7 meses antes de morir, San Pablo VI se dirigió a los hijos de Don Bosco, su fundador, a quien definió como una síntesis maravillosa de aptitudes y capacidades humanas y de dones sobrenaturales, un genio reconocido como tal de la pedagogía moderna y de la catequesis, pero más aún un genio de esa santidad que es nota característica de la Iglesia santa y santificadora (cf. Lumen gentium 11, 39, 48).

Don Bosco, signo de la presencia de Cristo bondad, Cristo delicadeza, Cristo modestia, Cristo entrega, Cristo pureza. Cristo humildad y Cristo alegría.

Aprendamos de su:

+ Adoración a Cristo Hombre y Dios, sobre todo en la presencia sacramental de la Eucaristía,

+ Devoción filial a María, la «Auxiliadora», quien «con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna» (Lumen gentium, 62): y, en fin,

+ Devoción al Papa, Sucesor de Pedro, «principio y fundamento visible de unidad así de los obispos como de la multitud de fieles» (Lumen gentium, 23).