Cecilia Barría
Los han llamado locos, fanáticos, especuladores. ¿Milicias digitales?, también.
A ellos no les importa. «Es que nos da igual lo que piensen», me dice un bitcoiner. «Hagan lo que hagan, no podrán detenernos».
Ni convencerlos de que están obnubilados por una burbuja que puede estallar en su cara en cualquier momento.
Aquí en Wynwood, el barrio más hip de Miami, los fervientes defensores de la más grande de las criptomonedas se han congregado para rendirle culto a la divisa y hacer negocios al margen de las advertencias de gobiernos y bancos centrales.
Es un microcosmos donde la gente confía más en el poder descentralizado del código que en las instituciones. Y en la supremacía del algoritmo por encima del sistema financiero internacional.
Para ellos el dólar aún no ha muerto, pero está agonizando, y Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, no es más que el poderoso ícono de un sistema que en los próximos años será estudiado en los libros de historia.
Ese era el ambiente el 4 y 5 de junio en Bitcoin 2021, la mayor conferencia del mundo sobre el tema y donde se reunieron los discípulos de Satoshi Nakamoto, el misterioso creador/a/es de una divisa que genera devoción entre sus seguidores.
Hacía calor. Eran las 9 de la mañana del viernes 4 de junio y la fila para entrar al evento se extendía por varias cuadras.
Si fuéramos parte de un zoológico, habría allí especies exóticas de todo tipo, desde las que llevaban tatuajes, hasta ballenas (como se les llama a los que tienen muchos bitcoin), pasando por tiburones de Wall Street mimetizados entre en el resto de los animales.
También alguna bestia de la criptografía y gatos que quieren ser leones.
Y es que hay de todo en la increíble fauna que ama el bitcoin: anarcocapitalistas, libertarios, tecnodisruptores, hackers, emprendedores, inversionistas, especuladores. Y estaban todos reunidos en el mismo lugar.
Todos con la idea de que serán más ricos de lo que son ahora. Porque si hay algo que allí no faltaba, era el dinero.
Como aún los países no se han puesto de acuerdo para regular este mercado emergente y además se han demorado en desarrollar proyectos digitales propios para competir con la divisa (salvo China que se adelantó a todos los demás), el bitcoin continúa creciendo cada día que pasa.
Es como si el mundo siguiera su curso normal, y los bitcoiners vivieran en un universo paralelo, donde el precio de la criptomoneda se mueve como una montaña rusa.
Sin dolor de estómago
Sí, es cierto, la volatilidad de la criptomoneda llega a ser ridícula. Tal como pasó en abril cuando alcanzó un máximo histórico superior a los US$64.000 y en un mes cayó a la mitad. Así de brutal es la fluctuación de su precio.
Y cuando eso ocurre, los más convencidos no venden ni un solo bitcoin, con la certeza de que a largo plazo será la mejor inversión de su vida.
Especialmente aquellos que pagaron US$755 por un bitcoin en 2017, o los que pagaron US$1 por un bitcoin en 2011.
Y para levantar el espíritu, hay todo un slang creado en torno a las criptomonedas. Por ejemplo:
- BTD: Buy the Deep (comprar más cuando el precio cae).
- HODL: en realidad es la palabra hold (aguantar), pero mal deletreada intencionalmente. También se refiere a la idea de «resistir, de aguantar la caída del precio».
- FUD: Las iniciales de fear, uncertainty and doubt, utilizado por los criptocreyentes para referirse a lo que consideran como campañas de desinformación o las críticas.
- Mooning: un verbo que se utiliza cuando el precio del bitcoin está subiendo (va camino a la Luna, de ahí mooning, de Moon, Luna en inglés).
Y así la criptojerga sigue extendiéndose con un montón de otros conceptos y acrónimos como NFT, DeFi, hash o halving, que podrían dar pie para escribir un pequeño diccionario.
Uno de los personajes más extravagantes del evento, Max Keiser, que subió al escenario a conversar con el multimillonario Michael Saylor, encendió a las masas al gritar «We are not selling!» («No vamos a vender»).
Seguido de «Fuck Elon«, refiriéndose al fundador de Tesla (Elon Musk) que primero anunció que aceptaría el bitcoin como medio de pago y luego se retractó por el «daño ambiental» que provoca el gigantesco consumo energético requerido para que las computadoras resuelvan los acertijos matemáticos que permiten generar («minar», en la jerga) nuevos bitcoin.
La exaltación del público era tal, que daba la impresión de estar en un mitin político justo antes de la elección, o en un recital cuando aparece el artista en el escenario, o quizás en una reunión religiosa.
Como si existiera una pasión por el código creado por Nakamoto en 2009, un sistema que los bitcoiners consideran la mayor revolución después de internet, tan grande, que reemplazará el actual sistema monetario creado en 1971 bajo el gobierno estadounidense de Richard Nixon.
De ahí que muchos los vean como una especie de culto y que los tilden de locos.
Otros, simplemente han invertido una parte de un portafolio diversificado a la espera de un buen momento para vender. Nada más. Están en la fiesta solo para conseguir la mayor cantidad de dinero posible, de la misma manera que si estuvieran jugando en un casino de Las Vegas.
No en vano grandes bancos de inversión como Goldman Sachs, JP Morgan o Morgan Stanley, han creado sus propios equipos especializados en criptomonedas para manejar las inversiones de sus clientes más ricos).
En Bitcoin 2021 había más devotos que criptoturistas, tengo la impresión, aunque era difícil saber quién era quién en aquella jungla.
«Muerte al dólar»
Rodeado por gigantescos murales, el centro de eventos Mana se convirtió en el epicentro de una conferencia que solía hacerse en California, pero que este año, por primera vez, se trasladó a Miami.
Al aire libre trabajaban los artistas grafiteros contratados para el evento, además de los skaters y los jugadores de baloncesto.
En uno de los ambientes exteriores podías desconectarse un rato de las presentaciones y descansar con los DJs que mezclaban música electrónica. O divertirte con los enormes luchadores de sumo contratados para la ocasión.
Otros daban vueltas buscando cómo hacer negocios y conseguir la mayor cantidad de contactos posible. Aquellos estaban claramente trabajando.
Algunos de los asistentes entraban y salían de los escenarios más pequeños donde los bitcoiners compartían sus experiencias, mientras otros no salían del bar (donde pagabas los mojitos con bitcoin, por supuesto.)
No se veía ni una sola corbata, solo sneakers (tenis, zapatillas), y había quien se paseaba sin camiseta.
También había una zona exclusiva llamada The Deep, a donde solo podían entrar aquellos con un Whale Pass por el que habían pagado cerca de US$21.000.
¡Oh!, casi me olvido. Cerca de la entrada del evento estaba él. Un Lamborghini de US$270.000 que iba a ser sorteado entre los asistentes.
¿Qué más?, bueno, el número 21 estaba por todas partes.
La cifra hace referencia al límite de 21 millones de bitcoin que pueden llegar a existir, según quedó establecido en el código desarrollado por el enigmático/a/es Nakamoto en 2009, cuando creó el primer bloque que dio origen a los primeros 50 bitcoin de la historia.
No puedo dejar de mencionar que había una zona de gamers profesionales cuyos computadores estaban conectados a una pantalla gigante.
Y una zona de artistas del bitcoin, para que quedara claro que todo esto es «un movimiento», como lo dijo el alcalde republicano de Miami, Francis Suárez, quien pretende convertir a la ciudad en la capital mundial de las criptomonedas.
El arte bitcoin se merece todo un capítulo aparte.
Incluso la máscara que representa a Guy Fawkes, el inglés que intentó volar la Cámara de los Lores (la cámara alta del Parlamento británico) en 1605, popularizada en la película V for Vendetta y adoptada por grupos que protestan contra las instituciones financieras y todo el establishment en general, se repetía en varios de los trabajos de arte.
Y mucha «muerte al dólar» por todos lados. Dólares rasgados, intervenidos con pintura, aniquilados.
‘Nakamoto stage‘
Subiendo unas escaleras estaba el principal escenario del evento: Nakamoto stage.
Ahí adentro lo que había era una fiesta. Atiborrado de gente (sin mascarilla, por cierto), la música electrónica sonaba alta y el ambiente estaba electrificado a la espera de una jornada prometedora.
En el fondo, montaron una pantalla gigante con palmeras que se movían plácidamente al ritmo de la brisa.
Si hay algo que en Miami no escasea es el dinero y las palmeras. Y los más de 12.000 criptoevangelistas que llegaron al evento y que por primera vez se ven las caras desde que comenzó la pandemia. Quizás por eso había una atmósfera como de liberación.
A la conferencia fueron invitados personajes tan distintos como el excongresista republicano Ron Paul y el fundador de Twitter y Square, Jack Dorsey.
¿Paul y Dorsey? Sí, Paul y Dorsey.
Entre los grandes nombres también estaban el magnate del bitcoin Michael Saylor, cofundador de MicroStrategy; Nick Szabo, científico y criptógrafo pionero en el mundo de las criptomonedas (precursor de Nakamoto); los multimillonarios hermanos Winklevoss y otras celebridades como el boxeador Floyd Mayweather o el skater Tony Hawk.
El «padre ideológico» (de algunos bitcoiners)
Uno de los momentos más sorprendente del evento ocurrió cuando el excongresista republicano Ron Paul subió al escenario.
Como muchos de los asistentes eran adultos jóvenes con ese aire tecnodisruptor seudovanguardista, no daba la impresión de que fuese una audiencia especialmente republicana.
Pero cuando Ron Paul apareció en el escenario, me di cuenta que estaba en perdida en Saturno.
El hombre recibió una ovación de pie a gritos en medio de una efervescencia que ningún otro conferencista despertó.
Fue un momento de euforia colectiva, como si se tratara de un rockstar. Ahí estaba este señor de 85 años de extrema derecha con su respetable traje formal frente al público. El primer orador de la conferencia.
«Si no te gusta el dólar, deberías tener el derecho absoluto a usar lo que quieras como dinero», dijo quien fuera tres veces aspirante a la Casa Blanca, primero por el Partido Libertario y después por el Partido Republicano.
«No necesitamos la Reserva Federal. Ha sido construida con corrupción. Entonces, lo que tenemos que hacer es abolir o deshacernos de la Reserva Federal», agregó encendiendo una vez más los gritos y aplausos de la audiencia.
Considerado como «el padrino» del movimiento Tea Party en Estados Unidos, Paul le daba una especie de sustento ideológico a los bitcoiners, dejando en claro que esto va más allá de ganar dinero.
Cada vez que usaba la palabra «libertad», la audiencia lo aclamaba.
Es que una parte importante de los seguidores de la criptomoneda simpatiza con la corriente de pensamiento que reivindica la desregulación total de los mercados, la reducción del gobierno a su mínima expresión, y, sin duda, detesta los impuestos.
Y si vamos un poco más allá, también están los anarcocapitalistas que abogan por la eliminación del Estado como agente económico.
¿Será que en algún punto de esta criptofilosofía convergen perfectamente bien Paul y los artistas antisistema que usan la máscara de Guy Fawkes?
¿O será que como estoy en Saturno no entiendo nada? Debe ser la segunda opción, seguro.
Más tarde subieron al escenario los hermanos Tyler y Cameron Winklevoss, gemelos multimillonarios conocidos por su disputa con Mark Zuckerberg sobre la creación de Facebook.
Tyler se refirió al dólar como «la mayor moneda de mierda», mientras que Cameron vistió una una camiseta que parecía de una banda de rock pero en realidad no, con la foto de la Reserva Federal que decía Rage against the machine(rabia contra la máquina).
Michael Saylor: el criptogurú
Considerado como uno de los criptogurús, Michael Saylor, fundador y director ejecutivo de la exitosa firma MicroStrategy, fue una de las principales estrellas de la jornada.
Saylor, quien se refiere al dinero tradicional como basura (cash is trash) y cuya empresa ha comprado más de 90.000 bitcoins (con un valor actual estimado en US$3.600 millones), elogió la criptomoneda.
«Bitcoin es la propiedad suprema de la raza humana. Es la primera vez que descubrimos cómo crear una verdadera propiedad de la que se pueda tomar posesión con todos los derechos de custodia».
«Por primera vez en la historia, podemos otorgar derechos de propiedad a 8.000 millones de personas», agregó el empresario que se graduó de aeronáutica y astronáutica en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés).
El bitcoin, argumentó, «sincroniza el mundo en todas las jurisdicciones políticas, devuelve la racionalidad a todo el sistema financiero y devuelve la libertad y los derechos de propiedad a toda la raza humana «.
«Decimos que bitcoin es esperanza. Bitcoin lo arregla todo».
Jack Dorsey: «Si no estuviera en Square o Twitter, estaría trabajando en el bitcoin»
Tan convencido como Saylor está Jack Dorsey, quien conversó en el escenario con Alex Gladstein, de la Fundación por los Derechos Humanos (Human Rights Foundation).
«Para mí, bitcoin lo cambia absolutamente todo. Lo que más me atrae es el espíritu, lo que representa. Las condiciones que lo crearon son tan raras y tan especiales y tan preciosas, y no creo que haya nada más importante en mi vida que trabajar en esto», declaró Dorsey.
El foco de su discurso estuvo en lo que considera como el rol social de la criptomoneda para mejorar la vida de las personas, especialmente en las zonas más pobres del mundo.
«Anda a Nigeria por un día y ve la lucha de la gente con su gobierno y su dinero. Anda a Ghana, que tiene un montón de inmigrantes de todo el continente y serás testigo de lo mismo todos los días. Anda a India y verás lo mismo «.
«Es bastante increíble darme cuenta de que finalmente tenemos una moneda que se puede negociar en cualquier punto del planeta», agregó. «Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para asegurarme de que eso suceda».
«Creo plenamente que el bitcoin, con el tiempo, y actualmente, sí incentiva más energía renovable y le da a la gente más libertad para convertir la energía no utilizada y desperdiciada, en algo que realmente crea valor para miles de millones de personas alrededor del mundo.»
La sorpresa de El Salvador
En la segunda jornada de la conferencia ocurrió algo que nadie se esperaba.
A través de un video, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, le anunció al mundo que su país haría del bitcoin una moneda de curso legal.
Cuatro días después del anuncio, el Congreso aprobó la Ley Bitcoin y este pequeño país centroamericano de apenas seis millones de personas, se convertirá, probablemente, en un gran laboratorio de experimentación.
Es la primera vez que un país declara que el bitcoin circulará por su sistema monetario al mismo nivel que el dólar (que adoptó como moneda oficial en 2000).
Aparentemente el plan de Bukele es que, a medida que pase el tiempo y que la gente disponga de celulares conectados a internet, los salvadoreños terminarán haciendo más transacciones en bitcoin que en dólares.
Es tan radical el cambio, que la ley establece que los agentes económicos a quienes se les ofrezca un pago en bitcoin, «deberán aceptarlo».
En la práctica, McDonalds tendrá que aceptar que le compren las hamburguesas con bitcoin.
Como se trata del primer experimento con la criptomoneda en todo un país, es probable que los ojos de los grandes poderes estén puestos en una experiencia que, sea un éxito o un fracaso, dejará un precedente.
Una guerra silenciosa
Terminado el evento, quedaba la impresión de que existe una guerra silenciosa entre los «criptoevangelistas» y el poder financiero, económico y político.
Los seguidores del bitcoin creen que la moneda será tan poderosa que pondrá fin a la hegemonía del dólar y transformará el sistema monetario desde sus raíces, basándose en la teoría de que estamos siendo testigos del fin de un ciclo histórico.
Así ocurrió con el «patrón oro» (que terminó con la Primera Guerra Mundial) y con el sistema monetario creado en los Acuerdos de Bretton Woods (que finalizó a comienzos de los 70 cuando el gobierno estadounidense decidió unilateralmente que el dinero tendría un valor legal propio).
Han pasado 50 años desde que ocurrió el último cambio de sistema monetario y ahora, dicen los bitcoiners, llegó el momento de un nuevo ciclo.
Aunque al inicio habrá un período de transición donde van a coexistir los dos sistemas monetarios, explican, al final vencerá el bitcoin.
«Es muy simple, crees o no crees», me cuenta un millenial que predica el evangelio de la divisa digital.
«Yo creo que el bitcoin cambiará el sistema monetario internacional, pero también la economía, la política, todo. Habrá una nueva sociedad. ¿Que si será mejor o peor?, eso no lo se, pero lo que sí sé es que no será la misma».
Fuente: BBC Mundo