Por Maximiliano Carranza
Este 5 de febrero es un día importantísimo para la vida pública de los mexicanos: no solo porque nos regalaron un puente (que sí está bien chido después de la sacudida de enero), sino que también conmemoramos los 103 años desde la promulgación de la Constitución de 1917 y de paso, recordamos con gusto la Constitución de 1857 que curiosamente también se ratificó en esta misma fecha. Sin embargo, a pesar de que nos hemos chutado estas festividades desde pequeñitos, poco sabemos de las historias detrás de este valioso documento que rige a México.
Y una de esas historias, chance la más interesante, tiene nombre y apellido: Perfecto Arvizu Arcaute.
Cuando pensamos en la época de la Constitución nos vienen a la mente nombre como Carranza, Villa, Obregón o Zapata… pero aunque sí hicieron lo suyo para construir el México que conocemos, imagínense que fue un hombre, solito, el encargado de escribir a mano la Carta Magna de nuestro país.
Perfecto Arvizu Arcaute, nacido en Querétaro, era un artista que (gracias a sus famosas habilidades con la pluma) fue elegido como el calígrafo oficial del Congreso en 1917.
La Cámara de Diputados recuerda la curiosa manera en la que el señor Arvizu Arcaute fue prácticamente obligado a participar en esta histórica Constitución. “Los diputados, con el ánimo impetuoso que los caracterizaba, en busca de alguien que transcribiera los artículos que estaban creando, localizaron al calígrafo: “le llegaron a despertar, en una ocasión, a las tres de la mañana para que escribiera un artículo y les dijo: ‘yo estoy durmiendo, nos vemos en la mañana. ¡Ahora mismo, o sales o te sacamos! No, pues, no tiren la puerta’”, recuerdan.
Así, obligado por decenas de señores bigotones que participaron en la Revolución, el calígrafo se tuvo que chutar él solito esta gigantesca empresa.
Con una pluma de oro (que dicen fue la misma con la que se firmó el Plan de Guadalupe) y tinta china se escribieron a mano los 136 artículos (divididos en 9 títulos) que se aprobaron en la Constitución de 1917. El cuaderno original, de piel café y detalles dorados, se encuentra guardado en el Archivo General de la Nación.
¿Lo feo? La realidad es que, literalmente, a Perfecto Arvizu Arcaute no le hizo justicia la Revolución.
El semanario Proceso reporta (en una nota de 1985) que el calígrafo de Querétaro murió en el anonimato total. “Ni muerto se le reconoce su mérito”, recuerda el periodista Guillermo Correa.