Los padres no deberían dar nalgadas a sus hijos, dijo la Academia Estadounidense de Pediatría este 5 de noviembre en su declaración política más fuerte en contra de los efectos dañinos del castigo corporal en el hogar.
El grupo, que representa a alrededor de 67.000 médicos, también recomienda que los pediatras aconsejen a los padres no recurrir a las nalgadas, que son definidas como “golpes no perjudiciales con la mano abierta con la intención de modificar el comportamiento infantil”, y también dice que se eviten los castigos no físicos que sean humillantes, amenazantes o que infundan miedo.
“Una de las relaciones más importantes que todos tenemos es la relación entre nosotros y nuestros padres, y tiene sentido eliminar o limitar el miedo o la violencia en esa relación afectuosa”, dijo Robert D. Sege, un pediatra en el Centro Médico Tufts y el Floating Hospital for Children en Boston y uno de los autores de la declaración.
La nueva política de la academia, que será publicada en la edición de diciembre de la revista Pediatrics, actualiza una recomendación de hace veinte años sobre disciplina que recomendaba a los padres ser “animados” a no dar nalgadas. La declaración más reciente de la organización está fundamentada en un conjunto de investigaciones que no había hace dos décadas.
Por ejemplo, un análisis de varios estudios en 2016 descubrió que no hay beneficio para los niños con las nalgadas.
“Puedes conseguir la atención de un niño sin duda, pero no es una estrategia efectiva para enseñarle la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto”, dijo Sege.
Estudios recientes también han demostrado que el castigo corporal está asociado con un incremento en la agresión y hace más probable que los niños sean intransigentes en el futuro. Las nalgadas por sí solas están asociadas con resultados similares a aquellos de los niños que experimentan abuso físico, afirma la nueva declaración de la academia.
También hay potenciales ramificaciones en el cerebro: un estudio de 2009de veintitrés adultos jóvenes que sufrieron exposición repetida a castigo corporal violento tenían un volumen de materia gris en un área de la corteza prefrontal que se cree desempeña un papel crucial en la cognición social. Aquellos expuestos a castigo violento también tuvieron un cociente intelectual de menor desempeño que el de un grupo de control.
Aunque el estudio no fue muy amplio, puede ayudar a proveer un fundamento biológico para otras observaciones sobre castigo corporal, dijo Sege.
Entonces, ¿cuál es la mejor manera de disciplinar a los hijos? Eso depende en gran parte de la edad y del temperamento del menor, afirman expertos.
La disciplina efectiva implica ser empático y “entender cómo tratar a tu hijo en diferentes etapas de su desarrollo para enseñarle cómo tranquilizarse cuando las cosas se vuelven difíciles”, dijo Vincent J. Palusci, un pediatra especializado en abuso infantil en el Hospital Infantil Hassenfeld en el Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York.
Recompensar el comportamiento positivo, usar tiempos fuera y establecer una relación clara entre comportamiento y consecuencias pueden ser estrategias eficaces.
“No podemos simplemente eliminar las nalgadas”, dijo Palusci. “Tenemos que darles a los padres algo con qué remplazarlas”.
La cantidad de padres que nalguean a sus hijos va en descenso. Una encuesta realizada por Harris en 2013 a 2286 adultos entrevistados en línea descubrió que el 67 por ciento de los padres dijeron que daban nalgadas a sus hijos y el 33 por ciento indicó que no lo hacía. Sin embargo, en 1995, el 80 por ciento de los padres dijo que había nalgueado a sus hijos mientras que el 19 por ciento dijo que no lo hacía.
La actitud sobre las nalgadas también está cambiando. Aunque en la Encuesta General Social de 2014, siete de cada diez adultos en Estados Unidos estuvieron de acuerdo con que unas “buenas y fuertes nalgadas son a veces necesarias para disciplinar a un niño”, las nalgadas han perdido popularidad con el tiempo.
En 1970, Fitzhugh Dodson, un psicólogo clínico y autor exitoso de libros sobre crianza, fue citado en The New York Times cuando dijo que muchos problemas de disciplina podrían ser solucionados a través del “enfoque pum-guau”.
“Es mi pum, seguido de su guau”, explicó mientras demostraba cómo golpearía el trasero de un niño.
“Sé que algunos libros dicen que los padres no deberían dar nalgadas, pero pienso que es un error”, dijo. “Una pobre madre no encuentra una salida. Ella está enojada con el infante, ya la tiene harta y desea darle un gran golpe en el trasero, pero le han dicho que no debería hacerlo. Ella debería hacerlo y es bueno para ella, porque libera su tensión. Y el niño definitivamente lo prefiere a los largos sermones de los padres”.
Y en la edición de 1945 de Baby and Child Care, Benjamin Spock dijo que dar nalgadas “es menos venenoso que la desaprobación prolongada, porque limpia el ambiente, para los padres y los hijos”. (Sin embargo, en la década de los ochenta cambió su forma de pensar).
En la actualidad, la mayoría de los médicos no respaldan estas acciones.
Una encuesta reciente a 1500 pediatras en Estados Unidos descubrió que el 74 por ciento no aprueba las nalgadas y el 78 por ciento pensó que las nalgadas nunca o rara vez mejoraron el comportamiento de los niños.
Es posible que la nueva declaración de la academia pueda generar un cambio en el futuro, según Elizabeth T. Gershoff, profesora en la Universidad de Texas en Austin y quien ha estudiado el castigo corporal en escuelas públicas.
“Muestra que estamos viendo el comienzo de un cambio en la mentalidad de que está bien pegarles a los niños en nombre de la disciplina”, dijo.
Los niños “necesitan saber que sinceramente tienes el mejor interés”, dijo Gershoff. “Si el infante no confía en el padre, entonces nunca van a querer hacer lo que le dicen”.
Fuente: NY Times