La situación actual ante el COVID-19 o coronavirus importado, plantea a la comunidad de países con un reto tan grande como complejo para detener la propagación de esta enfermedad. El crecimiento exponencial de los casos amenazan la sostenibilidad de los sistemas de salud, que podrían colapsar y dejar a muchas personas sin la protección necesaria para salvaguardar lo más importante, que es la vida humana.
Ante esa realidad, lo único que podemos asumir como sociedad es la prudencia de nuestras acciones. Ser prudentes en el contacto humano, para evitar la propagación. Ser prudentes en los traslados, evitando los desplazamientos innecesarios que puedan poner en riesgo a otras personas. Ser prudentes a la hora de respetar y seguir los lineamientos trazados por las autoridades. Ser prudentes a la hora de compartir informaciones que no hayan sido confirmadas por una autoridad.
La situación de emergencia mundial que se vive actualmente, no puede llevarnos a caer presos de la angustia, la ansiedad y la histeria colectiva; estamos llamados a cuidar de nuestras acciones para no caer en las compras por pánico, o abrumar los sistemas de emergencia con llamadas innecesarias, ni mucho menos generar situaciones que añadan preocupación a nuestras familias o a nuestra comunidad.
Lo que se ha puesto a prueba es nuestra capacidad de resiliencia. En los próximos días, semanas y meses, vamos a descubrir la capacidad que tenemos de poner a los demás en el centro de nuestras acciones y dejar a un lado el egoísmo y el individualismo. No se trata de un tema político ni partidario, mucho menos de un asunto que solo atañe al Gobierno y las autoridades. La lucha contra esta pandemia y sus efectos es un asunto de todos y de todas, sus consecuencias no conocen clase social, ni raza ni país.
Por ende, debemos prestar suma atención a los más desfavorecidos, que son los que tienen un menor acceso a información y a recursos que les permitan combatir efectivamente la pandemia. El coronavirus también pone a prueba los abismos que separan a las clases sociales.
Es prudente también confiar en los expertos. Debemos tener cuidado de un factor que entra en juego en estos casos que es el miedo. “Cuando las emociones no están bien calibradas respecto a la amenaza o cuando emitimos juicios sobre temas que conocemos poco o de los que tenemos poca información, hay mayores probabilidades de que nuestros sentimientos nos lleven por mal camino”, escribió David DeSteno en The New York Times.
La mejor manera de superar esta situación causada por el coronavirus es actuar con comedimiento, confiar en los expertos y tomar las medidas de precaución recomendadas por organismos nacionales e internacionales.
Una vez más, el mundo está puesto a prueba, para ver su capacidad de adaptarse a situaciones de calamidad, actuar desde la diversidad de criterios, encontrando el espacio común donde enfrentamos la situación con determinación. Que Dios proteja una vez más a nuestro pueblo.