Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 22, 1-9
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán llamándole: «¡Abrahán!»
Él respondió: «Aquí me tienes.»
Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.»
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios. El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos.
Y Abrahán dijo a sus criados: «Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.»
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre: «Padre.»
Él respondió: «Aquí estoy, hijo mío.»
El muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?»
Abrahán contestó: «Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.»
Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en una maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abrahán llamó a aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte del Señor ve.»
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrella del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
Abrahán volvió a sus criados, y juntos se pusieron en camino hacia Berseba. Abrahán se quedó a vivir en Berseba.
Salmo
Sal 114 R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida
Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco. R/.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.» R/.
El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. R/.
Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,1-8
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Reflexión del Evangelio de hoy
Aquí me tienes
Vemos en este pasaje la fe de Abrahán. A lo largo de su vida él confió en Dios y aceptó que fuera su guía. Salió de su tierra y siguió el mandato de Yahvé.
“Aquí me tienes”, creo que podría ser su lema. Ponerse plenamente en cuerpo y alma al servicio de su Señor. Pero el camino más difícil, la orden más complicada para aceptar y cumplir, quizá fue el ofrecer a su hijo como sacrificio. ¡Cuánta fe en la Providencia!
Este pasaje nos hace replantearnos nuestra fe, nuestra confianza en Dios. ¿Nos entregamos por completo a la voluntad de Dios, o solo cuando nos conviene? La Providencia es dejarnos en las manos del Señor sabiendo que todo lo que nos ocurre, lo que tenemos y sentimos, es su voluntad. Pero esto no significa estar con pasividad ante nuestra existencia. No, debemos estar activos, debemos confiar en que Dios nos ayudará a actuar en cada momento, confiar en que lo que nos pasa es lo mejor que Dios tiene para nosotros. Ser capaces de decir cada día: “Aquí me tienes, Señor”.
El salmo también nos invita a vivir el aquí y ahora en la presencia del Señor.
¡Animo, hijo!, tus pecados están perdonados
Necesitamos ver signos.
Las curaciones que vemos en los diferentes evangelios nos hacen ver que para Dios nada es imposible. Pero podemos confundirnos: Dios no solo cura o salva nuestro cuerpo, lo verdaderamente maravilloso es la curación de nuestra alma.
Dios cura al asesino que ha destrozado la vida de tanta gente, y reconoce su culpa, y se arrepiente; a la madre que aborta consciente o inconscientemente; al que roba; al que miente; al que juzga; al que blasfema…
Dios Padre cura, solo quiere que nos acerquemos a Él y le pidamos que nos salve. En primer lugar está nuestra disposición a presentarnos ante Él, y después aceptar que solo su palabra nos puede salvar.
Y finalmente… tenemos la certeza de que Dios perdona, nos salva y se olvida. Dios tiene poca memoria, y no se acuerda de nuestros errores.
¿Aceptamos la voluntad de Dios?
¿Nos sentimos salvados por Dios cada vez que nos acercamos al sacramento del perdón?