Donald Trump tiene a partir de ahora un nuevo y poco envidiable lugar en la historia tras convertirse en el tercer presidente de Estados Unidos que se enfrentará a un «impeachment».
Este miércoles, la Cámara de Representantes acordó someter al mandatario a un juicio político por abuso de poder y obstrucción al Congreso.
Si es hallado culpable en ese futuro proceso, el presidente será destituido, aunque las probabilidades de que eso ocurra son reducidas.
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La Cámara dio luz verde al impeachment por 230 votos a favor y 197 en contra por abuso de poder; y por 229 a favor y 198 en contra por obstrucción.
«Esto es un suicidio político del Partido Demócrata«, manifestó el presidente durante un mitin en Michigan, poco después de que se conocieran los primeros resultados de la sesión en el Congreso.
La Casa Blanca publicó un comunicado posterior en el que aseguró que el presidente estaba «seguro de que será totalmente exonerado» en el juicio ante el Senado.
La votación se produjo luego de un largo debate que se extendió durante más de 10 horas y en el cual los argumentos -al igual que la votación final- estuvieron mayormente alineados con las afiliaciones políticas de los legisladores.
Solamente dos presidentes estadounidenses anteriores han sido sometidos a un impeachment en la historia del país: Andrew Johnson, en 1868; y Bill Clinton, en 1998.
Ambos salieron bien parados, aunque Johnson lo logró por poco, pues apenas faltó un voto para que fuera condenado.
El proceso de impeachment contra Trump se originó a partir de una investigación sobre un supuesto intento por parte del mandatario de usar la ayuda militar de Estados Unidos a Ucrania para presionar al gobierno de ese país para que abriera una investigación contra Joe Biden, uno de los dirigentes del Partido Demócrata con más opciones de disputarle la presidencia en las elecciones de 2020.
A esa acusación se añade la negativa de la Casa Blanca a colaborar con los legisladores durante el proceso de investigación para el impeachment, lo que dio origen a las acusaciones por obstrucción al Congreso.
Una jornada intensa
El debate fue abierto por la líder demócrata en el Congreso, Nancy Pelosi, impulsadora de la iniciativa.
«Durante siglos, estadounidenses lucharon y murieron para defender la democracia, pero tristemente ahora la visión de los padres fundadores de la república está bajo amenaza por las acciones de la Casa Blanca», manifestó.
«Si no actuamos ahora, estaremos abandonando nuestro deber. Es trágico que las osadas acciones del presidente vuelvan necesario el impeachment. No nos ha dado otra opción».
Durante el debate, los legisladores del Partido Demócrata insistieron en que Trump había puesto su interés político personal por encima del interés nacional, abusando del poder de su cargo para presionar indebidamente a Ucrania con el fin de hacer que interfiriera en la campaña presidencial -perjudicando a Biden con el anuncio de las investigaciones en su contra- y socavando de esta manera la democracia.
Además, cuestionaron la negativa de la Casa Blanca a permitir que funcionarios del gobierno de Trump acudieran a las audiencias de investigación o entregaran los documentos oficiales requeridos para poder sustanciar el caso.
Los representantes del Partido Republicano, por su parte, afirmaron que los demócratas quieren sacar a Trump de la Casa Blanca desde el primer día de su gobierno y consideraron que la investigación del impeachment no había sido justa ni imparcial.
De igual modo, afirmaron que no hay evidencias de que el mandatario haya incurrido en los cargos que se le imputan y que todo el proceso se basa en «rumores y conjeturas».
La jornada reflejó la profunda división entre ambos partidos y la votación terminó -como se esperaba- siendo aprobada por la mayoría del Partido Demócrata en la Cámara Baja.
Respuesta de Trump
Pese a que Trump no estuvo presente en el debate, manifestó su oposición al proceso en repetidas ocasiones durante el día a través de Twitter, en un tono cada vez más agresivo.
«Unas mentiras tan atroces de la izquierda radical, de los demócratas inútiles. Esto es un ataque contra Estados Unidos y un ataque contra el Partido Republicano!!!!», manifestó en un mensaje escrito con letras mayúsculas.
El presidente recibió el resultado de la votación desde un mitin en Michigan, en el que aseguró que no estaba preocupado.
«Es un suicidio político para el Partido Demócrata«, consideró, en una clara referencia a las elecciones presidenciales que se celebrarán en noviembre de 2020 y en las que se juega su reelección.
Trump consideró que la Cámara de Representantes estaba «tratando de anular las papeletas de decenas de millones de estadounidenses patrióticos» y, como en ocasiones anteriores, tildó de ilegal el impeachment.
El día previo a la votación, el presidente envió una dura carta a la presidenta de la Cámara de Representantes, la líder demócrata Nancy Pelosi, en un intento de frenar el proceso.
En esa misiva, el mandatario acusó a Pelosi de declarar «una guerra abierta contra la democracia en Estados Unidos».
La líder demócrata, por su parte, consideró la carta «ridícula».
Análisis de Jon Sopel, editor de la BBC para Norteamérica
Está hecho. Donald Trump ya es el tercer miembro del club exclusivo del que nadie quiere ser miembro, del grupo de los presidentes estadounidenses enviados a juicio político.
Sin embargo, los redactores de la Constitución y en particular de la disposición del impeachment tal vez nunca habrían imaginado el hiperpartidismo, de ambos lados, que se ha presenciado durante los estériles debates en la Cámara este miércoles.
Cada partido (demócratas y republicanos) con su propia narrativa, ninguno de los dos escuchando al otro. Podría decir con cierta certeza -apostaría todos mis regalos de Navidad- que la situación será muy parecida una vez que se instale el juicio en el Senado el próximo año.
Donald Trump será absuelto. No será obligado a abandonar el cargo. Entonces, ¿qué cambia?
Bueno, el presidente tendrá un lugar en los libros de historia por lo que acaba de pasar y para un hombre con ese gran orgullo propio es algo que seguro que le dolerá extremadamente.
¿Pero, 2020? Lejos de ser un golpe fulminante contra Trump, esto podría darle un impulso en su intento por un segundo mandato. Hay que recordar que la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, siempre fue cautelosa respecto a la posibilidad de tomar el camino del juicio político presidencial.
El próximo noviembre descubriremos si esas preocupaciones estaban bien fundadas.
¿Y ahora, qué?
Tras la votación de este miércoles, el impeachment pasa al Senado, donde se realizará el juicio político, que se espera tendrá lugar en enero.
La Constitución estadounidense establece que durante ese proceso los senadores actuarán como un jurado, mientras que un grupo de miembros de la Cámara de Representantes tendrán el papel de acusadores.
El presidente de la Corte Suprema, el magistrado John Roberts, será quien dirigirá el juicio.
Al final, debe realizarse una votación pública. Para que haya una condena y Trump sea destituido deben votar en su contra más de dos tercios de los senadores (67%).
La Carta Magna estadounidense no especifica cómo debe realizarse el juicio, aunque existen algunas normas aprobadas por el Senado en la década de 1980 que pueden servir de orientación.
En todo caso, los miembros de esa Cámara deberán ponerse de acuerdo sobre las reglas más importantes como, por ejemplo, si se permitirá la presentación de testigos, el tipo de evidencia que se aceptará o la duración del juicio.
El ejemplo moderno más reciente fue el impeachment en contra de Bill Clinton en 1998, cuando no se permitió la presentación de nueva evidencia y solamente se aceptaron testimonios pregrabados de testigos clave.
En la actualidad, los líderes de ambos partidos en el Senado han dado muestras de tener posiciones muy distintas sobre cómo debe realizarse el juicio contra Trump, aunque parecen coincidir en su deseo de evitar que el proceso se les vaya de las manos y se convierta en una suerte de espectáculo político, subrayan los analistas.
El líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, ha dicho que quiere que testifiquen algunos altos funcionarios del gobierno como el jefe de gabinete de Trump, Mick Mulvaney, o el ex asesor de Seguridad Nacional John Bolton.
La prensa estadounidense ha dicho, en cambio, que el presidente del Senado, el republicano Mitch McConnell, no es partidario de permitir la presentación de testigos.
Una vez que se fijen las reglas del juicio, se determinará la fecha de inicio del proceso y los senadores deberán hacer un juramento de imparcialidad.
A pesar de ese compromiso, las expectativas existentes apuntan a que la mayor parte de los miembros de la Cámara Alta terminen votando de acuerdo con la posición de su partido.
Recientemente, McConnell dijo que los senadores republicanos van a actuar en «coordinación total» con el equipo del mandatario durante el juicio y votarán en contra del proceso.
De ser así, Trump saldría exonerado del proceso gracias a los votos de la mayoría republicana en la Cámara Alta.
La duda entonces sería si todo este proceso habrá servido para fortalecer o debilitar sus opciones de alcanzar la reelección en 2020.
¿Cómo llegamos hasta aquí?
El proceso contra Trump se originó después de que un funcionario de la comunidad de inteligencia presentara una denuncia ante una instancia interna de control acerca de una llamada telefónica que el mandatario estadounidense sostuvo el pasado 25 de julio con su homólogo de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
La información difundida sobre ese diálogo muestra cómo Trump le pidió a Zelensky investigar al precandidato presidencial demócrata Joe Biden, cuyo hijo Hunter trabajó para una empresa de gas en Ucrania.
La conversación entre los dos mandatarios se produjo pocos días después de que Trump instruyera al gobierno de Estados Unidos a retener sin una justificación aparente unos US$391 millones en ayuda militar a Ucrania, que habían sido aprobados por el Congreso.
De acuerdo con la visión del Partido Demócrata, estas acciones constituyen una especie de intercambio de favores con el que Trump estaba presionando al mandatario ucraniano, aprovechándose de su cargo para obtener beneficios políticos personales.
Desde el Partido Republicano, en cambio, se afirma que no hay pruebas de que la Casa Blanca hubiera impuesto algún tipo de condicionalidad a Ucrania para entregarle la ayuda y que, de hecho, esa ayuda se entregó posteriormente sin que Kiev hubiera abierto investigación alguna contra Biden.
Fuente: BBC Mundo