Una multitud marcha por las calles de Bagdad , Kerbala y Najaf para dar el último adiós a Qasem Soleimani
Al grito de “revancha”, “muerte a América” y “la venganza está cerca”, una multitud marchó ayer por las calles de Bagdad, Kerbala y Najaf para dar el último adiós a Qasem Soleimani y Abu Majdi Al Mujandis, los dos comandantes chiíes, uno iraní y el otro iraquí, asesinados en la madrugada del viernes por orden del presidente estadounidense, Donald Trump.
Estos crímenes amenazan con desestabilizar todo Oriente Medio y condenan a Irak a ser escenario de un enfrentamiento armado entre Estados Unidos y las milicias proiraníes.
“No los olvidaremos”, gritaban decenas de miles de personas, muchas de ellas con trajes de milicianos, que recogían el sentir de una parte de la población que les agradece, entre otras cosas, su liderazgo en la lucha contra el Estado Islámico.
No comparte el mismo sentimiento otro sector de la población iraquí que no sólo ve con desconfianza la cada vez mayor intervención iraní, sino que critica el poder que han ganado las milicias, especialmente las que apoya Teherán.
En la plaza Tahrir de Bagdad, donde miles de iraquíes protestan desde octubre contra la corrupción del sistema político y la intervención extranjera –tanto estadounidense como iraní–, se apunta a algunas de estas milicias como responsables de la represión que ha matado a unos quinientos manifestantes.
Decenas de miles de milicianos despiden a Soleimani y Al Mujandis en Bagdad
“Estamos preocupados, sin duda. El país ha vuelto a una situación caótica y todos parecen haberse olvidado de que nosotros estamos aquí, arriesgando nuestras vidas para luchar por un cambio”, aseguraba a través del teléfono Alí, un joven activista que lleva en la plaza desde el comienzo de las protestas. “Uno de nuestros problemas era la intervención de Soleimani en los asuntos de Irak, pero me temo que el país quede convertido en un campo de batalla”, aseguraba Ali.
Muchos tienen miedo, dice, en especial de que Irak sea el teatro donde Irán y Estados Unidos salden sus disputas. La creciente tensión llevó ayer a la OTAN a suspender el programa de formación de las fuerzas de seguridad iraquíes, y EE.UU. hizo lo mismo.
Nadie duda de la venganza iraní, aunque tampoco nadie se aventura a precisar el dónde y el cuándo. Irán sabe que el ejército estadounidense es muy superior, pero tiene muchos aliados, grupos armados que forman un “eje de resistencia” desde Irak hasta el Mediterráneo y que cuenta también con apoyos en el norte de Yemen. Tanto Israel como Arabia Saudí, principales aliados de EE.UU. en la región, están amenazados por estas milicias. El estrecho de Ormuz, por donde circula un 20% del petróleo mundial, también es un objetivo que ayer mencionaban los dirigentes de los Guardianes de la Revolución. Irán atacó en junio a un par de petroleros en esa zona y en septiembre atacó con drones la principal refinería saudí.
Mientras tanto, la presión social y política contra la presencia militar estadounidense en Irak sigue en aumento. El Parlamento tiene programada para hoy una sesión extraordinaria para discutir, precisamente, la presencia de estas tropas.
Qasem Soleimani era el arquitecto de la expansión iraní por Oriente Medio. Como líder de la fuerza Al Quds, brazo exterior de los Guardianes de la Revolución, respondía directamente ante el líder supremo Ali Jamenei.
Los iraquíes quieren un gobierno contra la corrupción y el sectarismo
Durante el funeral en Bagdad se sucedieron los cánticos contra “América, el gran Satán”. Entre la multitud había muchos milicianos de Kataeb Hizbulah, la milicia que lideraba Abu Majdi al Mujandis y que es una de las más importantes del Frente de Movilización Popular, la organización que vertebró la lucha contra el Estado Islámico. En este frente hay decenas de milicias chiíes, y muchas tienen el apoyo de Irán.
El general Soleimani, Haj Qasem, como se le conoce en Irán, frecuentaba mucho Bagdad desde el inicio de las protestas, a principios de octubre. El descontento con la estructura del Estado, heredada de la invasión estadounidense del 2003, iba en aumento, especialmente en la comunidad chií, la más numerosa. La corrupción, la desigualdad y la división sectaria son las principales quejas de la población, que exige un nuevo gobierno formado por tecnócratas independientes de Washington y Teherán.
Soleimani viajaba con tanta frecuencia a Bagdad que no era costumbre que Al Mujandis, considerado el iraquí más cercano a Irán, lo recibiera en el aeropuerto. Pero no fue así el pasado viernes. “El mártir Soleimani –dijo un miembro de la administración iraní–era un invitado oficial del Gobierno iraquí cuando un país extranjero que está ilegalmente allí cometió el crimen”. Ambos comandantes iban en una caravana de dos coches junto con otras ocho personas cuando fueron alcanzados por un misil lanzado desde un dron estadounidense.
El primer ministro en funciones, Adel Abdul Majdi, que ayer asistió al funeral al lado de muchos políticos y comandantes de las milicias, aseguró que el “asesinato” había una “flagrante violación de las condiciones que autoriza la presencia militar estadounidense en Irak”.
Al funeral también asistió Haider al Amiri, otro hombre cercano a Soleimani y líder de la Alianza Fateh, partido que fue el segundo más votado en las elecciones del 2017 y que posiblemente, en ausencia de Al Mujandis, tendrá ahora un papel aún más relevante. Ayer prometió expulsar a Estados Unidos de Irak.
Al Mujandis fue enterrado en Kerbala, en el mausoleo del imán Husein. Soleimani lo será hoy en su ciudad natal, Kermán, después de un recorrido que lo llevará primero a Mashad y Teherán.
Fuente: La Vanguardia