidad de concluir, no obstante, nos limitaremos a un aspecto que nos parece decisivo. La alta sensibilidad social mostrada por la Administración Medina, combinada con su permeabilidad frente a las demandas del colectivo social, como lo demostró en el caso del 4%, aunado a una visible racionalidad, cercana al sentido común, como se ha evidenciado en la cuestión del presupuesto, donde ha logrado aumentar los recaudos, en base a hacer el cobro más eficiente, sin recurrir, a cada rato, a las enojosas reformas fiscales; para no hablar de un cierto estil; personal y familiarmente, austero, ajeno a toda “pompa” y a todo “envanecimiento” y despilfarro. Todo ello, sin descuidar la inversión de capital, no sólo en carreteras y puentes, sino en infraestructura de energía (Punta Catalina) y de agua (Monte Grande), ambas cruciales para apuntalar la capacidad productiva del país.
Se dirá que el candidato esta vez no es medina, sino su “delfín” y que, en tal medida, no hay forma de asegurar que éste siga la misma senda de su predecesor. Ciertamente, seguridad total no la hay. En política no hay forma como eliminar –de forma absoluta- la incertidumbre. Pero, lo cierto es que es más probable que siga el mismo camino quien lo ha transitado y, de hecho, al recorrerlo se ha encumbrado hasta la precandidatura presidencial, que, quien, además de tener otro tipo de “visión”, que le es propia –y que, en su momento, le dio resultado-, en la medida que está enfrentado –de hecho- al gobierno actual, procura poner distancia del mismo y a “relativizar” sus resultados.
De hecho, algunas de las propuestas que hemos visto por televisión, del Primer Presidente peledeísta, parecen una reiteración de ese estilo, un tanto “faraónico”, propio de otros tiempos: una extensión del Malecón de Santo Domingo, un puente que unirá tal sitio con otro, y en fin: “mega-obras” de infraestructura, generalmente ubicadas en la Capital, y que, por lo mismo, tienen una “cobertura” limitada. La excepción lo sería ser el ferrocarril sur-norte, que –ciertamente- podría beneficiar a más gente. En todo caso, el problema sigue siendo el “estilo” de hacer decisiones que implican utilizar el dinero de los contribuyentes sin que medie un ejercicio creíble de formar un real “consenso”, como sí pasó con el 4%!
De todas maneras, la suerte está echada. Hay que votar en las primarias del próximo domingo, con el ánimo democrático de respetar los resultados, sean cuales fueren. Ninguna otra cosa puede hacer aceptable. No hay excusa creíble. El operativo electoral viene siendo montado con gran antelación por una junta cuidadosamente seleccionada, en base a un ejercicio plural de consulta. El calendario se conoce desde hace tiempo y todos han tenido la oportunidad de participar, observar y hasta de objetar en el momento adecuado. Ya uno de los dos candidatos –el “novicio”- ha dicho, claramente, estar en disposición de aceptar el veredicto de los votos; mal podría hacer quien ha ostentado en tres oportunidades la banda tricolor con condicionar su aceptación a la favorabilidad de los mismos con su causa y la de sus no menos “escépticos” seguidores.
(1): LISTIN DIARO, VERSIÓN DIGITAL, 2 de octubre de 2019. (los subrayados son nuestros, CDS).-
CDS. 2/10/2019.-