Dos de las mayores compañías farmacéuticas del planeta, la francesa Sanofi y la británica GlaxoSmithKline (GSK), unirán esfuerzos para desarrollar contrarreloj una vacuna experimental contra el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 que está causando la actual pandemia de Covid-19.
Según anunciaron ayer en un comunicado conjunto, ambas compañías sumarán sus tecnologías más innovadoras con el objetivo de disponer de una vacuna efectiva dentro de entre 12 y 18 meses. Prevén que los primeros ensayos clínicos en humanos empiecen, si todo va bien, durante la segunda mitad de 2020.
Este anuncio, por parte de dos compañías tradicionalmente rivales, es significativo y prometedor por varios motivos: para empezar, porque las tecnologías que ensayarán ya se utilizan en vacunas que están en el mercado y que, por tanto, ya han demostrado que no son tóxicas para los humanos y que funcionan, a diferencia del resto de vacunas que se están investigando contra la Covid-19, tecnologías por completo nuevas.
En segundo lugar, porque al ser dos gigantes farmacéuticos y tecnología ya existente, de demostrar que son eficaces, se podrían producir a gran escala, relativamente rápido, los cientos de millones de dosis necesarias para inmunizar a la población global, lo que es un escollo para muchas de las iniciativas que se están investigando.
“El mundo se enfrenta a una crisis de salud global sin precedentes y está claro que ninguna compañía podrá resolverla por su cuenta”, afirma Paul Hudson, director ejecutivo de Sanofi en el comunicado y añade que por ese motivo Sanofi se alía con GSK “con el objetivo de crear y proporcionar suficiente cantidad de vacunas que ayuden a detener el virus”.
Además, ambas compañías consideran que el acceso global a la vacuna es una prioridad y se han comprometido a que el fármaco profiláctico que desarrollen sea accesible a un precio justo para la gente en todos los países.
La vacuna que probarán combina la tecnología que Sanofi utiliza actualmente para fabricar la vacuna de la gripe, aprobada y en el mercado desde 2013, y un adyuvante de GSK, un aditivo que podría aumentar la efectividad y facilitar la producción. La compañía francesa, que cuenta con financiación del departamento de salud de los EE.UU., ha sintetizado un trozo del ADN en que está codificada o escrita la secuencia genética para fabricar la proteína S del coronavirus.
Cuando el coronavirus entra en el organismo, las células del sistema inmunitario lo combaten generando anticuerpos que se unen a un antígeno, una estructura concreta del patógeno. Como si fueran llaves capaces solo de entrar en determinadas cerraduras. En el caso de la Covid-19, esa cerradura es la proteína S. Lo que hace el ADN sintético de Sanofi es, al ser insertado en una bacteria inofensiva en el laboratorio, comienza a producir y producir pequeñas copias del antígeno, de la llave, pero sin capacidad infectiva. Y eso desencadena una repuesta de anticuerpos del sistema inmunitario.
A esta tecnología, llamada de ADN recombinante, se sumará el adyuvante de GSK, que ya se probó en la epidemia de gripe aviar H1N1 de 2009. De hecho, no es nada nuevo, en otras vacunas ya se ha visto que añadir un adyuvante puede aumentar la respuesta inmunitaria del organismo y, además, podría reducir la cantidad de proteínas necesarias para cada vacuna, lo que permitiría producir más dosis de vacuna.
“En el contexto de vacunas para pandemias de gripe, los adyuvantes han demostrado que inducen una respuesta inmunitaria mayor, lo que hace posible reducir la dosis de antígeno de cada vacuna y producir los grandes volúmenes de vacunas que se necesitan”, explica a La Vanguardia Roger Connor, presidente de GSK Vacunas.
Además de esta iniciativa de Sanofi y GSK, hay más de 50 vacunas en estudio, aunque solo tres por el momento con ensayos clínicos en fase I en humanos ya en marcha. En paralelo, también ayer China aprobó comenzar ensayos clínicos en humanos de dos nuevas vacunas experimentales de la Covid-19, desarrolladas por SinoPharm y Sino Biotech con el respaldo del gobierno chino.
Fuente: La Vanguardia.com