El modelo de Iglesia que comulga correctamente es la mujer siro-fenicia:
Acude al lugar de la Mesa del Señor.
Por su condición y origen se sabe no digna de participar en dicho banquete.
Le apremia el dolor más grande del cual pueda padecer toda mujer: el sufrimiento de su hija.
La fe de esta madre lo puede todo: Soporta los rechazos, los desprecios y humillaciones de su entorno, y se hace grande cuando hace la confesión de fe más humilde posible al recibir todo lo contrario de quienes debían ser bastión de caridad, solidaridad e inmediato auxilio.
Agradecida si recibe migajas de perro.
En cambio, Cristo Jesús, Pan D’Cielo, salud de los enfermos y fiel compañía en el servicio siempre escucha el clamor de la madre que ha sido abandonada por el padre de su hija, aunque haga ese hombre presencia esporádica y a conveniencia.
Mujer dolor que carece de nombre o status reconocido e influyente, y tiene que enfrentarse por ella misma a la dureza de un mundo inclemente.
¡Mujer coraje que mueve el Cielo con su alma suplicante!
¡Bendita Iglesia que da todo por y para sus hijos!