Son tiempos difíciles para el pensamiento.

Estamos en una etapa de transición en que prima lo fácil sin esfuerzo ni ética, de lo superficial sin consistencia ni profundidad, un tiempo en que todo es comprado y adquirido por contactos en lugar de retribuirse por el esfuerzo, la capacidad y la vocación.

San Alberto Magno nadó contra una corriente pasajera como esta. Lo apostó todo por la fe verdadera que requiere de la razón, por la consistencia de las cosas desde el ser de Dios, del ser humano y las criaturas de este mundo.

Cuando nadie daba un peso por Santo Tomás de Aquino, lo tomó bajo su ala y lo impulso a seguir. Llevó al Aquinate a ser el Doctor Universal, la referencia para el sano equilibro de la vida cristiana.

Ante lo absurdo, descontrolado o incomprensible de los acontecimientos y del proceder de la sociedad a un mundo mejor: la filosofía cristiana fundamentada en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.