Requerimos de fe que nos permee de serenidad, nos haga avanzar en el perdón y crecer en esperanza. La sencillez y el Espíritu Santo son los mejores aliados para ello.

Derribemos muros, dejemos de lado tantas dependencias, vamos a pasar de todo lo que nos hace daño.

Por ello, pedimos a Jesús Eucaristía el signo de emplear nuestras fuerzas y energías en superar las dificultades y afrontar los desafíos de cada día.

Tantos son los deberes y las tareas del hogar y del trabajo. Sin embargo, hemos de imbuirnos en el servicio altruista.

La razón por la cual hemos de luchar requiere de estar en contacto con la humildad de los humildes que nace del contacto con el Pan y el Vino del Dios que ellos reciben por la Misericordia de Cristo entre los hombres.

¿A cuántas personas ayudó cada día? ¿soy generoso sin esperar retribución? ¿Qué estoy haciendo por aquellos que duermen debajo de los elevados, y por aquel inválido que vive y mendiga en las escaleras del puente peatonal de al lado de mi lugar de trabajo?

Ayudarles es el verdadero milagro eucarístico, el auténtico signo de la resurrección del Señor manifiesta así entre nosotros.