Tú y yo moriremos algún día de lo mismo. Le daremos distintos nombres: cáncer, diabetes, falla coronaria, infarto. Un órgano dejará de funcionar y luego otro. O quizá todos al mismo tiempo. Tú y yo nos pareceremos más que la gente que continuará viviendo, sin importar cuál sea tu diagnóstico inicial, ni el mío.
Morir tiene su propia biología y síntomas. Constituye un diagnóstico en sí mismo. Aunque las semanas y los días que desembocan en la muerte pueden variar de una persona a otra, las horas que anteceden a la muerte son similares en la gran mayoría de los padecimientos humanos.
Algunos síntomas, como el estertor de muerte, la falta de aire y la agitación terminal se perciben como agonizantes, pero por lo general no son incómodos para el moribundo. Pueden tratarse eficazmente con medicamentos. La disponibilidad de los cuidados paliativos en todo el mundo ha hecho que sea raro morir con dolor.
A pesar de que pocos de nosotros experimentaremos todos los síntomas de la muerte, la mayoría experimentaremos por lo menos uno, si no es que más. Acá listamos algunos síntomas.
Estertor de muerte
“Hay cementerios solos, tumbas llenas de huesos sin sonido”. Pablo Neruda
Sospechábamos que el paciente no sobreviviría sin el respirador. Un coágulo había subido por un vaso sanguíneo a la parte trasera de su cerebro, y bloqueaba el flujo de sangre al área que controla el estado de alerta. Se moriría por no estar lo suficientemente despierto como para toser.
El ritmo del estertor de muerte comenzó cuando se le quitó el tubo para respirar y continuó hasta que falleció. Era un sonido de borboteo, de chisporroteo, como cuando se sopla aire con una pajilla hacia el fondo de un vaso de agua. La duración promedio desde el inicio de los estertores hasta la muerte es de 16 horas. En su caso, fue de seis.
Tú y yo moriremos algún día de lo mismo. Le daremos distintos nombres: cáncer, diabetes, falla coronaria, infarto. Un órgano dejará de funcionar y luego otro. O quizá todos al mismo tiempo. Tú y yo nos pareceremos más que la gente que continuará viviendo, sin importar cuál sea tu diagnóstico inicial, ni el mío.
Morir tiene su propia biología y síntomas. Constituye un diagnóstico en sí mismo. Aunque las semanas y los días que desembocan en la muerte pueden variar de una persona a otra, las horas que anteceden a la muerte son similares en la gran mayoría de los padecimientos humanos.
Algunos síntomas, como el estertor de muerte, la falta de aire y la agitación terminal se perciben como agonizantes, pero por lo general no son incómodos para el moribundo. Pueden tratarse eficazmente con medicamentos. La disponibilidad de los cuidados paliativos en todo el mundo ha hecho que sea raro morir con dolor.
A pesar de que pocos de nosotros experimentaremos todos los síntomas de la muerte, la mayoría experimentaremos por lo menos uno, si no es que más. Acá listamos algunos síntomas.
Estertor de muerte
“Hay cementerios solos, tumbas llenas de huesos sin sonido”. Pablo Neruda
Sospechábamos que el paciente no sobreviviría sin el respirador. Un coágulo había subido por un vaso sanguíneo a la parte trasera de su cerebro, y bloqueaba el flujo de sangre al área que controla el estado de alerta. Se moriría por no estar lo suficientemente despierto como para toser.
El ritmo del estertor de muerte comenzó cuando se le quitó el tubo para respirar y continuó hasta que falleció. Era un sonido de borboteo, de chisporroteo, como cuando se sopla aire con una pajilla hacia el fondo de un vaso de agua. La duración promedio desde el inicio de los estertores hasta la muerte es de 16 horas. En su caso, fue de seis.
En el proceso de morir, la sinfonía de tragar se convierte en una cacofonía de movimientos débiles y fuera de tiempo. A veces la lengua lanza la saliva hacia atrás antes de que la epiglotis tenga tiempo de tapar la entrada a las vías respiratorias. Otras, la lengua no empuja nada y la saliva baja por las vías respiratorias hasta los pulmones como un flujo constante. El estertor de muerte es el intento de los pulmones por respirar a través de una capa de saliva.
A pesar de la crudeza del sonido, no es probable que el estertor de muerte sea doloroso. La presencia del estertor no se correlaciona con síntomas de insuficiencia respiratoria.
Como sucede con frecuencia en la medicina, damos un tratamiento con base en la intuición. Para disminuir el volumen del estertor de muerte, recetamos medicamentos que reduzcan la producción de saliva. En ocasiones silenciamos el estertor con éxito. Las más de las veces, apaciguamos nuestra preocupación instintiva por un ruido que quizá suena peor de lo que se siente. Sin lastimar a nuestros pacientes, damos tratamiento a los testigos que seguirán viviendo.
Falta de aire
“¿Qué estás haciendo, tacto maldito? / ¡Déjame, déjame! / Mi garganta se cierra, mi aliento se para…”. Walt Whitman
La paciente era una mujer enjuta de ochenta y tantos años que fumó durante siete décadas. Los cigarros provocaron que, de tener una textura esponjosa, sus pulmones se convirtieran en bolsas de plástico infladas que se colapsaban cuando exhalaba. Era como si tratara de aplastar una bolsa de compras para sacarle todo el aire.
La falta de aire, esa incómoda sensación de tener dificultad para respirar, es uno de los síntomas más comunes del fin de la vida que los médicos tratan de aliviar. ¿Cuál es el tratamiento? Los opiáceos, por lo general morfina.
A veces las personas preguntan por qué el tratamiento para una respiración dolorosa es un medicamento que puede debilitar la respiración. Uno pensaría que los opiáceos empeorarían la falta de aire. La respuesta reside en la definición de por qué la falta de aire es incómoda en primer lugar.
Algunos investigadores piensan que la incomodidad por la falta de aire proviene de la discordancia entre la respiración que nuestro cerebro desea y la capacidad de los pulmones para inflarse y desinflarse. Los opiáceos brindan alivio porque sintonizan el apetito de aire de nuestro cerebro con la cantidad que nuestro cuerpo les puede proveer. Desaparecen la “falta” de la falta de aire.
Otros creen que la cantidad de morfina necesaria para calmar la falta de aire puede tener muy poco efecto en nuestra capacidad de respirar. Puesto que la falta de aire y el dolor activan partes parecidas del cerebro, los opiáceos podrían funcionar sencillamente silenciando las señales de dolor del cerebro.
Agitación terminal
“No entres dócilmente en esa noche quieta”. Dylan Thomas
Dos días antes de morir, mi abuelo se puso a gritar. “¡Abran esa puerta y déjenme salir! ¡Ya mismo! ¡Es un engaño! ¡Abran esa puerta!”.
Eran los gritos de un niño perdido. Las cejas de mi abuelo, que habían ido desapareciendo con los años de afuera hacia adentro de manera que solo quedaba como un centímetro de vello gris hasta la mitad, se inclinaban una hacia la otra.
Hasta entonces, nos habíamos preparado para que estuviera ido y ausente. No para ese delirio agitado. No para la ira. Una poeta famosa escribió una vez que “morir es un arte, como todo lo demás”. Para los doctores de cuidados paliativos, los artistas de la muerte, la agitación terminal es la rebelión del sujeto contra el creador. Es rara, pero puede ser difícil presenciarla cuando sucede.
En lugar de irse yendo calmadamente, el moribundo puede gritar e intentar levantarse de la cama. Es posible que sus músculos se crispen o contraigan. Su cuerpo puede parecer sometido a un tormento.
Hay causas físicas de la agitación terminal como la retención de orina, el sofoco, el dolor y las anomalías metabólicas. Hay medicamentos que la aquietan. Sin embargo, es difícil dejar de lado el papel de la psique y lo espiritual.
Las personas que presencian la agitación terminal a menudo creen que se trata de la respuesta existencial del moribundo ante la cercanía de la muerte. Una agitación intensa puede ser la manera más visceral en la que el cuerpo humano puede reaccionar ante la devastación de la inercia. Nos retorcemos y lloramos cuando llegamos al mundo, y a veces hacemos lo mismo cuando lo dejamos.
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Sara Manning Peskin es residente de neurología en la Universidad de Pensilvania y bloguera en Borderwise.