Imagen ilustrativa externa.

Por Elda Cantú

La plataforma que en los últimos 15 años se convirtió en el sustituto digital de nuestro calendario de cumpleaños, agenda de contactos y álbum de fotos ahora enfrenta una montaña de papeles incriminatorios.

A principios de octubre, Frances Haugen, una exempleada convertida en denunciante, acudió a la televisión para divulgar información acerca de cómo Facebook escondió los resultados de una investigación sobre los efectos nocivos de Instagram en la salud mental de los adolescentes; además la red social ignoró información interna que detallaba el modo en que los mensajes de odio servían para mantener enganchados a sus usuarios.

Haugen, quien filtró documentos internos de la compañía al Wall Street Journal, luego testificó ante el Congreso estadounidense y ha emprendido una gira para declarar ante las autoridades europeas sobre el mismo tema.

Otros de los documentos, obtenidos por el Times, sugieren que Facebook jugó un papel clave en la organización del ataque al Capitolio el 6 de enero y la coordinación de grupos extremistas que buscaban propagar la polarización y el odio. De estas informaciones se desprende que los empleados pensaban que podía —y debía— hacerse más para detener la desinformación.

Ilustración de Mel Haasch; fotografía de Anna Moneymaker para The New York Times.

Los investigadores de Facebook, además, habían determinado en repetidas ocasiones que los usuarios usaban la red para amplificar el contenido tóxico. En un memorándum interno de agosto de 2019, por ejemplo, varios investigadores dijeron que la “mecánica de productos clave” —es decir el funcionamiento básico del producto— permitió que la desinformación y el discurso de odio prosperaran en el sitio.

El mayor desafío hoy para Facebook tal vez no sea legal ni de imagen, sino de relevancia y supervivencia. Después de todo, como dijo un niño de 11 años a los investigadores de la empresa, “Facebook es para los viejos”.

¿Qué futuro le espera entonces a la empresa? Tal vez hoy sea un buen día paraleer una columna reciente de Kevin Roose, experto en tecnología, en la que enumera algunas de las acusaciones que enfrenta el gigante tecnológico y explora sus vulnerabilidades.

Y, para cerrar con un regreso a tiempos más sencillos y analógicos, recomiendo leer este elogio a los archivadores, esos muebles que cada vez son menos comunes, y los papeles y aventuras que contienen.

Fuente: nytimes.com