Por Robin George Andrews
Aunque la superficie de la Tierra está salpicada de volcanes, pareciera que los lagos de lava son tan raros que son casi evanescentes. Las imágenes populares de los volcanes podrían insinuar que estas calderas supremas de fuego líquido son comunes, pero incluso se pensaba que en la Tierra solo había siete volcanes contemporáneos con lagos de lava persistentes que permanecieron después de una erupción.
Ahora, gracias a treinta años de observaciones satelitales, un grupo de científicos de la University College de Londres y la Prospección Antártica Británica ha añadido un octavo volcán a esa lista: el monte Michael, un estratovolcán de 990 metros de altura localizado en la isla Saunders, un sitio helado y lejano que se encuentra a miles de kilómetros de la Antártida, la gran masa de tierra más cercana.
El monitoreo de esta reserva de fuego líquido podría mejorar nuestra capacidad para pronosticar de alguna manera los peligros potenciales de otros volcanes que tienen lagos de lava y están más cerca de poblaciones humanas, comentó Jani Radebaugh, una experta en satélites planetarios de la Universidad Brigham Young, que no estuvo involucrada en el estudio.
El monte Michael es un volcán activo y chispeante que prácticamente está cubierto de hielo glaciar. Sus laderas son peligrosas y nadie ha llegado a la cima, lo cual quiere decir que nadie ha curioseado hacia dentro de su cráter. Además está tan lejos de la civilización que “casi es como si estuviera en otro planeta”, mencionó Rosaly Lopes, una experta en Vulcanología Planetaria y Terrestre del Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA, que no estuvo involucrada en el estudio.
Esto significa que para encontrarlo se necesitaron observaciones y análisis satelitales. A partir de la década de los noventa y de inicios de la de los dos mil, algunos ojos en órbita divisaron anomalías térmicas prolongadas que daban indicios de la existencia de un lago de lava, pero no lo pudieron demostrar. Sin embargo, las imágenes satelitales mejoradas que se tomaron desde las misiones Landsat, Sentinel-2 y Terra, así como una mejor técnica de procesamiento, permitieron que este lago se pudiera identificar de manera contundente en un informe publicado este mes en Journal of Volcanology and Geothermal Research. Su firma térmica se pudo ver durante el periodo de observación, lo cual indicó que se podía tratar de un lago persistente.
La zona suele estar nublada y una columna de erupción que pareciera incesante oculta el lago la mayor parte del tiempo. Por fortuna, desde 2003 hasta 2018, el equipo recolectó suficientes tomas del lago que mostraban con claridad un piso de cráter con un lago sobrecalentado de 90 a 215 metros de diámetro. La lava también tiene una temperatura de entre 989 y 1279 grados Celsius, y el extremo máximo de este rango es casi el más alto que pareciera alcanzar la lava en la Tierra.
Este descubrimiento subraya la diversidad geográfica de los lagos de lava persistentes. Se han encontrado otros en el Erta Ale de Etiopía; el monte Erebus en la Antártida; el Nyiragongo en la República Democrática del Congo; el Masaya en Nicaragua; el monte Yasur y la isla Ambrym en Vanuatu, y el Kilauea en Hawái.
No obstante, los lagos de lava persistentes no duran para siempre, de acuerdo con Janine Krippner del Programa de Vulcanismo Global del Instituto Smithsoniano, que no estuvo involucrada en el estudio. Hace poco tiempo, los ubicados en el Kilauea y en Ambrym se vaciaron después unas erupciones prolíficas, lo cual subrayó su fugacidad potencial.
Además, no se sabe a ciencia cierta por qué persisten algunos lagos de lava. Al parecer se necesita de un conducto abierto que conecte muy bien la superficie con un escondite de magma que se encuentra a una gran profundidad y “esa condición pareciera ser muy poco común”, según Radebaugh. Los investigadores esperan que el monte Michael ofrezca más pistas para resolver este acertijo.
A pesar de lo importante que es el descubrimiento de este lago subantártico de lava, se cree que la mayoría de la actividad eruptiva del mundo está oculta en las profundidades de los océanos. Si queremos encontrar más lagos de lava, entonces el lecho marino tal vez sea otra frontera extrema que debamos estudiar con mayor seriedad, comentó Radebaugh.
Fuente: NT Times