RICHMOND, Canadá — Melody Bai llegó a Vancouver desde China en las últimas etapas de su embarazo. Tenía una sola meta: dar a luz a un bebé canadiense.
La esperaba un elaborado sistema diseñado para mujeres embarazadas provenientes de China. A su disposición, entre otras cosas, estaba una espaciosa “casa para bebés”, donde estuvo cuatro meses y las atenciones de una trabajadora doméstica que hablaba mandarín.
El trato de las cuidadoras incluye masajes en los senos para estimular la lactancia, paseos a centros comerciales y meriendas típicas con té; también organizan pláticas sobre el parto con otras futuras madres de nacionalidad china.
“Es una inversión en el futuro de mi hijo”, dijo Bai, una sobrecargo de 28 años, en una llamada telefónica desde Shanghái, meses después de haber regresado a China con su bebé recién nacido y el pasaporte canadiense del infante en mano. “Elegimos Canadá porque tienen un mejor entorno natural y social”.
Bai forma parte de un fenómeno en Canadá que va en aumento y que se conoce como turismo de parto, o de maternidad, el cual no solamente genera oposición política, sino que también moviliza a personas que se erigen como centinelas para frenarlo.
Es algo perfectamente legal.
Bajo el principio de ius soli, o derecho del suelo, nacer en Canadá confiere la ciudadanía de manera automática. A medida que más mujeres embarazadas llegan cada mes para dar a luz, han crecido las quejas de algunos canadienses de que estas personas se aprovechan del sistema, ponen a prueba los límites de la tolerancia y degradan la noción de ciudadanía.
En Richmond, una ciudad a las afueras de Vancouver en la que alrededor del 53 por ciento de sus aproximadamente 200.000 habitantes son de ascendencia china, el 20 por ciento de los partos en el Hospital de Richmond son de madres que no viven en Canadá, la cifra más alta de parturientas no residentes en un hospital del país, de acuerdo con un informe reciente.
“Sí es legal el turismo de maternidad, pero es poco ético e inescrupuloso”, afirmó Joe Peschisolido, parlamentario en Richmond por el Partido Liberal que llevó hasta Ottawa y ante el gobierno nacional una petición en contra de esta práctica. El ministro de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía de Canadá, Ahmed Hussen, dijo que estudiará el asunto.
Esta práctica ejemplifica cómo Canadá, sobre todo en la provincia de Columbia Británica, se ha convertido en el remanso predilecto de las mujeres chinas adineradas que buscan un refugio para su riqueza y para su familia lejos de la China autoritaria.
Además de Canadá, alrededor de 30 países, incluidos México y Brasil, otorgan automáticamente la ciudadanía tras el nacimiento en su territorio. Otros, como el Reino Unido y Australia, han restringido sus leyes y requieren que al menos uno de los padres sea ciudadano o residente permanente al momento del nacimiento.
A mediados de 2018, el Partido Conservador canadiense, de oposición, apoyó una moción no vinculante que solicitaba la abolición de la ciudadanía incondicional por nacimiento, lo que indica que la inmigración podría ser un tema importante en las elecciones federales de Canadá este 2019.
En un informe reciente del Instituto de Investigaciones sobre Políticas Públicas, el antiguo director general del departamento gubernamental encargado de la inmigración Andrew Griffith halló que el número de niños que nacían en Canadá de padres no residentes era cinco veces mayor de lo que anteriormente se había pensado: entre 1500 y 2000 bebés al año.
Griffith sostiene que en Canadá la ciudadanía por nacimiento era para los que quisieran vivir y contribuir como habitantes del país. “Puesto que los turistas de parto no tienen ningún vínculo real, o casi ninguno, con Canadá, esta práctica va en contra de un valor muy canadiense que es el de jugar limpio”, afirmó.
Richmond, una ciudad con amplios mercados de comida china, periódicos en mandarín y una gran cantidad de cuidadores que hablan esa variedad del idioma chino, se ha convertido en la zona cero para los turistas de maternidad provenientes de China.
Hay más de veinte casas para bebés, o centros de acogida para el turismo de parto. Las visitas a unas quince casas revelaron que algunas operan de manera abierta, pero que otras tienen permisos para operar como agencias de viajes o se hacen pasar por sitios de alquiler para vacacionar. Algunas se encuentran en casas habitación y otras en apartamentos. En muchas se puede reservar por medio de agentes o intermediarios en China.
Bob Huang, quien junto con su esposa administra el Servicio de Parto Anxin, un centro de parto en la ciudad cercana de Burnaby, comentó que con frecuencia lo contactan agentes chinos que le exigen una comisión del 50 por ciento por cada cliente que les llegue gracias a ellos. Él les dice que prefiere colocar sus propios anuncios en páginas chinas de avisos clasificados.
Algunos habitantes de Richmond sostienen que el turismo de maternidad está socavando el tejido social de la comunidad.
Kerry Starchuk, una mujer que se describe a sí misma como una “mamá de hockey”, fue quien inició la petición respaldada por el parlamentario Peschisolido. Se dedica a hacer un registro de las casas para bebés que hay en su vecindario y proporciona la información a los medios de comunicación locales y a los funcionarios de la ciudad.
Starchuk se queja de que las turistas de parto les quitan el lugar en las salas de maternidad a las mujeres locales, una preocupación que comparten las enfermeras de la región, además de que quienes hacen turismo de parto acceden a servicios públicos canadienses sin pagar impuestos.
También acusó que los bebés que consiguen así la ciudadanía amenazan con ser una carga para Canadá puesto que emigrarían y estudiarían ahí para luego conseguirles a sus padres la residencia permanente.
El tema también se ha complicado debido a un resentimiento cada vez mayor en la zona de Vancouver por el alza en los precios de los inmuebles, hecho que algunos habitantes atribuyen al influjo de chinos acaudalados.
Sin embargo, Bai, cuyo bebé nació en Vancouver en febrero de 2018, piensa que, como pagó mucho dinero para que su hijo naciera aquí —60.000 dólares canadienses, incluyendo hospedaje y hospitalización—, ella más bien estaba subsidiando el sistema de salud canadiense y contribuyendo a la economía local.
No obstante, dado que su hijo es canadiense, ella y su esposo, un piloto, podrían ahorrarse alrededor de 150.000 dólares canadienses al pagar la colegiatura de escuelas internacionales en Shanghái. Su hijo también podría asistir a una universidad canadiense con el derecho a pagar la tarifa para los nacionales. Tarde o temprano, toda la familia de Bai podría emigrar a Canadá.
Algunos inmigrantes de primera y segunda generación están en contra de los turistas de maternidad por “colarse a la fila”.
“No me parece justo que vengan aquí, den a luz y luego se vayan”, declaró Wendy Liu, quien ha vivido en Richmond desde hace once años.
El turismo de partos estuvo bajo la mira recientemente a causa del llamado “bebé del millón de dólares“. Yan Xia, una mujer que no es residente canadiense, dio a luz en el Hospital Richmond y acumuló una cuenta de 312.595 dólares canadienses en cuidados neonatales y de maternidad para su recién nacido por complicaciones en el parto y después se fue sin pagar la cuenta, según una demanda civil que el hospital presentó ante la corte suprema de British Columbia en el mes de abril de 2018, seis años después del alumbramiento de Xia.
La cuenta de la mujer, incluidos los seis años de intereses, ascendería a 1,2 millones de dólares canadienses.
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Daisy Xiong colaboró con el reportaje desde Vancouver.
Fuente: NY Times