J. David Goodman, Amy Harmon y
Está el tiroteo masivo cerca de un centro juvenil en Allentown, Pensilvania, y el del restaurante Subway en Durham, Carolina de Norte. Otro ocurrido detrás de una cervecería en Oklahoma City y uno más en un club de estriptís afuera de Columbus, Ohio. Dos tiroteos masivos pusieron fin a fiestas en distintas ciudades de Florida.
Y eso fue solo el día de Año Nuevo.
Para inicios de la cuarta semana de enero, el conteo había aumentado para incluir al menos 39 tiroteos distintos en los que cuatro o más personas resultaron heridas o murieron, según el Gun Violence Archive, lo que describe una sorprendente explosión de violencia en una variedad de ubicaciones en casi todos los rincones de Estados Unidos y que ha resultado en al menos 69 personas fallecidas.
El tiroteo más mortífero hasta el momento ocurrió el fin de semana en Monterey Park, California, una ciudad con una vibrante comunidad asiaticoestadounidense, en la que un hombre armado mató a 11 personas e hirió a otras nueve en un popular salón de baile. Las autoridades indicaron que el atacante, que habría elegido a sus víctimas y luego se quitó la vida, era un hombre de 72 años.
Luego, el lunes ocurrió otro tiroteo masivo en California. Un atacante, que las autoridades describieron como un hombre de 67 años, mató a siete personas e hirió gravemente a al menos otra más en Half Moon Bay, al sur de San Francisco.
“En la reunión del hospital con las víctimas de un tiroteo masivo cuando me llaman para informarme de otro tiroteo”, tuiteó el lunes el gobernador de California, Gavin Newsom. “Tragedia tras tragedia”.
La frecuencia de tiroteos masivos y la diversidad de lugares en las que ahora ocurren —oficinas, escuelas, salones de manicura y centros de culto, supermercados y restaurantes— contribuye a la sensación que prevalece en todo Estados Unidos de que este tipo de violencia puede ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar. También aviva los llamados al control de armas del mismo modo en que casi con certeza incentiva la compra de más y más armas. Los tiroteos públicos captan la atención del país, pero también pueden tener el efecto de normalizar la violencia.
Los criminólogos indican que la prevalencia de tiroteos masivos ocurre en parte debido al fácil acceso a tantas armas —algo que caracteriza a Estados Unidos— así como por un efecto de imitación.
“¿Alguien así habría cometido un tiroteo masivo en un salón de baile en el pasado?”, preguntó Adam Lankford, criminólogo de la Universidad de Alabama, en referencia al adulto mayor que se cree que fue el atacante de Monterey Park. “Tal vez no. Puedes imaginarlo como algo parecido a un efecto bola de nieve. Entre más incidentes se den, más prominente será esta opción en la mente de la gente enojada”.
Y al mismo tiempo, la recurrencia de esta violencia armada representa el riesgo de hacer que el país pierda sensibilidad ante la tragedia, tanto así que una parte conocida de la respuesta es emitir advertencias de que no hay que acostumbrarse a los tiroteos masivos de alto perfil.
“No podemos quedar anestesiados ante estos horrorosos actos de violencia”, dijo la fiscala de distrito San Francisco, Brooke Jenkins, después del tiroteo de Monterey Park, que sucedió durante las celebraciones por el Año Nuevo Lunar el fin de semana. “El año del conejo representa la esperanza”.
Existe poco consenso oficial en lo que constituye un tiroteo masivo: distintas organizaciones emplean mediciones diferentes. Pero hasta este momento, la gran mayoría de los 39 tiroteos de este año en los que al menos cuatro personas fueron alcanzadas por balas —la medición empleada por el grupo de investigación Gun Violence Archive— no atrajeron atención más allá de las zonas donde ocurrieron.
Fuera de Houston, quién sabría que dos de esos tiroteos ocurrieron ahí este año: un tiroteo desde un vehículo en el que resultaron heridas cuatro personas y otro que mató a una persona afuera de un club de Houston e involucró un rifle de asalto estilo AK-47.
“Parece que ahí se dispararon 50 tiros, lo cual es una situación muy alarmante”, dijo a la prensa el alguacil de la localidad, Ed Gonzalez.
A menudo, tiroteos como esos aparecen en los noticieros nocturnos, pero no logran penetrar de manera general la conciencia de las ciudades donde ocurren, incluso si dejan tras de sí víctimas y transeúntes con heridas perdurables y cicatrices emocionales.
“Estaba aterrorizado, todos estaban corriendo”, dijo Carl Leon, de 25 años, originario de Miami, al describir el momento en que empezaron los disparos en un restaurante de comida soul en Miami Gardens este mes.
Leon, quien promueve músicos en su cuenta de Instagram, acababa de aparecer como extra en la grabación de un video del rapero French Montana, y estaba buscando en su bolsillo las llaves cuando le dieron. Una bala atravesó su brazo izquierdo y se abrió paso por su abdomen.
“Creí que me iba a morir”, dijo. “Era mi primera vez en una situación como esta”.
Pero el tiroteo de Miami Gardens no fue el primero de su abogado, Josiah Graham, quien el año pasado representó a uno de los sobrevivientes de un tiroteo en un autobús del condado de Broward que dejó a dos personas fallecidas e hirió a otras dos.
Ni siquiera fue el primer tiroteo masivo en la ciudad de Miami Gardens de este año. Nueve personas resultaron heridas luego de una balacera en una fiesta la madrugada del Día de Año Nuevo.
“En los viejos tiempos, si no te metías con ciertas cosas no te pasaba nada”, dijo Shanta Bonius, madre de Carlos Wilkerson, de 23 años, una de las 10 personas que recibieron disparos y resultaron heridas, entre ellas Leon, afuera del restaurante en Miami Gardens. “Hoy en día puedes estar solo en tus cosas, yendo al supermercado y algo pasa”.
La cantidad de tiroteos masivos ha ido en aumento, aunque no de manera constante, desde 2014, según los datos recopilados por el Gun Violence Archive, que monitorea los informes públicos de tiroteos. En 2021 hubo 690 tiroteos con cuatro o más víctimas, más del doble del total de 2014. La cifra cayó ligeramente el año pasado, a 647, pero siguió siendo significativamente más alta que en los años anteriores.
Y la cantidad de ese tipo de tiroteos parece estar en aumento en las primeras semanas de este año, en comparación con periodos similares de años recientes. En promedio, ha habido menos de un tiroteo masivo al día del 1 al 23 de enero en todos y cada uno de los últimos cinco años, según los datos del Gun Violence Archive, pero los últimos dos han ido al alza, de 16 en 2018 a 26 en 2021 a 28 el año pasado.
“No queda lugar en Estados Unidos que sea seguro de la violencia armada”, dijo David Min, senador estatal de California, en respuesta al tiroteo de Monterey Park. “Esto debe parar. Suficiente es suficiente”.
Incluso al descender las tasas de delincuencia, la violencia armada va en aumento, indicó Jaclyn Schildkraut, directora ejecutiva del consorcio regional de investigación de la violencia armada en el Instituto Rockefeller de Gobierno.
No obstante, Schildkraut comentó que era importante distinguir entre los “tiroteos masivos públicos”, como el de Monterey Park, que se sabe que son premeditados, y otras categorías, como los asesinatos entre parientes, las venganzas de las pandillas o los tiroteos surgidos de una disputa.
Los tiroteos más mortíferos y menos comunes son los tiroteos masivos públicos, dijo. Y el tipo de intervenciones de política pública que son más propensos a evitarlos son distintas.
“Toda la violencia armada y la pérdida de cualquier persona que sea es demasiado”, dijo Schildkraut. “Son distintos compartimentos que nos exigen pensar sobre sus características particulares y añadir capas de prevención y responder de forma adecuada”.
Un estudio de 2015 vinculó el alto índice de tiroteos masivos del país a su alto índice de tenencia de armas. Los estadounidenses constituyen el 5 por ciento de la población mundial y, según el estudio, son dueños del 42 por ciento de las armas del mundo.
Es difícil calcular la cantidad precisa de armas de fuego que se venden cada año en Estados Unidos debido a que los escenarios de compra y las leyes estatales varían. Pero los datos del FBI sobre las revisiones de antecedentes para compra de armas de fuego pueden servir como un indicador. Según dicho conteo, los totales han aumentado de 10 millones en 2005 a 40 millones de chequeos de antecedentes en 2021.
Sin embargo, investigaciones posteriores sugieren que el factor rector puede ser el fácil acceso a las armas, no la tenencia, dijo Lankford, el criminólogo de la Universidad de Alabama y autor del estudio de 2015.
Casi 40 por ciento de los hombres estadounidenses declaran a los investigadores ser dueños de un arma, por lo cual la tenencia de un arma no es un predictor útil de quién es propenso a cometer un tiroteo masivo, comentó Kankford. En un estudio de los 14 tiroteos masivos más mortíferos desde Columbine, él y un coautor mostraron que la mitad de los perpetradores no habían comprado su primer arma de fuego sino hasta el año anterior a su ataque.
En muchos de los tiroteos masivos menos difundidos que ocurren en Estados Unidos no se conoce fácilmente la información sobre el atacante y el arma empleada. Luego de que el fin de semana 12 personas recibieron disparos en Baton Rouge, Luisiana, tres de ellas con lesiones que, se dijo, ponían en riesgo su vida, la policía solicitó encarecidamente a quien tuviera información sobre el atacante que la proporcionara.
En Rockford, Illinois, al noroeste de Chicago, tres personas murieron y otras dos resultaron heridas en un tiroteo este mes, y aún no se identifica públicamente a un sospechoso.
“Uno quisiera que se le pusiera la misma atención a estos tiroteos cotidianos”, dijo en una entrevista el alcalde de Rockford, Tom McNamara.
“No quiero sonar insensible sobre Monterey Park, pero al menos algunas de esas personas van a ser recordadas”, añadió. “El año pasado perdí 15 vidas en mi comunidad. No hubo nota nacional sobre ello. Sencillamente es triste que vivamos en un país donde se normaliza la violencia”.
Kirsten Noyes colaboró con investigación
J. David Goodman es el jefe de la corresponsalía en Houston, que abarca Texas. Ha escrito sobre gobierno, justicia penal y el papel del dinero en la política para el Times desde 2012. @jdavidgoodman
Amy Harmon es corresponsal nacional y escribe sobre la intersección de la ciencia y la sociedad. Ha recibido dos premios Pulitzer por su serie “La era del ADN” y colectivamente por la serie “Cómo se vive la raza en Estados Unidos”. @amy_harmon • Facebook
Adeel Hassan es periodista y reportero de la sección Nacional. Es miembro fundador de Race/Related y mucho de su trabajo se enfoca en la discriminación y la identidad. Inició el Morning Briefing para NYT Now y fue su primer redactor. También ha sido editor en la sección Internacional. Fue editor en la sección Internacional. @adeelnyt
Fuente: nytimes.com