El antepenultimo día del Octaviario de la Resurrección del Señor está dedicado a la tercera Aparición según la tradición de San Juan. Esta ocurre en la oscuridad de la noche avanzada en la que solo los pescadores zarpan a su solitario y riesgoso oficio del que depende todo la población de la Galilea de los Gentiles.
Allí se encuentran nueva vez, tal como a la hora de su llamada, los 7 discípulos.
Simón Pedro los arrastra a la Pesca Milagrosa del Resucitado.
Entre el atareo de nuestras labores de la que los nuestros y los demás dependen para su subsistencia, y la frustración y la impotencia que produce el no alcanzar lo necesario, escuchemos al Discípulo Amado que nos anuncia: Es el Señor.
Bajo la guía de Simón Pedro y sus Sucesores, la Iglesia nos llama a esforzarnos más aún, a colaborar con los demás en pos del beneficio de todos.
La promesa de la Pesca de los 153, es decir, para una gran multitud querida y elegida por Dios, sin exclusiones ni favoritismos, muchos menos estratificaciones.
Siempre Discípulos, según las enseñanzas del cuarto Evangelio, nunca Dueños, ni Maestros.
Reina del cielo, alégrate, aleluya.
T: Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya.
G: Ha resucitado según su palabra, aleluya.
T: Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
G: Goza y alégrate Virgen María, aleluya.
T: Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen. (tres veces)