Última Misa de Domingo del primer tramo del Tiempo Ordinario del Año Litúrgico C que estamos cursando.
No cantaremos el Gloria y el Aleluya hasta el día 19 y 25 de Marzo de San José y la Anunciación de la Virgen María, y hasta el Triduo Pascual.
¡Qué manera de concluir con esta sección del Sermón de la Montaña en San Lucas!
Después de las Bienaventuranzas de los pobres materiales, los ayes para los satisfechos y hastiados de todos los bienes, del soportar las ofensas y despojarnos dando aquello que nos reclaman, hoy se nos indica que la exigencia primordial del Evangelio es el don gratuito de sí mismos, es decir, tratar por nuestra parte de hacer lo que siempre será una pálida imitación de la misericordia de Dios para con los hombres, tal como hizo y hace Jesucristo con nosotros.
Nos dice Gaspar Mora: el Evangelio de hoy nos invita a la autocrítica… si no soy capaz de ver la viga que tengo en mi ojo, ¿cómo podré ver la mota que tiene el vecino en el suyo? Es un signo claro de que soy muy miope y, por tanto, no puedo dar recetas a los demás, porque, como dice Jesús: «Si un ciego guía a otro ciego, caerán ambos en el mismo hoyo».
Sigamos en el afán de dar los frutos del servicio sincero y desinteresado a los demás a pesar de todos los obstáculos que encontremos.
Ante tantas situaciones incómodas, desprecios, pugnas y atropellos, es decir «la llamada ceguera del alma», se tiene la tentación por parte del Discípulo de abandonarlo todo.
No podemos desinteresarnos de los que sufren y están en desgracia.
No nos quedemos en nuestra casa encerrados en nuestras seguridades. Al contrario, tenemos la obligación de ponernos cada vez más al servicio de los demás como exigencias de los discípulos de Jesús Eucaristía.
El miércoles les esperamos para colocarles sus cenizas en la frente porque no podemos olvidar que del polvo viniste y al polvo volverás.