Encerrados por el coronavirus, una cata de vinos resulta un buen plan, por lo que decenas de bodegas en California están llevando la experiencia a casa a través de charlas virtuales, a la que cada vez se suman más entusiastas.
«Tuvimos que cerrar nuestra sala de cata en la época del año en que normalmente la bodega estaría llena de visitantes», dijo a la AFP Valerie Von Burg, copropietaria de The Wine Foundry.
La pequeña bodega (11.000 cajas al año) está situada en el valle de Napa, una zona cercana a San Francisco famosa por sus vinos y una de las primeras de Estados Unidos que declaró el confinamiento para frenar la pandemia.
Las bodegas se consideran negocios «esenciales» y como tal se les permite permanecer operativos, pero ante la falta de clientes, las ventas están en caída libre.
Para los operadores de Napa, las degustaciones y los restaurantes –que llevan semanas cerrados– representan 50% de las ventas.
«Es difícil», explicó Amy Madsen, de la finca Byington. «Llamamos a los supermercados para decirles que podemos enviarles vino, pero nos responden que están interesados pero para el futuro, no ahora».
Como los 4.000 viticultores de California, Byington Wines y The Wine Foundry intentan limitar las pérdidas impulsando la venta a distancia, con grandes descuentos en los gastos de envío, aunque son conscientes de que eso no compensará totalmente la caída en sus ingresos.
«Es un duro golpe para nosotros, pero no tenemos intención de despedir a nuestros empleados. Así que estamos tratando de ser muy creativos para responder a la situación», señaló Von Burg.
«Tan pronto se dio la orden de permanecer en casa, comenzamos a pensar en maneras creativas para llegarle a los clientes, mantenerlos enganchados y llevarles las experiencias que normalmente hacemos en persona».
La respuesta «obvia» era organizar catas virtuales, un ejercicio que The Wine Foundry ya estaban llevando a cabo como parte de su programa de elaboración de vino para aficionados ilustrados o pequeños productores, a veces situados fuera de Estados Unidos.
La misma idea la tuvieron en la finca de Byington.
«He trabajado en tecnología antes, y solíamos organizar seminarios en línea para clientes potenciales», explicó Madsen. «Fue bastante sencillo para nosotros establecerlo».
– «Mejorar la interacción» –
La primera cata de The Wine Foundry fue el 3 de abril, conducida por Stuart Ake desde su casa a través de un programa de teleconferencias.
El enólogo quedó sorprendido de que entre las 25 o más personas conectadas, la mayoría clientes leales, había también un joven entusiasta de Chicago, una pareja de Ohio (noreste) y toda una familia de Nueva York.
El menú de ese día: un vino blanco espumoso 2013 y un pinot blanc 2018, dos botellas que los participantes podían comprar con antelación a The Wine Foundry para degustar junto a las explicaciones y consejos de Ake, que son totalmente gratuitos.
La charla incluso se puede escuchar solo por curiosidad, sin costo y sin necesidad de comprar el vino.
En Byington sí es necesario comprar las botellas para acceder a la cata.
«El primer ensayo tuvo un éxito relativo, pero todavía se puede mejorar la interacción entre los participantes», dijo a la AFP Ake, que indicó que la parte más difícil de estas catas remotas es «percibir el lenguaje corporal y las reacciones» de su público en pequeñas pantallas.
«Me encontré de repente haciendo algo parecido a una conferencia de vinos frente al monitor… sin interacción, conversación», reconoció el enólogo, esperando mejorar en la próxima cata.
Uno de los participantes, Mark Ellenberger, viticultor en California, disfrutó de esta corta hora en buena compañía.
«Fue muy divertido. Todos estamos más o menos atrapados dentro de casa, creo que todos disfrutan de la salida aunque sea virtual», dijo sonriendo.
The Wine Foundry también ofrece degustaciones virtuales privadas pagadas para cumpleaños, negocios o simplemente por diversión.
Si resulta exitoso, mantendrán este modelo aún cuando se levante el confinamiento.
Fuente: Agencia Francesa de Prensa