El próximo jueves 31 de octubre celebraremos como cada año la decisión de convertir un acontecimiento de dolorosa memoria, muchas muertes por la violencia de las guerras religiosas y el desgarro de la familia cristiana eclesial, en experiencia de oración y colaboración por la reconciliación entre católicos y Protestantes.
Si Lutero laceró el Cuerpo de Cristo de su Cabeza Visible en la tierra, el sucesor de San Pedro, los hermanos de sangre en Cristo, al no poder compartir por ello la Mesa de la Nueva Alianza, ruegan al Cielo por un Nuevo Pentecostés en que desaparezca la maldición de Babel actualizada en el desmembramiento localista y nacionalista entre cristianos.
La Iglesia Católica desde hace 60 años ha abierto y mantiene por parte del Papa y las Conferencias Episcopales de cada país el diálogo Teológico con las múltiples y diversas ramas del protestantismo tales como los:
+Luteranos
+Anglicanos
+Episcopales
+Presbiterianos
+Arminianos
+Bautistas
+Metodistas
+Menonitas
+Pentecostales
Y muchos otros más…
Imposibles de enmarcar y agrupar por su sentido de autonomía y libre interpretación de la Fe Cristiana.
Los Adventistas y muchas ramas pentecostales fundamentalistas están cerradas al Diálogo Ecuménico.
Los Mormones y los Testigos de Jehová son grupos sincretistas que desvirtuaron el dogma de la Santísima Trinidad y de la Naturaleza Divina y Humana de Cristo.
Esto no nos puede turbar, ni paralizar en la tarea del Ecumenismo Espiritual de la Iglesia Católica del cual todos tenemos una labor que realizar: orar, aprender y apoyar al Ecumenismo Oficial o Diálogo entre los Pastores de las diversas Iglesias.
María, Madre de la Iglesia, Presente en la Eucaristía celebrada en el Aposento Alto, en la mañana del Pentecostés del Espíritu Santo, presidida por San Pedro en torno a los Apóstoles, nos nueva a trabajar según su modelo e intercesión por la Unidad de todo el occidente de raíces cristianas.
Un día, al mandato del Papa, y solamente así, podremos todos compartir un mismo Pan y beber del mismo cáliz del Señor.