El gobierno libanés multiplicaba el viernes las reuniones para intentar frenar la acelerada depreciación de la moneda nacional, tras una noche de manifestaciones contra el inmovilismo de las autoridades ante el naufragio económico.
La libra libanesa se ha desplomado, junto a una imparable inflación, mientras cierran comercios y los despidos son masivos en el país, donde la crisis del coronavirus y dos meses de confinamiento agravan aún más la situación.
Las dificultades datan de hace años, y han sido uno de los catalizadores de la inédita movilización popular iniciada en octubre de 2019 para denunciar a una clase política que no ha cambiado en décadas, y que es acusada de corrupción e incompetencia.
La noche del jueves al viernes, los libaneses volvieron a tomar las calles, quemando neumáticos y bloqueando carreteras. Expresaron su cólera contra el gobierno de Hasán Diab, que sucedió en enero al de Saad Hariri, obligado a dimitir por la presión de la calle.
Diab mantuvo el viernes una «reunión urgente» de su gobierno, en presencia de otros dirigentes y del gobernador del Banco Central, Riad Salamé.
El primer ministro se reunió asimismo con el presidente de la República, Michel Aoun y con el jefe del Parlamento, Nabih Berri.
El jueves, y este mismo viernes, la libra libanesa llegó en el mercado paralelo al nivel histórico de 5.000 libras por dólar. Oficialmente la moneda nacional está indexada desde 1997 al billete verde a un cambio de 1.507 libras por dólar.
– «La revolución del hambre» –
Entretanto, partidarios del poderoso movimiento armado chiita Hezbolá, generalmente hostil a las manifestaciones populares, se ha sumado a las movilizaciones nocturnas.
«El Hezbolá intenta que caiga el gobernador del Banco Central», opina el politólogo Imad Salamey, mientras otros grupos de la sociedad civil «se manifiestan para que caiga el gobierno».
El gobernador del Banco Central es criticado por sus políticas financieras que favorecieron un endeudamiento excesivo del Estado, en beneficio –según sus detractores– de políticos y bancos.
Esta crisis del Líbano –que negocia una ayuda con el FMI, a cambio de reformas– es la más grave desde el final de la guerra civil (1975-1990).
El desempleo afecta a más del 35% de la población activa y más del 45% de los libaneses viven bajo el umbral de la pobreza, según el Ministerio de Finanzas.
La revuelta, desencadenada el 17 de octubre de 2019, ha congregado a centenares de miles de libaneses que denunciaron la degradación de los servicios estatales y de las condiciones de vida en el país.
«La revolución del hambre», resumió en primera página el diario Al-Joumhouria.
Fuente: AFP