El aumento del nivel del mar contaminará los acuíferos de islotes y atolones del Pacífico y el Índico
En la noche del dos al tres de marzo una ola de seis metros llegó hasta las costas de Roi-Namur. La altura del agua no sería mucha si no fuera porque la elevación media de este trozo de tierra en mitad del Pacífico no supera los dos metros. Además de dañar la red de infraestructuras, el agua del mar elevó la salinidad del acuífero, comprometiendo su potabilidad. Un estudio sobre aquel evento pronostica ahora que el cambio climático multiplicará la frecuencia e intensidad de estas olas, haciendo inhabitables a miles de pequeñas islas y atolones del Pacífico y el Índico en 30 años.
El destino de muchas de estas islas ya estaba escrito: el deshielo y otros fenómenos asociados al calentamiento global están subiendo el nivel global del mar. Aunque hay cierto baile de centímetros, estimaciones moderadas hablan de una subida de las aguas de hasta dos metros a lo largo de este siglo. Teniendo en cuenta que en muchas islas del Pacífico y del índico lo más alto que hay es una palmera (construcciones humanas aparte), paraísos como Maldivas, Kiribati o Tuvalu acabarán sumergidos por las aguas. Los científicos discrepan en el cuándo, que si comienzos del siglo XXII, que si a mediados… pero no en que pasará.
La elevación media de muchas de estas islas no supera los dos metros
Sin embargo, un grupo de investigadores de EE UU, Países Bajos e India están convencidos de que mucho antes de que el agua del mar las borre del mapa, la mayoría de estas islas ya no albergarán vida, al menos la humana, ya que se quedarán sin agua potable. Para llegar a esta conclusión, resultado principal de un estudio publicado en Science Advances, los autores de esta investigación modelaron la respuesta a la incursión del agua salada de la ola de 2014 en el acuífero de Roi-Namur, una de las 1.100 islas repartidas por 29 atolones que tiene el estado de islas Marshall.
Comprobaron que el aumento del nivel del mar amplifica el impacto de las grandes olas. La principal protección de estas islas, la mayoría formadas por acreción de material orgánico, son los arrecifes coralinos que, desde metros antes de la línea de costa, forman una llanura (berma) que suaviza la llegada de las olas. Pero, sobre un mar más elevado, la cresta de la ola de 2014 superó la berma inundando la parte norte de la isla. Los investigadores estiman que, con un aumento del nivel del mar de un metro, Roi-Namur sufrirá al menos una de estas olas al año antes de mediados de siglo.
«Las avenidas de agua del mar suelen provocar la incursión de agua salada en el subsuelo, contaminando el acuífero de agua dulce», explica el hidrólogo del Servicio Geológico de EE UU (USGS por sus siglas en inglés) y coautor del estudio, Stephen Gingerich. En condiciones normales, las lluvias posteriores se infiltran en el terreno y, en unos meses, acaban expulsando el agua salada por la diferencia de densidad. Pero con la reducción del régimen de lluvias que predicen todos los modelos climáticos y el mayor impacto de las olas, el escenario cambia: «Las lluvias siguientes no bastarán para expulsar el agua salada y renovar el suministro de agua de la isla antes de la llegada de la tormenta del siguiente año repitiendo la incursión», añade.
Los autores del estudio creen que muchas otras islas compartirán el destino de Roi-Namur tarde o temprano. «Es uno de los atolones de mayor altitud en el mundo», recuerda el especialista en morfología costera del instituto de investigación Deltares (Países Bajos) y coautor del estudio, Ap van Dongeren. «La mayoría de los otros atolones son más bajos, por lo que son más susceptibles a las inundaciones», añade. En la lista están atolones, islas e islotes de las Carolinas, las Islas Cook, Maldivas, Seychelles… e incluso algunas del archipiélago de Hawái, al norte.
«El punto de inflexión en el que la mayoría de los atolones dejarán de disponer de agua potable se superará a mediados del siglo XXI a más tardar», opina el geólogo del USGS y principal autor del estudio, Curt Storlazzi. Sin embargo, Storlazzi no cree que estas islas se «ahoguen» o «mueran» al llegar a este umbral. «Más bien sufrirán avenidas con tal frecuencia que la incursión de agua del mar afectará negativamente a las infraestructuras, el agua dulce, la agricultura y los hábitats haciendo complicado, si no imposible, la vida en las islas sin significativas y probablemente costosas medidas de mitigación», añade.
Es probable que Roi-Namur, que alberga un centro de investigación y ensayo de misiles balísticos de EE UU, se salve aunque sea llevando agua en aviones cisterna. El futuro habitado de las demás islas es más incierto.
Fuente: El País