Airados, asustados o determinados. Los jóvenes se convirtieron en la punta de lanza de la lucha contra el cambio climático y en un elemento de presión ineludible para los dirigentes mundiales.
Miles de ellos marchan este viernes en Madrid junto a la adolescente sueca Greta Thunberg para reclamar actos concretos a los firmantes del Acuerdo de París reunidos en la capital española.
– ¿A la cárcel? (Rusia)
Hace unos meses, Arshak Makichyian, estudiante en el Conservatorio de Moscú, oyó hablar por primera vez de Thunberg. Desde entonces, dejó de lado el violín para defender el futuro del planeta.
«Se me hacía extraño tocar el violín mientras se hundía el Titanic. No puedo salvar la civilización tocando», afirma este joven, de 25 años, que llegó desde Moscú encadenando trenes y buses.
Durante varias semanas, salió a la calle solo con su pancarta, porque «la manifestación de una sola persona es la única manera de manifestarse sin autorización del gobierno».
Después se organizó con otros: «Formábamos una fila: una persona delante mostraba una pancarta y otra tomaba luego el relevo. Es arriesgado porque si la segunda la levanta demasiado rápido, la policía te detiene».
Makichyian fue arrestado en octubre y ahora espera su juicio previsto este mes. «Seguramente me detendrán cuando regrese a Moscú», pero «continuaré con mis acciones».
– «Tengo miedo» (Argentina) –
Al tomar conciencia del calentamiento, Nicole Becker, de 18 años, dejó sus estudios de psicología por el derecho internacional.
«El cambio climático cambió mi vida (…) A él me dedico cada día porque tengo miedo. Es lo único que me hace sentir realizada: transformar la conciencia en acción», explica en inglés esta joven argentina.
«Hace un año, era militante feminista», prosigue. «Pero entendí que la cuestión medioambiental es también social, no es algo aparte».
Este es además su mensaje en Madrid. «Nuestro desafío más importante es cambiar el discurso respecto al cambio climático. Es un problema social, un problema de derechos humanos».
«Algo haremos si ellos (los dirigentes, ndlr) no hacen nada. Ellos no lo entienden porque no van a pagar las consecuencias. Yo sí», asegura.
– «Perdimos nuestra casa» (Australia)
Con 18 años, a Chloe McCann le cuesta mantener la esperanza, pero continúa luchando para evitar que otros experimenten la tragedia que golpeó a su familia. «Cuando era más joven, hubo un incendio forestal, no tuvimos suerte, perdimos nuestra casa», dice esta estudiante de Launceston, en Tasmania.
«El cambio climático exacerbó estos incendios», se lamenta respecto a estos fuegos que se multiplican en Australia, donde muchos sufren una «ansiedad climática». «Y quizás yo también».
Aunque «pensar en el destino trágico que nos aguarda», la «deprime» y «preocupa», no lamenta estar en la COP25.
«Escuchar la voz de la juventud, que aporta nuevas ideas, es un regalo para esta conferencia. Y es muy bueno para nosotros, en tanto que futuros líderes, futuros adultos, estar preparados para cuando llegue nuestro turno».
– Llevar la voz de los «invisibles» (Francia/Quebec)
En tanto que francesa «privilegiada» y estudiante en Quebec, Léa Ilardo no está «directamente» afectada por el cambio climático. Pero ve los desastres que suceden en todo el mundo.
«Leo las noticias y veo a la gente morir en el mundo, sufrir, desplazarse. Siento que mi papel es llevar a cabo este combate por las personas cuya voz se ha ‘invisibilizado’ y que deben defender su vida antes que elevar su voz», afirma esta joven, de 21 años.
«Hablo con mis amigos y no nos lo confesamos, pero es aterrador pensar que no sabemos en qué mundo viviremos dentro de 10 años y que hoy ya hay gente que sufre de lleno las consecuencias y que sin embargo esto no basta» para tomar medidas.
Después de varios días en la COP25, encuentra «frustrante» estar donde se toman las decisiones sin poder hacer nada al respecto.
«¿A qué esperamos? ¿De verdad la humanidad está tan ciega para infligirse tanto daño?»
– «Los que no tienen miedo es porque no saben» (Japón)
Shiina Tsuyuki finalizó la secundaria en Indonesia y regresó a Yokohama, en Japón, para tratar de informar a sus compatriotas sobre los desarreglos climáticos.
«En Japón, es muy difícil estar informado sobre el calentamiento», asegura esta estudiante de 18 años. Tampoco el potente tifón Hagibis que golpeó el país en octubre parece haber cambiado nada, deplora.
«Ningún amigo en la universidad se interesa por el medio ambiente. No tienen miedo porque no saben lo que pasa. Pero mi lucha es ahora decirle a la gente, sobre todo a los jóvenes, que deben actuar».
La joven japonesa conoció a Greta Thunberg en la COP24 hace un año en Polonia. Todavía no era famosa, pero «la escuché y me inspiró». «Me enseñó esto: +¡no hay excusa, actúen!».