Por Padre Luis Rosario
Les pido el grandísimo favor de no votar por mí. Aunque, pensándolo bien, con toda la humildad del mundo, tal vez me lo merecería. He visto pasar tanta gente por esos cargos públicos, que me podría aplicar la sentencia latina: “Si éste y aquellas, ¿Por qué no yo?” (Si iste et istae, cur non ego?
Es muy complicado dirigir y gobernar a otros. Ya se nos hace difícil dirigirnos y gobernarnos a nosotros y a nuestras familias; con frecuencia nos volvemos un tollo, aun con la mejor buena voluntad, “contimás” tratándose de un pueblo o ciudad. Gobernar no es fácil y no se lo deseo a nadie.
Muchos se atreven a dar la vida por un poco de poder. Podríamos parodiar la canción de Julio Iglesias. Vamos a cantarla, una, dos y tres: Por un poco de poder, por colocarme la ñoña (o la ñoñita), la vida entera yo sí la daría, sólo así, por un poco de poder.
Por un poco de poder algunos han utilizado las armas, tiranizando a los pueblos, torturando a la gente y saqueando el erario público para su beneficio personal. Esa gana de poder llevó al dictador al que estuvimos sometidos por treinta y un años a hacer de este país un estropajo con que limpiaba sus ambiciones megalómanas. En perjuicio de todos, hasta de mi propia familia que tuvo que soportar el exilio de mi padre y la humillación de ver conducida a mi madre a la cárcel de la Cuarenta.
Por un poco de poder hay quienes se atreven a vender su alma al diablo, aceptando servilmente proyectos, como la ideología de género, la despenalización del crimen del aborto y la legalización del matrimonio de parejas del mismo sexo; le dan una patada por el fundillo a los valores.
Es caro lo que hay que pagar por un poco de poder político, lleno de tentaciones en que muchos caen rastreramente. Sólo asumiéndolo como vocación de servicio, es ético solicitar el voto de quienes con frecuencia no son más que marionetas en el juego de intereses políticos y económicos.
Se lo repito: no voten por mí. Abran los ojos para ver a quienes favorecen con su voto.