En el mundo de las finanzas personales tener un presupuesto para controlar los gastos familiares es una herramienta que promueven los especialistas para ayudar a los jefes de hogares a administrarse y por el lado de la gente, manejar sus ingresos monetarios es una tarea que los ha hecho expertos en la práctica, por la sencilla razón de que tienen que estirar el peso cada mes para que les alcance a cubrir sus necesidades.
Los asesores en finanzas personales tienen una regla que comúnmente enseñan, la del 50/30/20, como una manera de administrar el presupuesto familiar. La regla sugiere que el 50.0 % de los ingresos monetarios lo destine a cubrir las necesidades básicas, el 30.0 % para solventar los gastos extras y el restante 20.0 % a atender la salud y la seguridad financiera. Cuando los ingresos monetarios no pueden sujetarse a la regla mencionada, los asesores recomiendan otras medidas, como la de eliminar los denominados gastos hormigas, aquellos que son menores, recurrentes, poco perceptibles y casi siempre, innecesarios.
En general el esfuerzo del consultor en finanzas personales realiza una gran labor y deben continuar con esa tarea, porque ayuda a elevar la cultura financiera en la familia. Sin embargo, la realidad para una población como la dominicana, el desafío es mucho mayor que la planificación financiera, especialmente cuando los ingresos monetarios no logran cubrir el costo de la canasta básica de alimentos y el empleo informal es mayor que el formal, haciendo de los ingresos mensuales una variable no predecible en cuanto al monto y frecuencia, al tiempo de tener necesidades fijas.
Resulta que, en la cultura popular dominicana, el fin de mes pasa a tener una dualidad, la de una felicidad momentánea, al tiempo de ocasionar un dolor de cabeza. La alegría es porque el 24 de cada mes los pensionados, jubilados y retirados reciben sus ingresos monetarios, a los servidores públicos lo propio, le pagan el 25 y los del sector privado cobran sus sueldos los 15 y 30 de cada mes, en contraparte, la pena, porque a la gran mayoría de la gente el dinero no les alcanza para cubrir ni siquiera las tres comidas de cada día.
El costo de la canasta básica familiar nacional en la República Dominicana es de RD$ 44,752 al mes, este valor se ha acumulado a diciembre de 2023 por el alto nivel de inflación que se ha producido todos los años en la presente gestión gubernamental y que asciende a 24.0 % desde agosto de 2020 al último mes del año que acaba de concluir y el incremento de los precios del renglón comida es mucho mayor, al alcanzar un 34.4 %.
Con el alto precio de la comida y de los productos y servicios en general, la gente ha sido creativa, ante la imposibilidad material de aplicar la regla 50/30/20 y ha desarrollado el concepto denominado reduflación, en la que en el impedimento de poder cubrir con sus ingresos monetarios mensuales la compra de los bienes alimenticios básicos, ha tenido que acudir a la inventiva de reducir la calidad de los productos que consume para el caso de la clase media y a los del sector de los más vulnerables, a reducir la cantidad de los alimentos que compra. Los primeros en vez de consumir aceite de canola, ahora adquieren el de soya y, los segundos, en el presente ya no se dan los tres golpes completos, mangú, dos huevos, salami y queso frito, sino que lo han reducido a la mitad.
En casos más extremos, el alto costo de la vida ha llevado a mucha gente a saltar una de las tres comidas de la dieta del dominicano y lo hace desayunado y almorzando más tarde, como una manera de engañar al estómago y también, lo entretienen con una tasa de café con más cantidad de azúcar.
La creatividad social resulta así, por la impotencia de ajustar el presupuesto familiar a la nueva realidad material con inflación. En los casos que aplica, ante la ausencia de espacio en el presupuesto familiar y la fuerte restricción presupuestaria, por aquello del peso de la carga fija, el endeudamiento en los hogares dominicanos ha sido una de las vías complementarias para sortear la situación de los altos precios.
La alta inflación acumulada en el país queda agravada por la caída en el ritmo del desempeño económico en el año 2023, el que estimo no pasará de un 2.3 % y que comparado con la meta de un 4.5 % y el crecimiento de un 4.9 % del PIB en el 2022, podemos afirmar sin riesgo a la equivocación, que la economía del 2023 se ralentizó, en perjuicio de los trabajadores que en más de un 70.0 % reciben ingresos en un monto inferior al salario mínimo mayor establecido por la regulación legal y que es de RD$ 24,150 para las empresas grandes.
El mercado laboral dominicano está compuesto por un 51.3 % de trabajadores informales y un 48.7 % formales, equivalente a 2,372,634 y 2,255,147, respectivamente, para un total de 4,627,781. De esta composición, el 81.2 % de los empleados que laboran en el sector formal -equivalente a 1,830,147-, reciben ingresos por debajo del costo de la canasta básica familiar mensual nacional que asciende a RD$ 44,752, indicativo de que la cobertura es insuficiente para comprar la comida y constituyéndose en un dolor de cabeza para esos trabajadores a final de cada mes.
En el caso de los trabajadores informales el drama es mayor, ante el hecho de que los salarios son menores e inciertos y la movilidad laboral resulta perjudicial. Puede considerarse que el 90.0 % de los trabajadores informales reciben ingresos monetarios por debajo del costo promedio nacional de la canasta básica, lo que quiere decir que a 2,135,371 de trabajadores el dinero no les alcanza para darle cobertura a sus necesidades fundamentales.
De los datos precedentes, podemos llegar a la conclusión de que unos 3,965,518 trabajadores formales e informales reciben ingresos monetarios en un monto menor que el costo de la canasta familiar nacional, lo que equivale a decir que del total de trabajadores activos que tiene el país, el 85.6 % se encuentran en una situación de precariedad, que los obliga a ser uso del recurso de la reduflación y, además, que a final de mes tienen que romperse la cabeza para estirar el peso, provocándole que sus bolsillos estén rotos de tanto meter la mano en busca de dinero no encontrado.