Un mes antes de que Donald Trump fuera elegido presidente, él y sus asesores fueron testigos de cómo se desmoronó el semblante sereno de su hija.
En el interior de la Trump Tower, el candidato se preparaba para un debate cuando un asesor entró con la noticia de que The Washington Post estaba a punto de publicar un video que mostraba a Trump haciendo alardes de tocar las partes privadas de las mujeres. Trump reaccionó de mala manera: primero negó que existiera la grabación y, cuando se publicó, aceptó decir que pedía perdón… si había ofendido a alguien. Los asesores le advirtieron que eso no sería suficiente.
Quienes presenciaron la discusión afirman que Ivanka Trump abogó para que su padre pronunciara una disculpa mucho más enfática. La hija mayor del actual presidente de Estados Unidos creció en el ojo del huracán de la prensa amarillista y ha pasado su vida adulta tratando de consagrarse como la hija equilibrada y centrada de la familia. Es una empresaria con su propia línea de ropa que se comercializa con consignas sobre el empoderamiento femenino y acaba de escribir un libro sobre el tema.
Trump permaneció inmutable ante las sugerencias de Ivanka. Los ojos de su hija se llenaron de lágrimas, su rostro enrojeció y el sentimiento de frustración la hizo marcharse de la habitación.
Siete meses después Ivanka Trump se ha convertido en la confidente presidencial de prácticamente todos los temas que se abordan en el ala occidental de la Casa Blanca, una asesora cuya cartera parece tener pocos parámetros lo que la convierte en la mujer de mayor rango entre un grupo de asesores compuesto principalmente por hombres.
Funcionarios de la Casa Blanca afirman que, aunque no tiene experiencia gubernamental ni política, quiere revisar algunas órdenes ejecutivas antes de que sean firmadas. Además llama a los miembros del gabinete para consultarles sobre los temas que le interesan; hace poco le preguntó a la embajadora ante las Naciones Unidas, Nikki Haley sobre los envíos de ayuda humanitaria a Siria. También estableció una reunión semanal con el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin.
En dos entrevistas realizadas en abril, dijo que tenía la intención de actuar como una fuerza moderadora en un gobierno que llegó al poder gracias a un sentimiento nacionalista. Otros funcionarios indicaron que ella ya ha expresado su opinión en temas como el cambio climático, las deportaciones, la educación y las políticas relativas a los refugiados.
A pesar de que busca ejercer una mayor influencia, reconoce que es una novata en el tema de Washington. “Apenas estoy aprendiendo cómo funciona todo”, dijo, “pero ahora sé lo suficiente para ser una voz mucho más activa dentro de la Casa Blanca”.
Ivanka, de 35 años, exmodelo, empresaria y desarrolladora inmobiliaria, dice que se centrará en la desigualdad de género dentro y fuera de Estados Unidos. Su interés en ese tema produjo la etiqueta y la campaña de mercadotecnia “Women Who Work” (Mujeres que trabajan) que ideó hace algunos años para promocionar la venta de zapatos de tacón de 99 dólares y vestidos de 150 dólares. El libro de consejos profesionales en el que trabajaba antes de la elección y que tiene el mismo título de la etiqueta acaba de publicarse.
Los críticos ven sus esfuerzos como una hazaña descarada para promover a Trump –lo que consideran una respuesta poco satisfactoria a la grabación de “Access Hollywood” de 2005 que se divulgó durante la campaña y a las miles de personas que protestaron en las marchas de mujeres– que es promovida por una mujer que goza de privilegios extraordinarios y que parece aprovechar los mensajes feministas para promocionar su marca.
En las entrevistas, la hija mayor de la familia Trump habló sobre liberar el potencial económico de las mujeres —con frases muy parecidas a las de Hillary Clinton— y evadió las preguntas sobre las razones que la motivan a defender con tanta vehemencia los temas feministas.
“Después de que mi padre anunció su candidatura sucedió que las cosas por las que se me reconocía, de manera repentina eran vistas por las mismas personas con otros ojos”, dijo. “De algún modo todo aquello por lo que me aplaudían como milenial, como empresaria, ahora era visto de manera muy cínica como algo oportunista”.
Algunas exempleadas de su negocio se sorprenden ante su nuevo interés en las políticas de género, pues afirman que incluso se mostró renuente a darles el permiso de maternidad. Sin embargo, otros observadores consideran que es la mayor esperanza dentro de la administración para que haya algún avance en los temas de género.
En última instancia, “la única prueba es si podrá lograr algo además de beneficiarse personalmente”, dijo Umber Ahmad, banquera convertida en panadera y una de las muchas mujeres que se sienten incómodas por aparecer en el nuevo libro de Ivanka Trump.
Sus conocidos afirman que es alguien socialmente liberal y dispuesta a hacer negocios. Sin embargo, ella misma dice que no tiene opiniones muy firmes en diversos temas (en la Casa Blanca, se expresa con términos corporativos, como “plan de negocios” con la misma frecuencia que usa expresiones partidistas o de corte político).
Según familiares y asesores, Ivanka tiene una habilidad que casi nadie posee: puede criticar a un hombre que suele rechazar casi cualquier crítica, y puede lograr que cambie de opinión.
“Soy su hija. Lo he conocido toda mi vida. Confía en mí”, dijo. “No tengo intenciones ocultas. No quiero atacarlo para beneficiarme”.
Aunque su conducta es distinta —ella es cautelosa mientras que él no tiene restricciones— Ivanka Trump es más parecida a su padre de lo que muchos creen, según afirman varias personas que los conocen.
Ella comparte su visión de la importancia de una imagen y una marca, así como su sensibilidad ante las críticas. Al igual que él, algunas veces hace afirmaciones generalizadas y se podría decir que exageradas: describió a Donald Trump como un defensor de las mujeres en el discurso de la convención republicana del verano pasado y ha descrito a su marca como un movimiento que quiere acabar con los estereotipos. Al igual que él, confía en que puede dominar ámbitos en los que tiene poca experiencia o pericia. Ambos recurren a los mismos superlativos al hablar: “tremendo”, “increíble”.
¿Pero realmente puede influenciar a su padre? A sus 35 años, ha dado pocas pruebas de haber cuestionado o cambiado la opinión del hombre que la crió. Trump sí se disculpó por la grabación de “Access Hollywood”, pero lo hizo cuando ya era una emergencia política.
Donald Trump suele llamar a Ivanka al Despacho Oval para hacerle preguntas y escuchar sus ideas; ella lo llama “papá” no “señor presidente”. Si él le hace una pregunta sobre un tema que desconoce suele investigar para forjarse una opinión. Algunas veces ella es quien busca hablar con Trump y le indica a otros miembros del personal: “Necesito diez minutos a solas con mi padre”.
“Muchas de sus verdaderas interacciones ocurren cuando están solos”, confesó Jared Kushner, esposo de Ivanka Trump y también asesor de la Casa Blanca, en una entrevista telefónica.
Ivanka cuenta que cuando está a solas con su padre defiende los temas que considera prioritarios. “Defiendo hasta lo imposible ciertos temas y es posible que no gane”, dijo. “Pero en el proceso he modificado su postura, al menos ligeramente. Y eso es maravilloso”.
La hija leal
Sin importar cuán escandalosos sean los divorcios ni lo exagerado de las declaraciones de Donald Trump, Ivanka rara vez lo rechaza o se distancia de él.
Su hermano mayor, Donald Jr., fue enviado al internado cuando sus padres se divorciaron y se negó a hablarle a su padre durante un año. Su hermano menor, Eric, era muy pequeño. Así que Ivanka fue la hija que pasó más tiempo con Trump, según contó Ivana, su madre, en un correo electrónico. Incluso entonces, “¡Donald sabía que podía confiar en ella!”, añadió.
Ivanka solía ir a su oficina a saludarlo o lo acompañaba a las obras en construcción, con la misma frecuencia que ahora lo hace en el ala occidental o en los viajes presidenciales.
En su adolescencia incursionó en el mundo del modelaje para ganar dinero y demostrar lo que podía lograr por sí misma. Desfiló en las pasarelas europeas, apareció en las portadas de revistas y fue conductora del concurso Miss USA que financiaba su padre. “Nunca tuvo oportunidad de tener una carrera de modelaje porque su nombre estaba asociado al de su padre”, comentó Audrey Roatta, quien trabajó para la agencia que representaba a Ivanka Trump y la acompañaba en sus viajes.
Una amistad indicó que se molestó cuando su padre abrió su propia agencia de modelos porque sentía que estaba incursionando en sus terrenos, pero reprimió su enojo.
Poco después de que Ivanka Trump se uniera al negocio de bienes raíces de la familia, en 2005 el nombre de Trump se convirtió en una fuente de poder y de oportunidades aún más poderosa debido al programa de televisión El aprendiz protagonizado por su padre. Aunque Ivanka estaba en sus veintes, y apenas aprendía los gajes de las negociaciones de financiamiento y detalles de construcción, era una figura importante en el programa porque sopesaba los méritos de los participantes durante las tensas escenas de la sala de juntas.
Cultivando una imagen
La atención generada por El aprendiz ayudó a que su nombre se consolidara como marca de varios productos: joyería fina (2007), zapatos (2010), ropa (2010) y bolsos (2011) que eran promovidos en el programa televisivo. El negocio de Ivanka estaba estrechamente vinculado con la empresa de su padre; al principio aprovechó los recursos de la Organización Trump para establecer sus servicios de nómina y abogados (un representante dijo que ella le había pagado a la empresa de su padre).
Si embargo, penetrar en el mercado fue un reto: la vida majestuosa de Ivanka Trump parecía muy distante de la de las mujeres que compraban en tiendas departamentales. Así que a fines de 2013, ella y su marido se reunieron con algunos empleados en su departamento del Upper East Side de Nueva York. El libro de la ejecutiva de Facebook Sheryl Sandberg, Vayamos adelante: las mujeres, el trabajo y la voluntad de liderar estaba en la lista de los más vendidos; el equipo de Ivanka Trump buscaba una frase publicitaria que fuera igual de pegajosa.
La lluvia de ideas generó un nuevo lema: “Women Who Work”. La empresaria comenzó a adaptar su imagen para que encajara con el concepto. Un documento interno de ese entonces menciona que uno de sus desafíos es “que es percibida como rica e inalcanzable”. Se le dijo a Ivanka Trump que publicara en su cuenta de Instagram imágenes que la hicieran ver más terrenal: menos modelo y más mamá.
“Sentimos que era importante que la gente viera quién es de una forma más completa”, dijo Abigail Klem, presidenta de la marca Ivanka Trump.
Sin embargo, la marca no siempre ha estado a la altura de su imagen progresista. Más allá de saber que era una de las pocas mujeres en el mundo de las bienes raíces, dominado por hombres, sus allegados comentan que ella nunca le prestaba atención a los temas y políticas de género que ahora promueve.
Poco después de establecer sus negocios, se mostró renuente al momento de otorgar permisos de maternidad y no tenía un paquete de prestaciones, según afirman sus exempleadas. Marissa Kraxberger, una ejecutiva que estaba embarazada cuando la empresaria le ofreció un trabajo en el verano de 2013, dice que le preguntó sobre su licencia de maternidad remunerada. Recuerda que Ivanka Trump le contestó: “Bueno, no tenemos una política de permisos de maternidad aquí; yo regresé a trabajar una semana después de tener a mi hija, así que no es algo que suela hacer”.
Klem sostiene que, después de consultar con los empleados, la empresa implementó a mediados de 2014 una política de permiso de maternidad con goce de sueldo por un periodo de dos meses, así como horas de trabajo flexibles.
Un rol desconocido
Ivanka Trump y sus allegados describen la época previa al anuncio de la candidatura de su padre como una de las más satisfactorias de su vida. Había logrado actualizar la marca de su familia posicionándola como una imagen de cierta elegancia y estaba involucrada personalmente en el desarrollo de un hotel en un edificio histórico en Washington, a cuadras de la Casa Blanca. Además la revista Vogue publicó un artículo en el que la presentaba como un ejemplo de buen gusto y de los logros destacables de la generación milenial, un cambio radical de la cobertura sensacionalista que recibió en su juventud.
Sin embargo, el primer día de la campaña presidencial le ocasionó problemas: los comentarios de que México enviaba a violadores a Estados Unidos hicieron que dos famosos cocineros abandonaran el proyecto del hotel de Washington.
Ivanka Trump estaba asombrada ante la acalorada y fuerte campaña. Antes solía recibir cartas de admiración en las que la calificaban como un modelo a seguir; ahora muchas de las cartas que recibe son mordaces. “Todo lo que se le achacaba a él se convirtió repentinamente, para mis detractores, en algo que también se aplicaba a mi”, dijo.
Dicen los asesores que, tras el telón de fondo, se le ve frustrada e infeliz de haber abandonado su vida en Nueva York, pero que está determinada a imponerse y aprovechar al máximo la estancia en la Casa Blanca, algo que nunca se imaginó que sucedería.
En una entrevista a fines de abril desde su recién pintada oficina en el ala occidental —de color blanco con acentos metálicos, en contraste con el tradicional tono color crema del resto del sitio— Ivanka Trump se mostró llena de energía pero también a la defensiva y, a veces, intimidada.
Transcurría su primer semana como consejera oficial del presidente, acababa de contratar a su jefe de personal y estaba programando reuniones. Estaba por viajar a Alemania, donde por primera vez representaría al gobierno de su padre en el ámbito global.
En Berlín, Ivanka Trump formó parte de una mesa redonda con algunas de las mujeres más importantes del mundo: Angela Merkel, la canciller alemana; Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional, y Chrystia Freeland, la ministra de Relaciones Exteriores de Canadá. Por su parte, Ivanka Trump fue presentada como la “primera hija”.
Mientras hablaba, la audiencia murmuró con escepticismo (aunque, contrario a lo que se informó en varios medios, nadie la abucheó) pero un momento fue particularmente incómodo. “El público alemán no está familiarizado con el concepto de la primera hija”, comentó la moderadora. “Me gustaría preguntarle cuál es su función y a quién representa: ¿a su padre como presidente de Estados Unidos, al pueblo estadounidense o a su empresa?”.
“Bueno, ciertamente, a la última no”, respondió con ligereza Ivanka Trump, y agregó: “No estoy familiarizada con este papel”.
Una sombra ineludible
Las preguntas sobre su padre la persiguen por todas partes. Defender una postura de centro en una administración que se inclina hacia la derecha sería un reto para cualquiera, incluso para los más versados en política. Como sucede con el actual presidente, la inexperiencia de Ivanka Trump en Washington y la preferencia por las negociaciones comerciales frontales pueden ocasionar dolorosos enfrentamientos.
Por ahora, ella reconoce lo mucho que tiene que aprender y pide paciencia.
“Creo que con el tiempo llegaré al lugar correcto”, dijo. “En el corto plazo tendré algunos tropiezos y, en algunos casos, asumiré los golpes que podría haber evitado si hubiese dicho públicamente lo que pensaba”. “Estoy haciendo un gran, gran esfuerzo por aprender”, agregó.
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Michael Barbaro y Alison Smale colaboraron en este reportaje y Kitty Bennett y Rachel Quester trabajaron en la investigación.