La crisis en la provincia de Idlib, en el noroeste de Siria, ya de por sí una catástrofe humanitaria, también se está convirtiendo rápidamente en una geopolítica.
El conflicto en el país árabe ha tenido dos facetas: una guerra civil y una de poder, con varias partes externas que respaldan a diferentes campos para promover sus propios fines.
Ahora, cuando el combate en esta región llega a un punto crítico, estas dos facetas se están uniendo, creando un barril de pólvora, cuya explosión podría tener consecuencias profundas que rebasarían las fronteras de Medio Oriente.
Idlib es la última provincia siria que está en manos de una serie de grupos rebeldes.
En 2017, todo parecía indicar que Rusia e Irán -los principales patrocinadores del régimen sirio- y Turquía -defensor de algunos grupos rebeldes- habían llegado a un acuerdo que establecía que:
- Habría un alto el fuego en el área
- Todas las partes mantendrían algún tipo de presencia en la zona, en la espera de un acuerdo final
- Los rebeldes dejarían las armas
- Turquía comenzaría a instalar una docena de puestos de observación manejados por sus propias tropas
- Y un futuro negociado sería buscado
¿Se trató todo de un verdadero camino a seguir o simplemente de una táctica cínica pactada por los tres países para ganar tiempo?
Es difícil de decir. Pero la renovada ofensiva del gobierno sirio en Idlib, respaldada por la fuerza aérea rusa y agentes iraníes en el terreno, ha acabado con cualquier esperanza por alcanzar un acuerdo.
Las fuerzas del régimen de Bashar al Asad y sus aliados han progresado significativamente, recuperando áreas clave que estaban bajo control rebelde.
Y en el proceso, varias tropas turcas se han quedado aisladas.
La escalada continúa
En las últimas semanas, las fuerzas turcas y sirias han entrado en conflicto.
Ankara ha reforzado sus tropas en el país árabe y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, le ha dado un ultimátum al régimen de Bashar al Asad.
El mandatario hizo un llamado para que el gobierno sirio se retirara de las áreas que habían sido designadas como parte de una zona de desescalada a finales de febrero.
Si Al Asad no lo hacía, Erdogan amenazó con una importante respuesta militar.
La lucha continuó. Esta semana, las fuerzas de la oposición siria, apoyadas por Turquía, buscaron retomar la ciudad de Saraqib, importante para el control de otra carretera estratégica, la M-4.
Y el jueves, Erdogan aseguró que «los acontecimientos en Idlib ahora están a favor de Turquía».
¿Fue el ataque un accidente?
Poco después ocurrió un ataque aéreo devastador en contra de las fuerzas turcas.
Los detalles de lo que realmente sucedió están emergiendo lentamente. Los turcos se han empeñado en culpar a la Fuerza Aérea Árabe Siria, pese a que los aviones rusos han estado claramente muy involucrados en algunos de los combates recientes.
La posibilidad de que aviones provenientes de Moscú hayan atacado a las fuerzas de un país de la OTAN que opera en Siria, acentúa la gravedad de lo que está sucediendo.
Pero sea cual sea la nacionalidad del avión involucrado, esto parece, al menos según informes turcos, ser cualquier cosa menos un accidente.
Se dice que inicialmente un convoy de reabastecimiento del ejército turco fue golpeado, y luego los aviones apuntaron a un puesto fronterizo turco.
La respuesta de Turquía se dio mediante fuertes disparos contra las tropas del régimen sirio.
Esto abre la posibilidad de que este sea el inicio de una confrontación a gran escala entre Ankara y Damasco.
El escenario deja todo tipo de preguntas.
¿Será que Turquía o Siria darán un paso atrás? ¿Puede Moscú -una parte poco neutral- de alguna manera promover la reducción de la escalada?
¿Existe alguna manera de persuadir al régimen sirio para que detenga su ofensiva en Idlib?
Esto último parece poco probable, ya que hay indicios de que Bashar al Asad tiene la intención de recuperar el control del área, y el gobierno de Vladimir Putin lo ha estado apoyando para que lo logre.
Una tragedia humana
Son incógnitas que surgen inmediatamente. Pero hay otras que parecen más urgentes debido a lo que está pasando en el terreno.
¿Qué pasa con la tragedia humana que se está desencadenando? Cientos de miles de civiles han sido desplazados, muchos por segunda o tercera vez.
Turquía ya ha acogido a unos 3,7 millones de refugiados. Se estima que podría haber unos 2 millones más huyendo hacia la frontera turca.
A pesar de todas sus maniobras políticas, impulsadas en gran parte por su preocupación por evitar que surja un área kurda autónoma en su frontera, Turquía ha sido generosa con los refugiados.
Pero esto se está convirtiendo en un tema controvertido en la política interna turca, y la exasperación del país puede llevarlo a enviar una ola de refugiados hacia Europa.
Erdogan siempre ha argumentado que el problema de Siria no es solo turco sino también europeo.
Sin embargo, al mandatario le quedan pocos amigos en Occidente. Las relaciones de Turquía con la OTAN y EE.UU. son tensas. Se han deteriorado tanto por el ataque a las fuerzas kurdas en Turquía -aliados de Washington desde hace tiempo- como por sus estrechas relaciones con Moscú.
EE.UU. ha jugado un rol de espectador
Lo que estamos viendo en Idlib son los límites de la política exterior del mandatario turco y su intento fallido de «triangular» entre Washington y Moscú.
No obstante, Erdogan aún puede tener cierta ventaja sobre los rusos. El Kremlin no querría empujar a Turquía nuevamente hacia los brazos de Washington.
Todo no es más que un terrible desastre y parece no haber un jugador externo que pueda actuar para reducir las tensiones, aparte quizás de Rusia.
Esto pone en evidencia el fracaso de la administración Trump en Medio Oriente.
El secretario de Defensa de ese país, Mark Esper, sostuvo conversaciones con su homólogo turco este jueves y, según una declaración del Pentágono, los dos hombres discutieron sobre «la brutal agresión del régimen de Al Asad en Idlib, respaldada por Rusia e Irán».
Pero Washington ha sido en gran medida un espectador en Siria desde que el presidente Trump pareció aceptar la última gran incursión de Turquía en Siria.
Tal vez una nueva ola humana de refugiados sirios fomente una acción internacional concertada.
Pero el brutal desenlace del conflicto en Idlib y la difícil situación de tantas personas sigue siendo una terrible denuncia del estado actual de la diplomacia global y la postura egoísta de tantas partes.
Fuente: BBC Mundo