El buque científico ‘Ramón Margalef’ estudia el fondo del mar para conocer cómo le afecta la llegada de la colada del volcán de Cumbre Vieja y si existen fracturas desconocidas en el lecho marino
De estudiar anchoas a coladas de lava. El buque científico Ramón Margalefestaba realizando una investigación sobre la abundancia de crías de futuros boquerones en el Cantábrico cuando recibió la orden de dirigirse a Canarias. La erupción volcánica en La Palma les obligó a zarpar desde Vigo para ayudar al plan de emergencias desde el mar. En su viaje hacia la isla volcánica surgió una urgencia: investigar el litoral palmero antes de que la colada alcanzara el océano. “Hemos trabajado muy estresados para analizar todo lo que necesitábamos en las aguas más someras antes de que llegara a la costa”, contaba el lunes a EL PAÍS el jefe de la campaña, Eugenio Fraile, en la cubierta del Margalef. “Lo hemos hecho, lo hemos conseguido, trabajando 24 horas”, celebra.
“Estamos realizando el primer ‘análisis de sangre’ de las aguas para observar posibles anomalías”, explica el investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), mientras sus compañeros vierten con prisa muestras del agua capturada en distintas profundidades marinas desde las grandes botellas recién recuperadas hasta pequeños tubos de ensayo, encharcando ese laboratorio húmedo con vistas al Atlántico. “Así podemos decidir dónde está afectada el agua para analizarla con mayor detenimiento”, apunta. Aunque no haya llegado la colada, las cenizas magmáticas llevan varios días lloviendo por la zona, alterando el equilibrio marino. El buque tiene planes para cinco días más en la zona, pero como dice Fraile: “El IEO no se puede ir si llega la lava”.
“El monitoreo en tierra lo tenemos muy claro, pero lo que está ocurriendo en el océano no lo sabemos”EUGENIO FRAILE, JEFE DE CAMPAÑA DEL IEO-CSIC
La prioridad era realizar un mapa submarino justo frente a la costa (a partir de 9 metros mar adentro) donde se espera que caiga la lava en el momento en que alcance el litoral tras arrasar pueblos, carreteras y plataneras. Había que terminar cuanto antes esa batimetría de alta resolución, capaz de detectar cualquier detalle en el fondo, mientras la lengua candente amenazaba con arruinarles el trabajo.
“Teníamos que actuar antes de que la posible lava llegara a la zona submarina y nos obligara a alejarnos”, cuenta aliviada Olga Sánchez, geóloga marina del IEO-CSIC en Málaga, que lleva ya dos noches construyendo ese mapa submarino. “Tuvimos que trabajar con prisa, pero por suerte al final no llegó la lava”, afirma. Ahora ya podrán comparar con garantías el antes y el después cuando se derrame la lava, si finalmente lo hace. Las tomas de muestras de agua también empezaron por los diez puntos más cercanos a la isla, para tener un diagnóstico de su salud antes del golpe magmático.
El buque llegó el sábado por la noche a las aguas palmeras y desde entonces no han parado de realizar faenas imprescindibles para desentrañar todo lo que el mar puede aportar a esta crisis. Es esencial escudriñar los fondos submarinos para descubrir fisuras, emisiones de gases o deformación del terreno por el empuje del magma, imágenes que complementen los datos que los vulcanólogos ya tienen de la superficie. “El monitoreo en tierra lo tenemos muy claro con los datos del IGN, el IGME y el Involcan, pero lo que está ocurriendo en el océano no lo sabemos”, señala Fraile, que forma parte del comité científico del plan de emergencias volcánicas.
Como explica el geólogo Juan Tomás Vázquez, cuentan con un mapa realizado hace tres años en la zona por el Ángeles Alvariño (buque del IEO gemelo del Margalef) en la que vienen registrándose terremotos desde 2017, cuando el magma bajo La Palma despertó: “Por suerte, estuvimos aquí realizando una batimetría en ese punto y podremos comparar para observar deformaciones actuales, analizar la parte que se corresponde con la fisura”.
“Teníamos que actuar antes de que la posible lava llegara a la zona submarina y nos obligara a alejarnos”OLGA SÁNCHEZ, GEÓLOGA MARINA DEL IEO-CSIC
Algo parecido sucedió hace exactamente 10 años, cuando el Margalef estuvo en El Hierro en 2011 durante la erupción del volcán submarino Tagoro: sus mapas submarinos permitieron radiografiar el perfil de ese nuevo cono. Desde entonces, estos dos buques del IEO han realizado más de 30 campañas para conocer la actividad volcánica submarina en Canarias. Fraile debutaba en el estudio de las erupciones en aquel programa herreño y ahora, una década después, es todo un especialista: “La lava provocará perturbaciones serias. Aquí hay un sustrato rico en vida que va a aniquilar”, advierte. Todos los organismos que no puedan huir, como los que viven prendidos al fondo, morirán. Los que pueden, ya lo están haciendo: los pescadores de la vertiente afectada por la erupción (Tazacorte), ya reportan escasez de capturas cuando salen a faenar más allá de la zona de exclusión marcada en el mar por las autoridades.
Pero como en la erupción del Tagoro, todo lo que muera resucitará con vigor. “Ya sabemos, porque la ciencia lo ha mostrado, que en solo tres años la riqueza del mar de Las Calmas en El Hierro regresó con fuerza. Fue regenerado al 100% e incluso mejor que en condiciones normales. Es importante insistir en ese mensaje de optimismo; al principio es devastador, pero en un futuro próximo estará recuperado”, anima Fraile, que comanda a una docena de científicos a bordo. Al fondo, desde el Margalef, se divisa al volcán de Cumbre Vieja resucitando también, después de pasar toda la mañana del lunes apagado en apariencia, y con la colada humeante por encima de las últimas plataneras que la separan del litoral.
Cuando la lava llega al mar, que allí está a 25 grados de temperatura, se produce un choque térmico y un humo blanco nocivo, como se ha explicado por las autoridades que confinan los barrios costeros. Pero Fraile explica que hay muchos detalles que no se saben sobre cómo afectan los materiales del magma al entorno marino, por lo que este trabajo será de gran ayuda en el futuro. Estudian el estado del agua, docenas de parámetros que van desde la salinidad hasta el pH, y radiografían en detalle la situación general del ecosistema marino. Por ejemplo, pegándole mordiscos al fondo marino con una draga de roca, o recogiendo muestras de los corales, que absorben los gases del volcán y analizando su estado podrían convertirse en una alerta biológica de la llegada de una futura erupción.
Fuente: elpais.com