Lisa Hamm, de 61 años, sostiene un cartel de apoyo al Colegio Electoral frente al Capitolio de Lansing, la capital de Michigan.ELAINE CROMIE / AFP
AMANDA MARS

El Congreso certificará el resultado en una sesión del 6 de enero y el demócrata tomará posesión el día 20

Washington – 14 DEC 2020. Joe Biden será el próximo presidente de Estados Unidos. Los miembros del Colegio Electoral que votaron este lunes confirmaron la victoria del demócrata en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre. El procedimiento, que en circunstancias normales pasaría sin pena ni gloria, significa el tiro de gracia a la cruzada en la que Donald Trump y sus aliados se han embarcado para tratar de conservar la Casa Blanca, lanzando un arsenal de denuncias de fraude sin base que la justicia ha rechazado. El Congreso deberá contar y certificar este resultado en una sesión del 6 de enero y, el 20, Biden tomará posesión. Tras el fracaso en los tribunales, a los acólitos del presidente republicano solo les queda un acto en el Capitolio para alargar el drama, pero el final ya está escrito.

Sobre las cinco y media de la tarde hora de Washington DC (las 22.30 en la España peninsular), los electores de California emitieron sus votos y confirmar que Biden ya había superado esos 270 votos necesarios para ser ganador. Había logrado 303 y se esperaban 306, a falta de los votos Hawái. La sala de la Cámara legislativa de Sacramento, la capital californiana, estalló en aplausos.

“Si alguien lo dudaba antes, ahora lo sabemos. Lo que palpita en el fondo los corazones del pueblo estadounidense es esto: democracia. El derecho a ser escuchado. A que tu voto se cuente. A elegir a los líderes de la nación”, señala el discurso preparado por Biden para el final de la jornada, distribuido a la prensa unas horas antes. “En esta batalla por el alma de Estados Unidos, la democracia ha prevalecido. Nosotros, el pueblo, hemos votado. La fe en las instituciones se ha sostenido. La integridad de nuestras elecciones sigue intacta. Así que ahora es el momento de pasar página. De unirnos. De curar”, añadía.

La tensión en torno a la jornada afloró en lugares como Míchigan, donde los miembros del Colegio Electoral, acudieron a votar escoltados por la policía, así como en Arizona, donde tenían previsto llevarlo a cabo en una ubicación secreta para evitar altercados. También, en la cuenta de Twitter de Trump, que este lunes siguió arrojando acusaciones de irregularidad electorales. El republicano ha presionado hasta el último momento a las autoridades de estos y otros cuatro Estados (Pensilvania, Wisconsin, Georgia y Nevada) para vulnerar en la voluntad expresada en las urnas y lunes le concediesen la reelección. Se trata de territorios que ganó en 2016 y, esta vez, eligieron a su rival demócrata.

En las presidenciales estadounidenses, el voto individual de cada ciudadano es lo que se conoce como voto popular y no sirve para elegir al candidato directamente, sino para designar a una serie de compromisarios, los miembros del Colegio Electoral. Son un total de 538 en todo el país, 100 senadores (dos por cada uno de los 50 Estados), más otros 435 que se reparten entre los Estados en función de su peso en el Congreso (California, que es el mayor, tiene 55) y los tres del Distrito de Columbia (DC). La mayoría de los territorios, salvo Maine y Nebraska, funcionan mediante un sistema mayoritario (se le conoce, en inglés, como winner-takes-all) en el que quien saca mayoría de votos populares en dicho territorio, aunque sea por la mínima, se lleva a todos los compromisarios. Para ganar, hacen falta 270 votos electorales. Biden logró 306 (con una ventaja de siete millones en voto popular) y Trump se quedó en 232.

Estos son los compromisarios que votaron este lunes. Lo que Trump y sus aliados han intentado es que las autoridades republicanas de los territorios que han perdido en un escrutinio ajustado ignorasen el voto popular y designen a sus propios compromisarios, de forma que este lunes no voten por Biden. Era una huida hacia delante.

El propio Departamento de Justicia de su Gobierno descartó, tras una investigación propia, la existencia de un fraude de entidad para revertir los resultados electorales. El asunto enturbió la relación del fiscal general, William Barr, con el presidente. Este lunes, al poco de confirmarse el resultado del Colegio Electoral, Trump anunció que Barr dejaba el puesto por propia voluntad antes de Nochebuena.

Una ristra de jueces en los diferentes Estados han rechazado también las acusaciones. Y el Tribunal Supremo le cortó el paso a una de las últimas intentonas el pasado viernes, al fallar contra una demanda impulsada desde Texas. Ahora, los Estados enviarán sus papeletas certificadas rumbo al Capitolio, en Washington. Una sesión conjunta del Senado y de la Cámara de Representantes programada para el 6 de enero contará y revisará esos votos electorales certificados. Con el ganador declarado oficialmente, solo falta la toma de posesión de Biden, el 20 del mismo mes.

La última vez que el voto del Colegio Electoral despertó tanta expectación fue en 2000, tras la disputa entre el demócrata Al Gore y el republicano George W. Bush por Florida. Pero entonces, tras la decisión del Supremo favorable a Bush, Gore ya había concedido la victoria de su rival. Trump ha hecho lo mismo y algunos republicanos están dispuestos a utilizar el último recurso del Congreso.

Según The New York Times, al frente de la última intentona está el congresista republicano Mo Books, de Alabama, quien planea discutir el resultado de Arizona, Pensilvania, Nevada, Georgia y Wisconsin. Este domingo, en su cuenta de Twitter, mostró su posición: “El Congreso es el último árbitro sobre quién gana las elecciones presidenciales, no el Tribunal Supremo. Los padres fundadores de América no querían que jueces dictatoriales y no elegidos tomaran estas decisiones. El sistema judicial no está preparado ni tiene el poder para decidir elecciones discutidas”, escribió.

No tiene ningún viso de prosperar tampoco una iniciativa de estas características, que necesitaría el acuerdo de las dos Cámaras, la de Representantes y el Senado, cuando la primera es de mayoría demócrata. A falta de algún fleco legal, de alguna posible escenificación en el Capitolio, las instituciones han superado el pulso de Trump, que ha tratado de ganar en los tribunales lo que los estadounidenses le habían negado en las urnas y, en el camino, ha dejado a millones de sus votantes convencidos de que los demócratas han robado las elecciones.

Fuente: El Pais