Miguel Angel Criado
El hallazgo de una serie de tallos tostados prueba que los humanos ya cocinaban plantas hace al menos 170.000 años. Las muestras serían rizomas o tubérculos de una especie de patata. Aunque se pueden comer crudos, multiplican su aporte nutricional una vez cocinados. Para las autoras del descubrimiento, los restos chamuscados de la fotografía debieron ser parte fundamental del desarrollo de la dieta humana y de la propia evolución de la especie.
«Se trata de las partes subterráneas de plantas comestibles más antiguas halladas en el mundo», afirma la investigadora del Instituto de Estudios de la Evolución de la Universidad de Witwatersrand (Johannesburgo, Sudáfrica) y principal autora de la investigación, Lyn Wadley. La observación al microscopio y su comparación con varias especies actuales ha permitido a Wadley y sus colegas determinar que 55 de las muestras analizadas serían rizomas de Hypoxis angustifolia, planta que pertenece al género de las patatas africanas. «Aún se comen hoy en muchas zonas rurales de África cocinándolas sobre las ascuas de una hoguera», añade. De hecho, los restos encontrados en una cueva de la cordillera de Lebombo, en el nordeste de Sudáfrica, estaban entre las cenizas de un fuego.
Gracias a varias técnicas de datación y a su posición en el estrato, las autoras del estudio estiman que los tallos fueron asados hace unos 170.000 años, con un margen de error de unos pocos miles de años. «Se han hallado semillas aún más antiguas en otros yacimientos«, aclara Wadley. «Pero la relevancia de los rizomas de Hypoxis es que son ricos en almidón (como las patatas) y altamente nutritivos», añade la veterana arqueóloga.
Los tubérculos de esta especie aún se asan y comen en muchas zonas rurales de África
El almidón es el carbohidrato de reserva de la mayoría de los vegetales y en el intestino humano tiene un papel que resulta vital. Como recuerda la investigadora sudafricana, la carne de caza africana es muy magra y escasa en grasas, en especial en la temporada seca. «Las proteínas de la carne magra no pueden ser metabolizadas por los humanos si no intervienen los carbohidratos o las grasas», dice. Así que la incorporación de los azúcares de los rizomas de H. angustifolia habría permitido a los primeros Homo sapiens procesar las proteínas y obtener una dieta más equilibrada.
Lyn apunta un detalle en apariencia menor: «Una vez cocinados, son más fáciles de pelar y la fibra se descompone, haciendo que los rizomas sean más digeribles. Esos beneficios debieron ser relevantes para los mayores del grupo y para los más pequeños». Sobre este hecho argumenta: «Al ser los miembros más vulnerables, no formarían parte de las salidas a recolectar, debiendo esperar en la cueva. El hecho de que la comida fuera transportada hasta el hogar y luego cocinada aporta información extra sobre la conducta social y cómo compartían hace 170.000 años».
Las autoras de la investigación, publicada en Science, aportan otro elemento en sus conclusiones. Los humanos necesitan un mínimo de 100 gramos de carbohidratos al día para que su órgano estrella, el cerebro, funcione de forma óptima. Con estos rizomas podrían cubrir sus necesidades. «Por los huesos de animales que hemos encontrado, sabemos que los habitantes de la cueva también comían carne», comenta Lyn y añade: «Los Homo sapiens tienen cerebros grandes y exigentes [en energía], pero intestinos pequeños (comparados con homininos anteriores). La única manera de mantener esta relación era que comieran comida de gran calidad». Lyn también recuerda que la Hypoxis angustifolia se da en casi toda África, así que bien pudo ser un sostén en la expansión humana por el continente y más allá.
«Desde el punto de vista alimenticio no es sorprendente que los homínidos que frecuentaban este asentamiento eligieran estos rizomas como una parte fundamental de su alimentación, ya que tienen un alto contenido calórico, necesario para sustentar poblaciones tan activas de cazadores recolectores», comenta la investigadora del Museo Británico Lara González Carretero. «Sin embargo, desde el punto de vista arqueobotánico es muy interesante, ya que confirma el consumo humano de rizomas y tubérculos desde una edad muy temprana y no solo el consumo de carne», añade esta científica, no relacionada con el estudio.
Sin embargo, González Carretero no descarta la posibilidad de que estos rizomas fueran quemados accidentalmente o como leña. La misma duda plantea la arqueobotánica de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) Amaia Arranz-Otaegui, ajena también a esta investigación. Aunque destaca su relevancia, recuerda que en los hogares prehistóricos no solo hay comida, sino también combustibles vegetales y otros restos de plantas que «pudieran estar ahí antes de la propia combustión». Ambas científicas creen que habría que hacer más estudios sobre las muestras para determinar si fueron preparadas antes de cocinarlas. En caso contrario, no se sostendría el argumento central del estudio y solo se trataría de unos antiguos rizomas chamuscados.
Fuente: El País