Los planteamientos formulados por Martin Buber encuentran su aplicación práctica en la obra de Emmanuel Lévinas, quien nace en Lituania el 12 de enero de 1906, de familia judía acomodada. Estudió el Talmud y fue influenciado por autores rusos tales como Tolstoi y Dostoievski.

Se traslada a Ucrania a causa de la primera guerra mundial. En 1920 de regresó a Lituania estudió la enseñanza media.

Tres años después la familia se muda a Francia, realizando estudios en la Universidad de Estrasburgo de la mano de grandes filósofos como Maurice Blondel entre otros.

En 1928, en la Universidad de Friburgo recibe clases de Husserl y conoce a Heidegger. Estudió luego en La Sorbona. Publicó en 1930 su tesis doctoral. En el mismo año se casa con Raïssa Levi y se nacionaliza francés.

Asiste a los encuentros filosóficos de Gabriel Marcel, y lee a Franz Rosenzweig y Martin Buber, quienes conforman el pensamiento filosófico judío de la época.

Durante la Segunda Guerra Mundial fue reclutado y hecho prisionero en un campo de concentración en Hannover, Alemania. Su condición de militar francés le salvó del trato infligido a los judíos.

Influenciado por la lectura de Hegel y Rousseau ejercerá como profesor en Poitiers, en París, y en La Sorbona. Muere el 25 de diciembre de 1995 en[] París.

EL TOTALMENTE OTRO

El pensamiento judío contemporáneo, tras el sustancial aporte de Martin Buber con su fenomenología del diálogo de gran influjo en la Francia de la postguerra, encuentra en Emmanuel Lévinas un referente por la búsqueda de respuestas a las cuestiones limites: la muerte, el miedo y la elevación del pensamiento al mas allá desde el conocimiento de lo terrestre. Temas tratados en su obra “La Huella Del Otro”.

En relación a Buber, Lévinas, da un paso adelante en el tema de la dimensión personal en su contexto real desde la afectividad del sujeto y sus circunstancias históricas que requieren de una expresión concreta al focalizarse en el Absoluto con:

La superación definitiva o liberación histórica de la fabulación, de la óptica racionalista del materialismo.

La política universal gestora única de la construcción de la comunidad del futuro.
La no utilidad de la caducidad del yo.

La pretensión injustificada de la violencia para afirmar los argumentos es contraria al auténtico diálogo, manera idónea de afrontar las vicisitudes de la historia en el campo cultural y filosófico.
La necesidad de la dialéctica entre la fe y la razón es el “paso” de la parte más viva del pensamiento.

Aquello que él llama la nostalgia de redención.

El autor hace una crítica al ejercicio del poder en el mundo moderno y contemporáneo, argumentando que el ateísmo y el agnosticismo carecen de conciencia histórica, fruto del drama de la guerra, y pide una vuelta al pensamiento antiguo, capaz de poner límites a cualquier tendencia totalizadora sin Dios.

Lévinas insiste en el pensamiento judío abierto de la espera mesiánica, argumento de reenvío a las generaciones pasadas y proyección de la reconciliación teológica con el Otro para las generaciones presentes.

Pero ¿quién es el Otro para Lévinas, y qué consecuencias trae este encuentro con el mismo?

La filosofía de la presencia ausente que deseamos comprender, pretensión imposible de una representación eterna de lo infinito: el Otro es incapaz de ser poseído.

Lo que provoca el interés por el Otro es la revelación sobrenatural que hace de su trascendencia. Encuentro que anhela el cara a cara entre ambos sujetos.

Inicio de una relación mística de cercanía y distancia entre interlocutores.

El Otro, sin dejar de ser quien es, permite ser percibido desde la subjetividad, visión posible de obtener como en un espejo.

Las respuestas a las cuestiones límites del hombre están en la persona del Otro, por quien se recupera y se justifica el concepto del mal personalizado en el mundo, se abren las puertas a una nostalgia de redención que se nutre de inquietudes y certezas interiores, y surge la interrogante sobre el sentido de la vida y sobre la muerte.

Él Otro se diferencia de todas las cosas que podemos poseer. Es único, pero no aislado, conjuga en sí mismo la temporalidad y la trascendencia. Siempre está en apertura hacia los otros, pero en perspectiva diacrónica porque, aunque el Otro es inalcanzable, el dinamismo de la relación del contacto en el tiempo con el Otro aniquila la muerte.

El pensamiento autónomo se transforma por el contacto con la herencia de la tradición de los antiguos que supera la actitud de la indiferencia árida y neutra en ser para el otro como momento ético de la alteridad.

La necesidad de un mediador único “existente”, capaz de dar sentido a los entes humanos en el mundo entra en acción por la palabra que hace salir a la persona del aislamiento ante la nada de la no existencia, solución al problema de la propia inadecuación y renuencia a una vida desolada privada de todo valor y de cualquier sentido.

La palabra, responsable de desencadenar una secuencia de acontecimientos llamados confrontación, debate y análisis en detalle de cada una de las diferentes posiciones vitales al interior del espíritu, modelo ético de la realidad desde:

1. La Razón, punto de partida de todo conocimiento. Depende del amor, hecho que mueve a la voluntad y que ha suprimir todo intento de sustituir las experiencias trascendentales por el dominio racionalista de la realidad, acción que desemboca en la extenuante actividad, la extinción del ser y la crisis de la no asimilación del mundo.

2. La historia es el proceso de construcción del pensamiento ante el peligro desatado por la reducción a la realidad cualquier atisbo de trascendencia, donde el conflicto entre lo carnal-espiritual.

3. La fe como encuentro con el Otro capaz de vencer toda ambigüedad humana: el desconocimiento, la especulación y la crítica del aquel que es distinto en lugar de convenir en la búsqueda de un bien común.
Lévinas en su obra “Del Dios que viene a la razón” argumenta que la crisis de la ética radica en el problema de la eliminación del dolor y de la muerte, sin tomar en cuenta su transfiguración «estética», o “el grito de invocación de la condición humana”.

La solución al problema de la ética de su tiempo estriba en la responsabilidad hacia el Otro, construcción ética del ver, conocer y creer, fruto del encuentro entre el yo y el Otro.

Cada encuentro con el Otro se conforma por una sucesión ininterrumpida de encuentros en la historia que dan origen a un Nosotros por la palabra del mensaje.

La fecundidad especulativa de la idea de Dios de calificativos tales como el uno, el creador, el espiritual, el personal, y el trascendente está vinculada a la idea de la libertad del hombre en la contingencia del mundo según expresa Levinasm que a nuestra consideración da el sentido ético al diálogo en “Totalidad e Infinito”, obra que presenta al mundo real de las diferencias, las contingencias y las contradicciones en el cual se busca superar el dualismo disociador del propio ego y el infinito.

El pensamiento del autor lituano se resume en el siguiente párrafo: Esta crisis del ideal y de la razón del presente se traduce en la exigencia no ilusoria del alma y del cuerpo, que pide clarificación del pasado.

Es un retorno del alma a la contemplación para la comunión, como expresión culminante, que excede las capacidades del intelecto y de la razón externa al yo para que llegue a una verdad que no se posee, la cual se intuye, pero que nunca podrá alcanzarse por sí misma, con el objetivo de una nueva manera de vivir y de ver el mundo, en la necesidad del Otro desde el nexo de lo acontecido, en la dimensión sensible, donde el espacio-temporal aumenta por la búsqueda del equilibrio en lo metafísico y la dimensión histórica.

Padre Manuel Antonio García Salcedo, PhD.
Arquidiócesis de Santo Domingo.

*Tesis Doctoral:
«El Diálogo Pneumatológico del Magisterio del Papa San Pablo VI a partir del Concilio Ecuménico Vaticano II».

Extracto 12.
En preparación: investigación postgrado doctoral.