Santo Domingo, Distrito Nacional.– A mediados de 1977, cuando apenas tenía 17 años de edad, ingresé al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) a través del Circulo de Estudios número 3, del Comité de Base número 4, del Comité Intermedio César Augusto Sandino, en el sector de María Auxiliadora, previo ser lector de Vanguardia del Pueblo, periódico semanal de contenido político y propagandístico del PLD, y orientado por los compañeros que me organizaron, Miguel Ángel Castelle y Daniel Berroa, este último fallecido.
Luego de un periodo de más o menos un año, alcancé la categoría de miembro del partido, una vez formé y dirigí un Círculo de Estudio, además de tener varios cotizantes y lectores del periódico; así como también una evaluación por parte del organismo superior, todos parte de los prerrequisitos para alcanzar esa categoría.
Como ingrese al PLD en 1977, solo a meses de efectuarse las elecciones presidenciales de 1978, las cuales habían concitado un interés general para sustituir al Partido Reformista del poder, encarnado por el Partido Revolucionario Dominicano, la presión de mi entorno social era enorme, por la decisión de ingresar al PLD, justo cuando el país anhelaba la salida del Dr. Joaquín Balaguer y el retorno de una verdadera democracia, se interpretaba como ponerme de espalda a ese propósito.
Dado mi enfoque y atraído por la prédica y ejemplo del líder histórico del PLD, Don Juan Bosch, participé en forma militante, condición obligatoria del PLD de esa época, en centenares de esfuerzos concentrados y sostenidos todos los fines de semana, método para captar lectores del PLD e identificar simpatizantes y potenciales circulistas, muy escaso para esos tiempos; así como también en innumerables tertulias en las que se invitaban a participar a los lectores de Vanguardia del Pueblo de cada Comité de Base, a fin de socializar discusiones políticas, sobre la base de los artículos que se publicaban en el periódico. De esa forma se forjaba desde las raíces mismas las condiciones para ser dirigente del partido en sus distintos niveles, al estilo de uno de los slogan de entonces: “Ser peledeísta es ser un soldado, valiente y disciplinado”.
Para alcanzar la categoría de dirigente intermedio o nacional del partido no mediaba el amiguismo, tampoco las actitudes monárquicas; y mucho menos la influencia económica, bastaba con ser un soldado, valiente y disciplinado y el que lograba cumplir con todos los requisitos y luego incumplía en forma grave o era reincidente, simplemente se le enjuiciaba en su organismo y se le expulsaba.
Más adelante en las elecciones de mayo, participamos en los denominados encuentros con el pueblo que se realizaron con nuestro candidato a la Presidencia, el compañero Bosch, en distintos lugares de la capital, como forma de ampliar las posibilidades de seguir proyectando al partido en esa etapa crucial de su construcción y cuando llegó Mayo de 1978, el 16 de ese mes participé como delegado del PLD ante la mesa electoral donde también ejercía el derecho a votar, sacando en esa mesa tan solo 17 votos.
Luego durante los años 1978-82 las actividades ya descritas continuaban todos los fines de semanas, en adición a las reuniones semanales del Comité de Base que duraban hasta 3 horas y la del Círculo de Estudio que duraban cerca de dos horas. Para ese periodo el PLD impulsó una política de masas, como forma de vincular al partido a las organizaciones populares, permitiendo esa política dedicarle parte del tiempo político a penetrar y llegar ser dirigente del Club María Auxiliadora, convirtiéndose ese tipo de incursión como una forma más de ganar méritos para alcanzar la categoría de dirigente; así como además la salida al aire del programa diario de radio La voz del PLD, medio que también pasó a ser parte de la obligación de promoverlo por cada militante.
Posteriormente para el periodo 1982-86 en el partido continuamos desarrollando todas las actividades descritas con un alto nivel de disciplina, mística, entrega, respeto, y sobre todo, compañerismo, al punto que con solo enfermarse un compañero, se pasa a ser doliente de este, asistiéndolo en todo lo que fuera posible. La disciplina era férrea, el que fallaba tenía la oportunidad de la autocrítica o la crítica del organismo al que pertenecía, normalmente con consecuencias que implicaban sanciones, en algunos casos severos, como la expulsión.
Durante todos esos años el partido fue enriqueciendo sus actividades, incorporando otras, como las giras políticas a playas y ríos, caravanas políticas con patanas que llevaban música en vivo, convivencia peledeísta, aguinaldos navideños, servicios en la Casa Nacional y en los locales de los Comités Intermedios para que estos se mantuvieran abiertos, el primero las 24 horas del día y los segundos, al menos en horas de la tarde, y hasta huelgas generales de carácter reivindicativo el partido llegó a organizar o apoyar, entre otras. Una característica importante, ninguna actividad tenía acento personal, ni siquiera las del propio líder del partido.
Para los años 1986-90, un PLD más maduro en lo orgánico y en la formación política de sus miembros, entonces llegó el momento que Don Juan Bosch consideró que el PLD estaba construido y listo para gobernar, llegando casi a alcanzarlo; de no haber sido por todas las irregularidades que el partido de gobierno, el reformista, realizó para impedir el triunfo morado. También para ese entonces el partido realizó fusiones con algunas organizaciones de izquierda y permitió la entrada de personalidades políticas, dándole a muchos la categoría de dirigentes del Comité Central o del Comité Político.
Naturalmente durante todos esos años el PLD no quedó exento de crisis interna, las tuvo y varias, desde la salida de dos de sus secretarios generales, hasta el desprendimiento de una parte de su estructura orgánica, mismas que le permitieron formar otros partidos; pero esos acontecimientos no amilanaron a sus dirigentes y miembros del partido, nos mantuvimos siempre alrededor de su fundador e hicimos posible que luego de la disminución de la vida útil de Don Juan Bosch, se posibilitara el tránsito hacia un liderazgo colectivo, sin Bosch protagonista, pero con él como inspirador.
La estrategia fue correcta, la dirección colegiada, con orientaciones de su líder histórico permitió que el PLD alcanzara su primera victoria electoral presidencial en 1996, a partir de ese momento los mejores esfuerzos de todos sus integrantes se concentraron en realizar un buen gobierno, ante el desafío que teníamos de hacerlo bien, pese a no tener experiencia de Estado, se logró.
Desde entonces y hasta ahora en el PLD se fue anidando el descuido por la calidad del partido, tomó fuerza la promoción individual, se eliminó el voto orgánico, por el individual, se inició la masificación’; así como la inversión de una parte importante de los valores que le dieron origen. El saldo entre gobernar bien a la nación y no desnaturalizar al PLD, ha quedado a favor de lo primero, cuando ha podido ser más balanceado.
Con el VIII Congreso Comandante Norge Botello, celebrado a partir de julio de 2013, el partido tomó un conjunto de medidas que muchos pensamos necesarias para al menos detener su deterioro cualitativo; el PLD vive hoy una gran prueba, tal vez la mayor, las señales negativas están a la vista, no es necesario indicarlas; apuesto a que la superaremos con éxitos, si logramos al menos dos cosas: convivencia de la diversidad y la unidad, vale decir sin sectarismo y detener las señales monárquicas y de exceso de nepotismo; para ello no se necesitan las tres condiciones del slogan citado, solo una, disciplina.