Por: Luis Zuniga, Analista Político, Exdiplomático
Hasta el presente, China ha creado 3 vacunas contra el coronavirus producidas por las empresas estatales Sinopharm, Sinovac y CanSino Biologics. Lo más significativo de esas vacunas es que fueron aprobadas por las autoridades médicas chinas sin dar a la publicidad los resultados de la crucial fase 3 donde se realizan las pruebas clínicas en humanos.
Esta opacidad informativa, aparentemente intencional, deja una enorme duda en cuanto a la efectividad de esas vacunas. De hecho, varios países que la adquirieron han reportado diferentes porcientos de efectividad. Brasil, que adquirió 46 millones de dosis, dice que es 50.28% efectiva, Indonesia que compró 40 millones de dosis, dice que la efectividad es 65%. Otros países que han adquirido las vacunas chinas son: Turquía, 50 millones de dosis, Filipinas, 25 millones, y Hong Kong, 7 millones y medio de dosis.
Es importante notar que cuando se inició el contagio del coronavirus en el mes de enero del 2020, los esfuerzos chinos se centraron en aislar las áreas infectadas para evitar que los focos de contagio se extendieran y el problema se convirtiera en epidemia. La creación de una vacuna no estaba en el horizonte de aquel escenario. Fue a mediados del mes de marzo, cuando las autoridades chinas reconocieron que los contagios eran agresivos y que estaban fuera del control sanitario, que comenzaron los trabajos para desarrollar una vacuna que inmunizara a su enorme población.
Entre marzo y finales de junio, fecha que se sabe que las autoridades chinas ya estaban vacunando a los miembros del ejército, solo habían transcurrido 3 meses, tiempo en el que es científicamente imposible cumplir con los protocolos de pruebas para producir una vacuna confiable.
Todo el mundo sabe que la calidad de lo que se produce en China no es la mejor. La prioridad en ese país es producir barato. Y, esas vacunas que fabricaron con la intención de usarlas en su mercado interno (su población) deben adolecer, naturalmente, de calidad. Recordemos que Estados Unidos, con todo su desarrollo farmacéutico y tecnológico de primer nivel y con una presión tremenda de parte del Presidente que enfrentaba una elección decisiva, demoró 9 meses en obtener la vacuna, no es posible que China la lograra producir en poco más de 3 meses. Solamente la fase clínica número 3 exige un protocolo de pruebas que dura unos 6 meses. Ahí está la causa de la “opacidad” informativa de las autoridades sanitarias chinas.
Y, lógicamente, esas vacunas han tenido problemas. Los brasileros reportaron que una persona falleció luego de recibir la vacuna china y otra quedó con su brazo paralizado. En Perú, un voluntario que recibió la vacuna en fase de prueba contrajo neumonía y falleció. Las autoridades sanitarias peruanas suspendieron las pruebas de la vacuna. En Indonesia, una enfermera de 33 años murió poco después de recibir la vacuna china fabricada por Sinovac. Un experto en vacunas chinas, Tao Lina, sonó las alarmas en el sitio social “Weibo” cuando calificó la vacuna de Sinopharm como la más insegura del mundo afirmando que presentaba 73 efectos secundarios. Como era de esperar, las autoridades políticas chinas borraron la cuenta social de Tao.
En los últimos 3 años la agencia federal de drogas y alimentos de Estados Unidos (FDA) le ha enviado 35 cartas a compañías farmacéuticas de China citando problemas serios en la integridad de sus datos (rótulos sobre los componentes y las cantidades usadas). También se refieren a la manipulación y fabricación de resultados de pruebas. Al respecto, hay documentos disponibles en cuanto a la integridad dudosa de los datos en la farmacología china. La Dra. Barbara Unger, norteamericana, es una experta en ese tema. Incluso, hay una larga lista de compañías farmacéuticas chinas que han sido colocadas en una “Alerta de Importación” por no cumplir con los procedimientos de fabricación apropiados.