PRESIDENTE ELECTO REALIZA VISITA SORPRESA AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

Solo un día transcurrió desde que el presidente electo realizó las visitas sorpresa el 29 de junio de 2020, al ministro de Hacienda y al gobernador del Banco Central, para que ellos le dieran respuesta a las preguntas formuladas. El último día de junio –que cuenta en el calendario gregoriano el 30-, el presidente electo revisa con su equipo económico los dos documentos que contienen las contestaciones oficiales; las discusiones fueron el común denominador entre los asistentes; unos se mostraban de acuerdo con los datos, otros los descalificaban y mostraban sus indicadores.

El presidente electo se sorprende por la reunión acalorada, advirtiendo algunos protagonismos. Decide y comunica a los presentes que utilizará los datos oficiales para sus futuros encuentros y determinaciones. Concluye la reunión que estaba pautada para una hora, pero que al final, se prolongó por casi el doble del tiempo estimado.

Avanzado el día, el presidente electo se queda en la oficina temporal que tiene en el hotel que le sirvió para pernoctar durante los dos días previos a las elecciones de segunda vuelta y le comunica a su asistente que quiere estar solo. El asistente le informa que en el lobby del hotel y en lo que queda del centro de cómputos hay decenas de dirigentes que lo esperaban, bajo la excusa de felicitarle o bien para “comunicarle algo muy importante”. El presidente electo, como una señal fuerte de determinación, mira directamente a los ojos de su asistente, le da la espalda y se dirige a la oficina.

La cúpula dirigencial aun no se daba cuenta de que todo el que fue útil en la campaña no necesariamente sería apropiado para el cargo al que cada quien aspiraba, pero para ellos es muy corto el tiempo para entender esa dura realidad, y tal vez, incluso, aunque lo sepan, el gozo provocado por el triunfo les obnubila la razón.

El presidente electo, que desde que ganó cuenta los días que faltan para ser juramentado, ve en su mente que restan 47. Como casi un ermitaño, solo piensa, o más propio, medita, y lo hace tan profundamente durante un tiempo, que terminó quedándose dormido hasta el día siguiente, en el sofá de la oficina provisional, que esa noche le ha servido de cama. Al despertar, en forma parsimoniosa, una señal de que durmió a gusto y una muestra del cansancio de las largas jornadas y estrés de los días previos, se alista y pide un café. Se lo toma y se revitaliza parcialmente, quedando el completivo de la energización para el desayuno, que lo espera a las 8 en punto, con un selecto grupo, compuesto por sus principales colaboradores políticos y economistas.

Ya era miércoles primero de julio cuando el presidente electo se apresta a su primer desayuno de trabajo, pero algo de desazón lo invade –en parte por los números que recibió sobre la economía del país-, y porque faltaban 46 días para la juramentación, si descontamos el de hoy. Entonces, inicia el desayuno de trabajo, pasándole balance económico al país. Al concluir el encuentro, le comunica al grupo que ha decidido ir a ver al presidente de la República al mediodía.

Pero el que piensa será el ministro de la Presidencia, con cierto grado de temor, le dice al presidente electo: llamaré al Palacio para coordinar su visita. Respondiéndole el presidente electo: “Noo, también a él le haré una visita sorpresa”.

De inmediato, el presidente electo se dispone a caminar en dirección al ascensor que lo conducirá al lobby, para desde ahí dirigirse al carro que lo esperaba. Al abrir las puertas del elevador, un grupo de amigos y compañeros le espera. Él saluda, a unos dándoles la mano, a otros, con un abrazo y a los que se encontraban a cierta distancia, en forma colectiva.

A todos los que el presidente electo saludó en forma directa les representó un ingreso emocional… podían decir a sus allegados que saludaron al presidente.

Con el chofer, el presidente electo se marcha hacia el palacio. Son como las once de la mañana. En el camino, se da cuenta de que aun le queda media hora del tiempo que tiene previsto para llegar a su destino, y pese a eso, decide continuar hasta llegar a la puerta de entrada al palacio a las once y veinticinco de la mañana. Él sabe que era una visita sorpresa y que debía tener un margen de tiempo para que lo recibiera.

El guardia de seguridad, sin saber quién va dentro del carro, ofrece los buenos días, y pregunta al conductor si tiene pase de entrada. El chofer le informa que no tiene, pero le dice –pensando que iba a ser suficiente para que le dejaran pasar-, que viene a traer al presidente electo. La custodia le responde “Señor, será que usted está relajando”.

  • No, mírelo usted mismo- y baja el cristal del asiento de atrás.
  • Excúseme, pero es que a mí no me informaron que usted venía. Deme un momento para comunicarme con mis superiores.

En breve, llega un militar superior y constata lo que le había informado el subalterno. Anonadado, solo se le ocurre decirle que entraran, se parquearan y fueran a la recepción que está próxima al estacionamiento, pero no dentro del edificio principal del palacio. Mientras los visitantes se desplazaban, el oficial se comunica con el oficial encargado del despacho presidencial y le dice:

  • Estoy sorprendido. Acaba de llegar el presidente electo y esa visita no está en la lista del día.

El oficial que está de turno en el despacho se lo comunica de inmediato a la secretaria del presidente de la República. Ella, con mucha paciencia, le informa al asistente del presidente que en la recepción se encontraba el presidente electo, “que quiere ver a nuestro presidente”.

El asistente, veloz en el pensamiento, se dice a sí mismo: “¿Y él cree que a un presidente se le interrumpe cuando a alguien se le ocurre? Aquí tenemos una agenda…”. Continúa en sus labores, hasta tener la primera oportunidad para informárselo al presidente de la República. Pasaron unos quince minutos cuando el presidente concluye el encuentro con la delegación internacional que lo visitaba. El asistente le dice al presidente

  • En la recepción tenemos al presidente electo, que lo quiere ver.
  • Llámalo y dile que lo vamos a recibir a las ocho de la noche, que ahora tenemos un acto en el Salón de las Cariátides y eso tomará mucho tiempo.

Al presidente electo no le queda más remedio que marcharse, no sin antes reflejar en su rostro, el primer sinsabor después de su victoria, y no era para menos: su visita sorpresa se ha frustrado. Se alejaron del palacio y el chofer llevó al presidente electo a su casa, donde estaría hasta caer la tarde y entrada la primera hora de la noche.

Pasado ese tiempo, el presidente de la República se apresta a recibir al que será el nuevo presidente. A las ocho en punto, se dispone a saludarlo, lo felicita nueva vez y le pide excusa por no haberlo atendido próximo al mediodía.

El presidente electo también lo saluda con respeto y le recibe las excusas, diciéndole:

  • Señor presidente, no he podido hacer mi tercera visita sorpresa…
  • No se preocupe, tendrá muchas oportunidades para continuar haciéndolas.
  • No creo. En los próximos días tengo una reunión con una delegación del FMI. Luego, haré un viaje por los Estados Unidos, España e Italia, y cuando ya sea presidente, no asumiré el modelo de las visitas sorpresa

Intercambiaron unas cuantas palabras más, hasta que, entrando en materia, el presidente electo planteó:

  • Presidente, en las visitas sorpresa que usted ha realizado, conforme se ha publicado, ha ido a resolver problemas a las comunidades y a sectores productivos; pero como esta visita ya no es sorpresa, quiero manifestarle mi nivel de preocupación sobre el estado de la economía pública.
  • Adelante, estoy para escucharlo, pero le digo, a la presidencia en un país como el nuestro, se viene a recibir y resolver problemas a diario. Cuando no los problemas del país, los personales de casi todo el mundo.
  • La República Dominicana ha sido un país afortunado –le dice el presidente electo-, al menos en los últimos ocho años, no hemos tenido fenómenos naturales que nos afecten, como huracanes y terremotos; tampoco ha habido crisis económica o financiera en la comunidad internacional –particularmente en las economías con las que más nos vinculamos-, los precios del barril del petróleo han bajado significativamente; de igual manera, a lo interno no se ha producido ningún acontecimiento desde el litoral privado o público que ocasione crisis.

El presidente electo se toma una breve pausa para entonces decirle al presidente de la República.

  • En pocas palabras, señor presidente, usted ha podido gobernar en tranquilidad. Ojalá yo tenga esa dicha cuando gobierne.
  • Es que el país y el gobierno han estado bendecidos por Dios. Dios lee corazones y sabe que he gobernado para los pobres.
  • Si es así presidente, amén. Ahora bien, presidente, los dos funcionarios que visité me enviaron por escrito una especie de economía pública en cifras. Se la compartiré para escuchar su opinión.
  • Pero si ellos se la entregaron, no es necesario que usted me la presente, me reúno con frecuencia con ellos y estoy al tanto de los números, de las explicaciones y las acciones.
  • Mejor aun, presidente; en realidad, lo que quiero escuchar es su parecer.
  • Esos datos son así. Los que no han mejorado, es porque no se ha podido.
  • Presidente, por esa razón fue que en una ocasión, usted dijo: “Si nosotros no cortamos ahora, a tiempo, el problema del déficit, yo sé que el próximo gobierno no tendrá nada que hacer en la RD, porque el nivel de la deuda del país es sumamente alto y no tendremos posibilidades de seguir buscando dinero para pagar.”
  • Así mismo. ¿Y fue que usted se lo aprendió de memoria?
  • Sí, presidente. Como sabía que iba a ganar las elecciones, aunque fuera en la segunda vuelta, le di mucha importancia a lo que usted dijo. La pregunta es ¿por qué, si usted estaba consciente del problema de déficit fiscal, el gobierno no impulsó el Pacto Fiscal, pese a que el gobierno lo anunció en el 2016?
  • Porque queríamos aprobar primero el Pacto Eléctrico… Al final, no se pudo, y una cosa tiene que ver con la otra. Además, hemos podido seguir colocando bonos en el mercado internacional, y eso nos ha dado liquidez y recursos para equilibrar el presupuesto.
  • Presidente, con razón, la deuda del sector público no financiero usted la recibió en el 2012 en un 32.0 % del PIB y ahora está en un 40.5 %.
  • Y eso, que el dato no contempla la deuda por concepto del fideicomiso público vial, que asciende a casi RD$ 28 mil millones, lo que llevaría la deuda a algo más del 41.0 % del PIB.
  • Tampoco incluye los atrasos que por concepto de las transferencias que debió realizar el gobierno central al Banco Central, del 0.7 % del PIB hasta el 2019, contemplado en la ley de presupuesto anual y los incumplimientos, que podrían llegar a RD$ 25 mil millones.

En la misma línea, presidente, los incumplimientos de las transferencias presupuestarias hacia el Banco Central ha contribuido para que el stock de los certificados financieros siga aumentando, hasta acercarse a los RD$ 600 mil millones.

El presidente electo continuó diciendo:

  • Por lo que veo, la rigidez presupuestaria, que ahora está en un 91.0 %, para el 2021 estará cercana al 93.0 %, entonces, es verdad lo que usted dijo, que un próximo gobierno no podrá hacer nada, de persistir el déficit presupuestario y la deuda.

Ante un juicio tan severo, el presidente de la República le recuerda:

  • Ya le dije, al gobierno se llega a resolver problemas. El gobierno no es una zona de confort…

Prosigue el presidente electo diciendo:

  • Al 17 de agosto del 2012, la tasa de cambio estaba a RD$ 39.17 y ahora está cerca del RD$ 55.0, es decir, que ha crecido casi en RD$ 16.0.
  • Pero eso no es mucho. Estamos hablando de RD$ 2.0 por año durante mi gestión.
  • ¿Le parece? La población no creo que tenga la misma valoración… Presidente, la cifra oficial de la tasa de inflación sugiere que en su gobierno ha sido baja, pero en forma acumulada, ha llegado a un 21.27 %; además, la tasa de inflación de los pobres ha sido de no menos un 31.0 %, por eso creo que ellos tienen razón, al quejarse del alto costo de la vida, pues cuando usted se juramentó en 2012, los más pobres pagaban RD$ 11,438 por la canasta básica, ahora está en alrededor de RD$ 15 mil.

El presidente saliente guardó silencio.

  • Por otro lado, señor presidente, la economía ha estado creciendo en forma permanente en los últimos años, lo reconozco, y eso es muy bueno; no obstante, creo que el imaginario social tiene razón, cuando descalifica el incremento del PIB, porque a ellos no le llega.

Le responde el presidente de la República:

  • Yo lo que sé es que la pobreza disminuyó. En el 2012 era de un 30.2 % y ahora es de un 22.0 %.
  • Sin embargo, señor presidente, los grupos de trabajadores más pobres del país reciben ingresos de entre RD$ 26.8 a RD$ 43.3 la hora; esos son los que aseguran que el crecimiento de la economía no les llega.
  • Probablemente, cuando ya usted sea presidente en ejercicio, cambie de opinión.
  • El tiempo dirá, pero le aseguro que mientras el imaginario social no sienta que el crecimiento económico le ha llegado, mi gobierno buscará otra forma de referirnos al desempeño económico, si no es que en el ínterin aparece una nueva manera de calcular la actividad económica, que incorpore realmente lo que padecen los ciudadanos de a pie.

El presidente electo, que no quiere desperdiciar la oportunidad de ese encuentro, finalmente le pregunta al presidente de la República:

  • ¿Qué cosas usted no haría, si fuera nueva vez presidente?
  • Pero bueno, presidente electo, todavía soy presidente, no puedo formularme esa pregunta. Además, no olvide que la Constitución no me permite postularme jamás. El intento por modificarla fue frustrado.
  • Presidente, tal vez he abusado de su tiempo, especialmente por mi casi sorpresiva visita. Le agradezco recibirme, escucharme y hasta responderme.
  • Para nada, es parte de los deberes de un presidente. Aunque preferiría fuera obligatorio que existiera una ley de transición presidencial, como forma de ordenar todo lo que debe hacerse, en función al tiempo que va desde que se anuncia el ganador de las elecciones y su juramentación.
  • Felicidades nueva vez, y le deseo la mejor de las suertes.
  • Igual para usted, señor presidente.

Al concluir el encuentro, se despiden estrechándose las manos.

A la salida del despacho presidencial una batería de reporteros aguardaba para enterarse del motivo de la visita del presidente electo. Llegado el momento, los periodistas le preguntaron sobre lo conversado con el presidente de la República. La respuesta fue precisa: No me corresponde divulgar lo tratado. Si el presidente de la República lo considera, lo dará a conocer.

Caminando por uno de los pasillos del palacio, los reporteros insistieron en su pregunta, no logrando su propósito; pero uno de ellos, en forma aguda, logra provocarlo, preguntándole, ¿por qué usted vino solo?

El presidente electo lo mira, se sonríe, le pone la mano en el hombro y le dice: porque era una visita sorpresa y quería que el presidente de la República se sintiera cómodo con la conversación, pero él la convirtió en una visita esperada.