Por Donald G. Mcneil Jr
¿Un autoinyector para atender una mordedura de serpiente?
Todavía es un sueño lejano, pero un químico californiano, Kenneth J. Shea, y José María Gutiérrez, un experto en venenos costarricense, reportan avances en un novedoso trabajo para producir nanopartículas inyectables capaces de neutralizar el veneno de serpiente, y transportables en una mochila.
En un estudio reciente publicado en la revista PLOS Neglected Tropical Diseases, informaron que estas partículas protegían a los ratones de los daños tisulares provocados por el veneno de la cobra escupidora sin desencadenar reacciones alérgicas.
En los países ricos, las serpientes son una amenaza constante para unas cuantas personas desafortunadas entre excursionistas, trabajadores de ranchos, soldados, cuidadores de zoológicos y coleccionistas de reptiles.
Sin embargo, en los trópicos de África, Asia y Latinoamérica, son una causa importante de muerte y discapacidad en áreas rurales: más de dos millones de personas son mordidas cada año. Cerca de cien mil de ellas mueren y otras cuatrocientas mil sufren discapacidades graves, que incluyen amputaciones o daños tan extensos en los nervios que las piernas o las manos quedan inservibles de forma permanente.
La investigación sobre las mordeduras de serpiente ha sido escasa, en comparación con el alcance de la amenaza, y con frecuencia controvertida. Actualmente ya no son válidas las antiguas máximas de primeros auxilios, como hacer un orificio en la herida y succionar el veneno.
Ha habido reportes sobre el empleo de descargas eléctricas, que incluye el uso de pistolas paralizantes, para desintegrar el veneno. Pero la mayor parte de los informes son anecdóticos y no existe una explicación aceptada de la forma en que funcionan, si es que acaso funcionan.
Desde luego, los antídotos han existido durante décadas, pero son caros, potencialmente peligrosos y se emplean poco en los países pobres. Los medicamentos contienen anticuerpos recolectados de la sangre de ovejas o caballos a los que se les ha inyectado veneno diluido y han podido recuperarse.
El proceso es complicado y los anticuerpos deben mantenerse en refrigeración. A pocas empresas farmacéuticas les interesa hacer antídotos, por lo que su precio es elevado.
Debido a que contienen proteínas de oveja o de caballo, los antídotos también pueden provocar choques anafilácticos o hemorragias. Deben administrarse por vía intravenosa en una sala de urgencias, y muchas víctimas de mordeduras mueren antes de poder llegar al hospital.
Además, los antídotos son muy específicos para cada especie: por ejemplo, un tratamiento para mordedura de cobra no ayudará para mordeduras de serpientes de cascabel o de áspid. Los hospitales deben tener a la mano muchos tipos de antídotos y las víctimas deben ser capaces de identificar por su nombre o describir a la serpiente que los mordió.
“Tienen muchos inconvenientes, pero son la única opción”, afirmó Kenneth J. Shea, químico de la Universidad de California, campus Irvine.
En el laboratorio de Shea se están produciendo nanopartículas de hidrogel cubiertas con polímeros —los elementos básicos del plástico— lo suficientemente pequeñas para poder adherirse a las proteínas.
Mientras las probaba contra venenos comunes, Shea aisló algunas nanopartículas que se adhieren y neutralizan dos venenos que producen algunas serpientes como las cobras, los búngaros, las corales, las serpientes de mar y las mambas.
Gutiérrez, el especialista en venenos de la Universidad de Costa Rica, inyectó el veneno de la cobra escupidora cebra a decenas de ratones y descubrió que las nanopartículas de Shea reducían significativamente el daño tisular en los ratones. Es importante señalar que las nanopartículas al parecer no interfirieron con las proteínas normales ni desencadenaron reacciones alérgicas peligrosas.
Shea comentó que se necesita investigar mucho más, pero que el objetivo es producir una mezcla de partículas que pueda cargarse en un autoinyector como los que actualmente existen para la epinefrina.
No remplazaría por completo a los antídotos, pero debido a que es relativamente sencillo hacer las nanopartículas y no requieren refrigeración, pueden llevarse al campo e inyectarse en el sitio de la mordedura para reducir el daño tisular y detener la propagación del veneno. Eso ayudaría a ganar tiempo en lo que se puede llegar a donde hay tratamientos mejores.
Al preguntarle sobre su fuente de financiamiento, Shea respondió: “Bueno, en este momento no tengo dinero para esto”.
Al igual que la industria veterinaria, el ejército manifestó un interés inicial, señaló. Pero también espera captar la atención de grupos que financian la investigación relacionada con la salud a nivel global, como la Fundación Bill y Melinda Gates o Wellcome Trust.
Quizás el camino para lograr la aprobación de los organismos reguladores sea largo. El uso de nanopartículas en la medicina es relativamente nuevo, y “no hay muchos voluntarios” para las pruebas clínicas relacionadas con mordeduras de serpiente, afirmó Shea.
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Donald G. McNeil Jr. es reportero de la sección de Ciencia y ha realizado coberturas sobre epidemias y enfermedades en los países pobres. Se unió al equipo de The New York Times en 1976 y ha enviado reportajes desde sesenta países.
Fuente: NY Times