Nuestro Papa Latinoamericano, siendo jesuita, escogió el nombre y el estilo de vida para su pontificado del frailecillo que vestía áspero vestido amarrado por una cuerda. Pobre por elección para sanarse del daño que le causó nacer con todas las comodidades, derrochar todos los placeres y aventurarse en el desatino de la conquista del mundo. Las penitencias para Francisco, la verdadera libertad en reparación de todo el tiempo de vida que desperdició. Alejado de todo lo pasajero de esta tierra, Cristo y su Evangelio, su único tesoro. Descubrió el disfrute del sol, la luna, las estrellas, la admiración de todas la creaturas de la tierra y la alabanza al Creador. Bienaventurado Francisco, que comulgó para abrazar la Cruz de su Señor, hacer suyas las llagas de su hermano mayor y rendir su voluntad a los pies del gran Papa Inocencio III. ¡Danos Pobre de Asís, alcanzar la verdadera libertad, la paz y la Santa alegría!