Las mujeres yazidíes que fueron liberadas de la esclavitud sexual que le impuso el Estado Islámico se vieron obligadas a entregar a sus bebés. Dos años después, algunas lo arriesgan todo para recuperarlos.
CRUCE FRONTERIZO DE FAYSH KHABUR, Irak — Las nueve jóvenes madres se apresuraron a entrar en las oficinas austeras de un puesto fronterizo en Siria para buscar a los hijos y las hijas que les arrebataron hace dos años, niños a los que pensaron que nunca volverían a ver.
La mayoría de los niños desconcertados y vestidos con chaquetas nuevas del orfanato del que venían eran demasiado pequeños para recordar a sus madres. Comenzaron a llorar cuando las mujeres sollozantes los tomaron y besaron y luego los alejaron de los trabajadores del orfanato, los únicos cuidadores que conocían.
“Estaba muy feliz, pero fue impactante para las dos”, dijo una madre, quien mencionó que durante casi dos años había soñado con ver de nuevo a su hija. “Todavía no está acostumbrada a mí”.
Ahora, la niña tiene dos años y medio.
Hasta el momento, la operación secreta que se realizó hace dos semanas en la frontera entre Siria e Irak, la cual fue presenciada por periodistas de The New York Times, ha sido la única reunión entre mujeres yazidíes de Irak y los hijos que dieron a luz durante el tiempo en que fueron esclavas sexuales de miembros del Estado Islámico (EI).
El sufrimiento de estas mujeres, sobrevivientes de horrores casi inimaginables en cinco años de cautiverio, es una de las situaciones más trágicas pero menos conocidas de la historia de la conquista realizada por el Estado Islámico de grandes franjas de Irak y Siria en 2014.
Para ellas, aún queda mucho camino por recorrer y su futuro sigue siendo incierto.
Para la traumatizada comunidad yazidí, una pequeña minoría religiosa del norte de Irak, los niños son un vínculo directo con los combatientes del EI que masacraron a miles de yazidíes y capturaron a 6000 más. Los ancianos yazidíes han declarado que no aceptarán a los niños en la comunidad y uno de ellos dijo que corrían el riesgo de ser asesinados si sus madres los traían a casa.
Hace dos años, cuando las jóvenes mujeres fueron liberadas tras la caída de la última parte del territorio del EI en Siria, enfrentaron una decisión desgarradora: si querían regresar con sus familias en Irak, tenían que dejar a sus bebés. A muchas les dijeron incorrectamente que iban a poder visitar a sus hijos.
Ahora se han visto obligadas a elegir de nuevo. Para volver a reunirse con sus hijos, las mujeres que cruzaron a Siria el jueves de hace dos semanas tuvieron que cortar lazos con sus padres, sus hermanos y las poblaciones que consideraban su hogar.
“Nadie puede entender el inmenso paso que han dado estas mujeres, los riesgos que están corriendo, el increíble valor que tienen”, dijo Nemam Ghafouri, una médica iraquí-sueca que tuvo un papel fundamental para la transferencia.
Alrededor de otros 30 niños, cuyas madres tuvieron demasiado miedo para pedir que se los regresaran o decidieron no tenerlos con ellas, siguen en el orfanato del noreste de Siria.
Fue una elección agonizante para las mujeres, muchas de las cuales todavía eran unas niñas cuando las raptaron los combatientes del EI. Ninguna de las mujeres pudo contarles a sus familias que iban a irse ni que es probable que no las vuelvan a ver por temor a poner en peligro la operación.
“He llorado durante tres días”, comentó una de las mujeres, quien, para volver a reunirse con su hija de 5 años, dejó atrás a su madre, una mujer mayor. “Siento que esto matará a mi madre. Ella es madre. Moriría por mí al igual que yo lo haría por mi hija. Es una situación muy difícil para mí”.
Y rompió en llanto.
Por ahora, las nueve mujeres y los doce niños están escondidos en una casa de seguridad en una ubicación confidencial en Irak. Tras la promesa que les hicieron los organizadores de la reunión de conseguirles refugio en un país occidental, esperan con ansias que las reciban. Las otras madres con hijos en el orfanato de Siria, alrededor de veinte, están observando para ver cómo les va.
El Times accedió a demorar la publicación del intercambio hasta que las mujeres y sus hijos estuvieran a salvo y no los ha identificado para garantizar su protección.
Un exdiplomático estadounidense, Peter W. Galbraith, planeó la reunión con ayuda bipartidista y de varios países, incluida la de gobiernos que anteriormente se habían mostrado indiferentes. Galbraith, quien tiene lazos cercanos con las autoridades kurdas en Irak y Siria, comentó que había pasado más de un año intentando obtener la aprobación para que algunas de las mujeres pudieran reclamar a sus hijos y llevarlos consigo a Irak, una misión que fue postergada debido a la pandemia.
El orfanato se encuentra en una zona semiautónoma del noreste de Siria que está bajo el control de las autoridades kurdas, respaldadas por Estados Unidos. La provincia de Sinyar, de donde son originarios los yazidíes, se extiende a través de la frontera con Irak.
Galbraith comentó que un funcionario anónimo de la Casa Blanca ayudó a superar los últimos obstáculos con una llamada a un general kurdo-sirio que es aliado de Estados Unidos. El Consejo de Seguridad Nacional no respondió una solicitud para ofrecer comentarios.
Para las mujeres, la pesadilla comenzó cuando las fuerzas del Estado Islámico arrasaron el norte de Irak en 2014 y declararon al territorio un califato islámico. El grupo terrorista considera paganos a los yazidíes. Cuando los combatientes del EI llegaron a la patria de los yazidíes ese agosto, separaron a los hombres y los niños más grandes y masacraron a unos 10.000 de ellos, un acto que las Naciones Unidas y el Congreso de Estados Unidos declararon un genocidio.
Alrededor de 6000 mujeres y niños fueron capturados y muchos fueron vendidos a combatientes del EI. Los trataron como una propiedad desechable: en repetidas ocasiones, se les violó, intercambió y vendió a voluntad.
Cuando el EI fue expulsado del sureste de Siria a principios de 2019, la mayoría de las mujeres yazidíes quedaron en libertad y fueron llevadas con sus hijos a hogares de transición. Los ancianos yazidíes les dijeron que podían regresar a casa, pero que debían dejar a sus hijos. Muchos de los niños fueron trasladados al orfanato kurdo.
Algunas mujeres que no fueron identificadas como yazidíes, incluidas algunas que ocultaron su origen étnico para poder quedarse con sus hijos, fueron llevadas a Al Hol, un sórdido campamento de detención al noreste de Siria para las esposas y los hijos de los combatientes del Estado Islámico. A pesar de las condiciones del campamento, la mujer con la hija de 2 años y medio fingió ser árabe para poder quedarse ahí con su hija.
Durante los últimos días del califato, cuando los ataques aéreos liderados por Estados Unidos estaban destruyendo Baghuz, Siria, y la mujer sufrió heridas de metralla, luchó para mantener viva a su bebé. La alimentó con una mezcla de harina y agua para que no muriera de hambre. Cosió ropa de bebé con tela que cortó de sus propios vestidos.
Estaba decidida a quedarse con la bebé que tanto le había costado mantener a salvo.
Sin embargo, después de seis meses, se vio obligada a admitir que era yazidí. Entonces, fue trasladada al hogar de transición, pero se rehusó a irse sin su hija.
Su familia le suplicó que regresara.
“Mi familia me llamó y me dijo: ‘Solo regresa; puedes volver allá a verla’”, dijo la mujer.
Después de tres meses, accedió y regresó a Sinyar. No obstante, como a las otras mujeres, su familia y la comunidad yazidí no le permitió volver a ver a su hija.
A las mujeres no se les permitió hablar con sus hijos por teléfono. El personal del orfanato les mandaba mensajes de texto a las mujeres con fotos y videos de los niños, pero el año pasado dejaron de hacerlo porque los ancianos yazidíes se lo pidieron.
Cuando cesaron las fotos, a las mujeres les preocupaba que les hubiera pasado algo terrible a los niños. Algunas dijeron que querían suicidarse.
“Soy su madre. Tengo que cuidarla”, mencionó la mujer con la hija de dos años y medio. El padre de la niña y sus parientes fueron asesinados en Siria, señaló. “Solo me tiene a mí. ¿A quién le importa el padre?”.
A los ancianos y líderes religiosos yazidíes sí les importan los padres.
Llevar a los hijos de los terroristas del EI a Sinyar “destruiría a la comunidad yazidí”, comentó Baba Sheikh Ali Elyas, la máxima autoridad religiosa yazidí, en una entrevista realizada esta semana. “Es muy doloroso para nosotros. Los padres de esos niños mataron a los padres de nuestros sobrevivientes. ¿Cómo podemos aceptarlos?”.
Además, la ley iraquí especifica que el niño de un padre musulmán es musulmán, así que los niños no podrían ser considerados yazidíes. Aunque la ley iraquí permitiera conversiones del islam, la fe yazidí no permite conversos.
Enfurecido porque considera que la atención internacional se ha enfocado en unas cuantas mujeres yazidíes cuando unos 3000 yazidíes siguen desaparecidos y más de 140.000 están languideciendo en campamentos para desplazados, Baba Sheikh Ali Elyas comentó: “Todos los yazidíes somos huérfanos. Nadie nos está cuidando”.
En efecto, seis años después de que el EI fue expulsado de la región de Sinyar, ubicada al norte de Irak, la patria yazidí sigue plagada de fosas comunes sin excavar y casas dañadas y destruidas.
Baba Sheikh Ali Elyas mencionó que las organizaciones humanitarias de otros países deberían encargarse de los niños. Agregó que si las madres quieren irse a otros países con los niños, nadie las detendrá.
Otro líder yazidí, el príncipe Hazem Tahsin Bek, comentó que los niños estarían en peligro si regresan con sus madres.
“Las familias pueden tolerar a las mujeres, pero no soportarán a los niños”, afirmó. Cuando se le preguntó si eso quería decir que los niños podían ser asesinados, respondió que esa era una posibilidad.
Esta semana, cuando una de las mujeres llamó a su familia para contarle que tenía a su hija y que esperaba que la familia las aceptara, uno de sus hermanos las amenazó a ella y a su hija. “Espero que el gobierno encuentre un lugar seguro para nosotras”, dijo la mujer.
Nadia Murad, una sobreviviente, defensora y ganadora del Nobel de la Paz de origen yazidí, cree que las mujeres deberían tener el derecho de decidir si quieren reunirse con sus hijos.
“No tuvieron opción cuando quedaron cautivas”, le comentó al Times. “No tuvieron ninguna opción en nada de esto, y deben recibir ayuda y decidir qué quieren”.
Antes de que las mujeres se embarcaran en el viaje para recuperar a sus hijos, Galbraith les dijo que otros países las iban a recibir, una posibilidad que está lejos de ser segura.
En la casa de seguridad unos días más tarde, los alaridos y las risas de los niños, todos menores de 6 años, resonaban por todo el lugar. Algunas de las madres los observaban preocupadas, todavía con miedo de lo que les puede pasar.
Varias mujeres mencionaron que esperaban poder ser reubicadas juntas en otro país.
La mayoría de los niños, pero no todos, estaban comenzando a vincularse con sus madres.
La madre de la niña de 5 años dijo que todavía estaba luchando para que se sintiera más cómoda con ella. La niña había llorado de terror al ser sacada del orfanato. Pero la mujer dijo que estaba decidida a darle una nueva vida.
“Ya nadie logrará que vivamos alejadas”, dijo.
De repente, la mujer con el niño de dos años y medio gritó.
“Me dijo: ‘¡Mamá!’”, exclamó la mujer. Luego, se inclinó hacia la niña vestida de rosa y le pidió que lo repitiera.
Sangar Khaleel colaboró en este reportaje.
Jane Arraf es la jefa de la oficina de Bagdad. Ha cubierto los eventos decisivos de la historia de Irak durante tres décadas, así como muchas historias importantes que nunca fueron registradas en los libros de historia. @janearraf
Jane Arraf is the Baghdad bureau chief. She has covered the defining events of Iraq’s history for three decades, as well as many equally important stories that never made it into the history books. @janearraf.
Fuente: NY Times