La Semana Pórtico a las fiestas navideñas nos conduce a clamarle en la hora del nacimiento del Niño nacido de la Virgen María y del Espíritu Santo como:
El Hijo Amado,
El cervatillo,
El Rey,
El Señor de Israel, Valiente y Salvador.
Su Madre, la Paloma Blanca, la Hija de Sión, visita a los olvidados, a los que están en apuros y no pueden valerse por ellos mismos, a los que no aportan ningún beneficio a esta sociedad mercurial en todos sus aspectos, y a los pobres que el mundo adúltero tiene en un último y relegado lugar.
Alegria de la anciana Isabel al escuchar el saludo de la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, la Portadora de la Eucaristía Viviente, la iniciadora del Movimiento Eucarístico que ha de alimentar a todos los poblados remotos de la Tierra.
¡Bendita la Misionera Madre de Dios!
¡Bendito el Fruto Virginal de su Vientre!
¡Ya se acerca la Noche en que la Luz de la vida vencerá la oscuridad!.