Por. Liza Collado
Las reseñas informativas dan cuenta de que cuando Margaret Thatcher emprendió su programa neoliberal, ya sabía que la clase media de su país esperaba el rearme moral que ella representaba, porque el valor político de una figura no solo incluye el cálculo de las votaciones en los procesos electorales, sino que trae consideraciones éticas y estratégicas que son indisolubles.
El ejercicio ético supone disuadir a quienes intenten actuar en contra de los intereses no solo político-partidarios, también sociales. Construir ciudadanía en las sociedades democráticas implica asumir las buenas prácticas, con una mirada integral.
Días atrás, conversamos con el Lic. Mihail García, Vicepresidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina COPPPAL, un joven dirigente, de grandes luces, a quien también le preocupa el financiamiento de la ética en los países latinoamericanos. Inició el tema así: “La ética como rama de la filosofía dedicada al intangible aspecto moral de las relaciones entre seres humanos, supone una amplia conciencia humana para la consecución de prácticas que estén apegadas a la misma.”
“En ese sentido, asumir su carácter deontológico es vital para hablar de ella en los partidos políticos y en la administración del Estado.”
“Y digo esto porque, según la ideología partidaria, hay asuntos de carácter moral que se flexibilizan o se endurecen, empero, si existen un conjunto de normas éticas y morales asumidas como parte del contrato social de una sociedad determinada que permiten identificar rutas comunes por donde la gestión partidaria y pública deben transitar.”
“Apoderarse de los valores éticos del contrato social que hemos halado, permite crear una visión clara de los límites en el ejercicio del quehacer político que deben tener los militantes de los partidos políticos, por lo que la práctica partidaria de las cúpulas de éstos deben ir orientadas al cumplimiento de dichos valores, para garantizar, junto a la formación, una disciplina consciente que se traduzca, tomando en cuenta que los partidos son instrumentos para impulsar transformaciones desde el manejo del Estado, en un ejercicio público:
Ideológicamente Moral, es decir apegado a su concepción moral de la vida en sociedad; y éticamente correcto, es decir apegados a los valores éticos comunes establecidos en el contrato social…”
Finalmente concluyó: “Lograrlo supone sacrificios que deben ser asumidos como el precio ofrendado por asumir un comportamiento ético y moral.” No le interrumpí, mientras expresaba sus ideas reafirmé la importancia de lograr una ruptura generacional, esa que de paso a quienes tenemos innovadoras aspiraciones respecto de la gestión pública.
¿Quién financia la ética? ¿Lo habían pensado?
Ojalá que más ciudadanos comprometidos se interesen en el tema y nos acompañen en la construcción de un espacio que permita fomentar el hacking cívico con hábitos sinceros, transparentes, que no respondan a Partidos, personas o situaciones particulares por conveniencia.