La pasión de Cristo en nosotros se realiza a las 3 de la tarde para rezar en silencio ante el Altar de Dios.
Proclamamos a Cristo, el Siervo paciente y sufrimiento, Varón de Dolores.
El hijo de la Virgen María es a la vez nuestro Sacerdote, Ofrenda y Altar.
El Discípulo Amado nos hace participes en su Evangelio de la Pasión del Traspasado con su Costado Abierto del cual manan los Sacramentos del agua, la Sangre y el Espíritu que se manifestaran en la Noche Pascual de mañana.
Pedimos por toda la humanidad:
Por el Papa y la Iglesia Católica,
Por los cristianos separados de Roma,
Por los hombres de todas las Religiones, en especial por los judíos,
Por el mundo de las ciencias y
Por todos los hombres de buena voluntad para que llegue a este mundo la paz, la justicia y la solidaridad.
Adoramos a Cristo coronado de espinas, con sus extremidades perforadas por los clavos que lo sostienen en la Cruz y su hombro atrofiado después de cargarla camino al Calvario.
¡Ha muerto el Señor!
Pero al tercer día, el domingo de madrugada, proclamaremos su resurrección en nuestras vidas y en la sociedad.