Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico 51, 1-8
Te alabo, mi Dios y salvador, te doy gracias, Dios de mí padre.
Contaré tu fama, refugio de mi vida, porque me has salvado de la muerte, detuviste mi cuerpo ante la fosa, libraste mis pies de las garras del abismo, me salvaste del látigo de la lengua calumniosa y de los labios que se pervierten con la mentira, estuviste conmigo frente a mis rivales.
Me auxiliaste con tu gran misericordia: del lazo de los que acechan mi traspié, del poder de los que me persiguen a muerte; me salvaste de múltiples peligros: del cerco apretado de las llamas, del incendio de un fuego que no ardía, del vientre de un océano sin agua, de labios mentirosos e insinceros, de las flechas de una lengua traidora.
Cuando estaba ya para morir y casi en lo profundo del abismo, me volvía a todas partes, y nadie me auxiliaba, buscaba un protector, y no lo había. Recordé la compasión del Señor y su misericordia eterna, que libra a los que se acogen a él y los rescata de todo mal.
Salmo
Salmo: Sal 30 R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R.
A tus manos encomiendo mi espíritu;
tú, el Dios leal, me librarás.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mí aflicción. R.
Líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia. R.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 28-33
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
-«No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mí Padre del cielo, Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»
Reflexión del Evangelio de hoy
La llevo al desierto y le hablo al corazón
El profeta Oseas juega con las similitudes mujer-Israel, profeta-Dios, y lo hace con acierto. La mujer se ha ido tras los amantes, no cayendo en la cuenta que quien de verdad la ama es su esposo. Los entendidos afirman que es tan vigoroso el trazo con el que este relato se redacta que no es una alegoría, sino traslado de la propia experiencia del profeta que la vive con evidente dolor. Las alusiones a la prostitución de la mujer son referencias a una religión que no echa cuentas de todos los lazos establecidos en la religión de la alianza: Dios es padre de su pueblo y éste da su palabra intentando cumplir los mandatos. El profeta apunta a que la restauración de Israel tiene que pasar inevitablemente por el desierto, que equivale a decir: tiempo privilegiado en el éxodo, sin más fuerza y apoyo que el Señor. Y se recompondrán las relaciones de nuevo: la esposa –Israel- volverá a llamar a Yahvé como marido y Dios ejercerá, en todas sus acepciones, de Padre de su pueblo.
Que llega el esposo, salid a su encuentro
Esta página trata de motivar la llegada del Reino de los Cielos, más que a la espera que pide la segunda venida del Señor. Y nos presenta cinco jóvenes cautas y previsoras, y otras cinco omisas y descuidadas. Las primeras son admitidas a la fiesta porque están preparadas para la misma; las segundas no son admitidas porque se acuerdan de sus obligaciones en el último instante, cuando ya nada o casi nada tiene remedio. Si duermen o no, es irrelevante; lo decisivo es que estén preparadas. Ser sabio e inteligente en el evangelio no es el que acumula saberes, sino el que está atento a la misma vida, el que construye su casa sobre la roca de la Palabra del Señor, el que busca el rostro de Dios en cada momento y por eso no deja de estar preparado para cualquier contingencia. No basta autotitularnos como creyentes, ni siquiera afirmar que pertenecemos al grupo que espera al Señor; lo decisivo es que sepamos trazar el recorrido diario con fiel conducta y perseverancia no perdiendo el horizonte de la misericordia ni la fuerza que a nuestra debilidad otorga la gracia y la Palabra del Señor, que es otra forma de decir que es preciso conservar todo el aceite disponible para el camino. No hay otra opción: la fidelidad al Señor es la mejor consistencia de nuestra sabiduría y fuerza.
La otrora Edith Stein, de origen judío, hoy la recordamos los cristianos con cariño y admiración; conversa, y después religiosa del Carmelo, entregó su vida en Auschwitz, ese indecible horror de nuestra reciente historia.
Seguir al Señor, vivir nuestra fe con los hermanos nos pide estar en buena forma ¿acepta la comunidad sus obligaciones para dar la mejor razón de nuestra esperanza hoy?